Las estatuas, las banderas y los escudos me parecen sitios inmejorables para el descanso y la evacuación intestinal de los pajaritos; pero para poco más.
No conozco ni una persona que tenga en su vida a un referente que provenga de la adoración institucional. Recomendaría ser muy cuidadoso con la elevación a condición de mito o con la canonización de los valores que uno atesora, porque es esa precisamente la mejor manera de deshumanizarlos y hacerlos desaparecer. Continuar leyendo