1) Estar en el espacio
En la soledad los espacios se reducen. Todo parece más chico: los pensamientos apuntan a las ganas inverosímiles de que algo diferente ocurra. Estás solo y estás con una parte tuya que no te gusta, una parte que te recuerda lo mucho que duelen las ausencias, un lugar de tus rincones emocionales que miran desde un ángulo penumbroso cómo las faltas te llenan la soledad de vacío. Cuando estás solo late un monólogo como marcapasos, querés callarlo pero él te lleva a la orilla de esa ausencia. Una energía se libera y convierte en seda lo que vos creías un dique. Te reprochás no haber frenado el dulce pulso de la incertidumbre, un latido que cerraba las compuertas de las cosas más simples. Continuar leyendo