De pronto pasan 10, 15 años y todo se va naturalizando. Tus preocupaciones cambian de foco, te ponés menos lírico y más realista, pasas de las letras a los números. Te inquieta más llegar a fin de mes que ir a ver la última de Wes Anderson, tus antiguas zanahorias poco a poco se convierten en los botines del nene y los patines de la nena. Peleás en el trabajo para que te reconozcan, de una buena vez, todas las horas que le quitaste a tu familia; pensás en que no sería mala idea techar el patiecito para cuidar al auto del granizo. Buscás en Google la palabra triglicéridos y le preguntás a Don Fito sobre el colesterol malo. Los placeres hicieron una mudanza en tu sentido de la saciedad, antes era un buen polvo, ahora un buen asado. Aprendiste a hacer paella y a trabajar la madera, entraste en el universo de los habanos pero no te termina de convencer, te regalaron un cofre que se enchufa y sirve para guardar botellas de vino. La clase de media se instaló en tu casa y todos bailan a su alrededor. Continuar leyendo