El aconsejamiento existe porque el aconsejado reconoce la autoridad del consejero en la materia sobre la cual versa el consejo. Y porque el consejero sabe, o cree que sabe, por lo menos sobre el asunto acerca del que brindará consejo. Sin estos principios, sin este doble vínculo, el enunciado que se pronuncia puede ser una máxima o una sentencia u otra frase, quizá acertada, que se desenhebrará en el viento, pero de ningún modo un consejo. Continuar leyendo