Esa tarde de viernes, cuando ya lo que quedaba por delante era la mejor noche del mundo (la del viernes, pre – sábado), sonó el celular de mi vecino de asiento, que hasta aquí era un ser humano más. El viaje recién arrancaba.
Esa tarde de viernes, cuando ya lo que quedaba por delante era la mejor noche del mundo (la del viernes, pre – sábado), sonó el celular de mi vecino de asiento, que hasta aquí era un ser humano más. El viaje recién arrancaba.