Los momentos de relax y reflexión parecen no existir en una sociedad tan convulsionada como la nuestra. Para poder recurrir a la lectura nos hacemos pequeños espacios dentro de la rutina. Tal es así que en un viaje en colectivo no dudamos en sacar el libro de turno. Lo mismo sucede con la sobremesa del algún almuerzo en la oficina, en los minutos que quedan entre clase y clase y, particularmente, en el sanitario. Allí no hay culpa que valga porque es la necesidad natural la que nos obliga a hacer un parate: Detenemos el tiempo y, sin dudar, relajamos nuestra mente para involucrarnos con las palabras. Continuar leyendo