¿Por qué leemos en el baño?

#LeerYEscribirBA

Los momentos de relax y reflexión parecen no existir en una sociedad tan convulsionada como la nuestra. Para poder recurrir a la lectura nos hacemos pequeños espacios dentro de la rutina. Tal es así que en un viaje en colectivo no dudamos en sacar el libro de turno. Lo mismo sucede con la sobremesa del algún almuerzo en la oficina, en los minutos que quedan entre clase y clase y, particularmente, en el sanitario. Allí no hay culpa que valga porque es la necesidad natural la que nos obliga a hacer un parate: Detenemos el tiempo y, sin dudar, relajamos nuestra mente para involucrarnos con las palabras.

La lectura en el “trono” es una costumbre que da cierto pudor contar pero la realidad parece ser diferente. Esta práctica es tan universal que disparó la creatividad de un ingenioso japonés: el escritor Koji Suzuki tuvo la original idea de publicar la primera novela impresa en un rollo de papel higiénico. Incluso está pensada para ser leída en el inodoro ya que  la historia sucede en un baño público. Obviamente, estalló en ventas.

Hasta el famoso novelista estadounidense Henry Miller contó sobre sus aficiones en el cuarto privado. “Siendo joven, en busca de un lugar seguro donde devorar los clásicos prohibidos, a veces acudía a refugiarme en el cuarto de baño”, escribía el escritor en La lectura en el retrete.

Si nos preguntásemos qué lugar es el más cómodo para leer seguro responderíamos el escritorio. Y si pensamos en qué momento leemos cuando el día es muy atareado diríamos al final del mismo, antes de conciliar el sueño, en la cama. Pero para cuando termina la jornada tenemos la vista demasiado cansada como para seguir la línea de los renglones.

Entonces, ¿por qué leemos en el baño? Quizás la lucidez del día y la comodidad del ambiente nos permiten distendernos y abocarnos al placer de leer. Una breve encuesta en la web, de poco rigor periodístico, aproximó una respuesta: la mayoría concuerda que la lectura en el inodoro relaja.

En Israel, un grupo de médicos realizó un sondeo de 500 participantes mayores de 18 años y reveló que el 64% de los hombres y el 41% de las mujeres es habitué de esta práctica individual.

Si bien la mayoría de las personas suelen leer el diario, algún periódico o revistas especializadas -sea en soporte digital o en papel-, hay quienes prefieren continuar con su entretenida novela o hasta estudiar para el próximo examen.  En este caso, Miller era un tanto prejuicioso: “La mayor parte de la lectura que se hace en el retrete es lectura inútil. Los  digestos, las revistas gráficas, los folletines, las novelas policiales y de aventuras, y todos los cabos sueltos de la literatura, eso es lo que la gente lleva al baño para leer”.

Más allá del contenido que elija cada uno, todos, alguna vez, probamos la experiencia de leer en el baño. Algunos la seguimos practicando, otros prefieren hacer sus necesidades rápidamente para continuar con la rutina. Allí reside el por qué de esta práctica: la desconexión que provoca de por sí la lectura, sumada a la soledad y comodidad que posee un ambiente donde no hay otra actividad que mirar las paredes para acompañar las flatulencias, otorga al lector de baño un momento único e inexplicable.