6 formas de empezar flexibilizarnos si somos un poco inflexibles

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Por muchos motivos podemos comportarnos muchas veces inflexibles: por creencias, rigidez, historia personal, experiencias que nos han hecho que procedamos casi siempre de esa forma, y tantas otras.

En general las personas inflexibles suelen ser demasiado estrictas, no sólo consigo mismas sino con los demás. Todo debe resultar de una manera particular, y suelen sumirse en grandes dosis de decepción y frustración cuando las cosas cambian, como es natural que suceda en la vida.

Una distinción importante: una cosa es ser ordenados, prolijos, seguir procedimientos, planificación y estrategia para conseguir determinados resultados; y otra, la obsesión permanente (que adquiere muchos matices, llamados TOC en niveles extremos, trastornos obsesivos compulsivos. En estos casos es necesario consultar con un profesional del área médica; psicología y psiquiatría; expertos en fobias, etcétera), y que resultan un gran limitante para disfrutar de la vida, las relaciones y hasta del tiempo que pasamos con nosotros mismos.

Como la vida es un cambio permanente, para poder entender que es posible empezar a cambiar, podemos encararlo como un proceso gradual y sostenido en el tiempo.

Aquí van 6 ideas para integrar nuestro Ser flexible, si somos un tanto inflexibles en muchas ocasiones.

 

1)      Prueba algo diferente: si el orden de tu rutina en el camino al trabajo es siempre el mismo (las calles en el mismo sentido, la circulación tal cual, los saludos y diálogos cotidianos), durante 2 semanas corridas experimenta la sensación del cambio toma un camino diferente y alternativo cada día, aunque sea de pocas cuadras. Haz un trecho caminando y reconoce el nuevo lugar con tu nueva mirada más flexible.

2)      Pon a prueba tu tolerancia: ya seas el jefe o si formas parte de un equipo, o bien trabajas en forma independiente, o no estás en actividad, el desafío es integrar durante 7 días corridos no tomar posturas inmediatas sobre las cosas, conversaciones y decisiones. Generalmente, las personas inflexibles tienden a querer mantener el control todo el tiempo, y sobre-reaccionan cuando no lo logran. Por eso, simplemente, quédate en silencio; desconéctate un momento del impulso que te surgirá como una tromba; y lo más importante: obsérvate interiormente. ¿Cómo te sientes? ¿En qué piensas? ¿Cuál es tu miedo / a qué temes si no tomas el control de inmediato? ¿De qué forma se dieron las cosas siendo más flexible? Hay valiosa información esperándote.

3)      Rompe dos rutinas durante 2 semanas consecutivas: por ejemplo, si comes lo mismo ciertos días de la semana, cambia de menú. Deja la cama sin hacer durante dos días. No te bañes por un día. No laves los platos y la loza durante una noche. Cambia de lugar algunos objetos en tu casa. Y fíjate qué pasa dentro de ti. Es clave que lo sostengas durante dos semanas al menos para darte cuenta (tomar conciencia) de que posiblemente nada cambió sustancialmente; por lo que tu limitante interno controlador e inflexible pueda admitir que quizás no está tan malo salirse de la regla de vez en cuando.

4)      Haz algo completamente diferente a lo habitual: si no sales a bailar, ve a una discoteca; puedes pedir ayuda a tus amigos y afectos para que te acompañen. Si tienes el impulso de responder de inmediato todos los correos electrónicos, deja pasar unas horas antes de hacerlo. Si estás conectado con tu móvil las 24 horas, apágalo temprano y enciéndelo al día siguiente. El desafío es incorporar lo distinto como algo cotidiano, y comprobar por ti mismo, haciéndolo –no sólo pensándolo- que las cosas no cambian por esos pequeños detalles.

5)      Registra tu progreso: puedes hacer una lista de rutinas que estás modificando y cambiando. Y tacharlas una vez que hayas cumplido el plazo propuesto. Esto te dará la pauta muy gráficamente sobre la contundencia de tus cambios y la forma en que pudiste sostenerlos. ¡Bien por ti!

6)      Elige no discutir: durante 48 horas seguidas, no entables conversaciones de litigios, discusiones, diferencias de posiciones donde siempre hubieses querido hacer prevalecer la tuya. Simplemente, observa las situaciones, haz lo que debas hacer si es algo urgente, pero no discutas ni te enredes en derroches de energía innecesarios. El resultado será que tendrás más optimismo, menos carga negativa al final del día, y que los demás empezarán a ver, al igual que tú, esos pequeños pasos de gigante que estás haciendo.

En el proceso de ser flexibles, hace falta des-aprender todos los condicionamientos que nos han limitado por tantos años; y reemplazarlos por una nueva modalidad y sub-modalidades para que puedan tomar su lugar. Al mismo tiempo, al hacer el cambio, percibirás el beneficio inmediato: estarás con el cuerpo más relajado, más despierto y consciente de ti y del entorno; evitarás enfrentamientos innecesarios; tu organismo fisiológico funcionará mucho mejor –hasta es posible que dejes de padecer algún dolor o contracturas corporales-, y tu mente se irá abriendo un poco más.

Recuerda: los cambios son graduales. La clave es hacerlos sostenidos en el tiempo. En menos de un mes de probar lo nuevo, tendrás resuelta toda una historia de tantos años de limitaciones impuestas por tu propia rigidez e inflexibilidad; y te abrirás a descubrir nuevas formas de actuar y proceder, de acuerdo a lo que necesites que sea hecho, sin tanta carga energética de tu parte, y con una mejora notable en el diálogo contigo y con los demás.

 

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¿Cómo adaptarnos a la velocidad en que cambian las cosas?

Aprender a cambiar es el desafío de este tiempo

La flexibilidad y poder cambiar nuestros mapas negativos son dos claves muy útiles.

Estamos en una era donde el desarrollo trae aparejados cambios de paradigmas (entendidos como creencias a las que le damos el valor de la razón absoluta) y los cambios son constantes. Tan cotidianos que exceden todo marco lógico muchas veces.

La frase de mis abuelos, “hoy estamos, mañana no sabemos…” cobra fuerza de generación en generación, ya que el instante presente es lo único que tenemos. Y aun así muchas personas no hemos aprendido a disfrutarlo y saborearlo a fondo.

El vértigo actual, la sobreabundancia de información y mensajes, la casi imposibilidad de hacer un filtro para discernir qué es lo importante y qué lo urgente, nos lleva frecuentemente a perder el sentido. Es como una brújula que se volvió loca. Así nos vemos y sentimos muchas veces irremediablemente solos, perdidos entre la multitud de una gran ciudad, o la soledad de un paisaje maravilloso. El entorno no cambia la sensación interna: a veces sólo la agudiza.

“¿Dónde quedó la felicidad?”  es la pregunta más recurrente entre aquellos que se animan a explorarse mediante el coaching y dinámicas de reflexión. ¿Debo postergarme aún más? ¿Qué es lo verdaderamente importante para mí en esta etapa de la vida? ¿Para qué vine al mundo?

Lo cierto es que si lo único permanente es el cambio, podemos estar bastante tranquilos: parece ser que esta célebre cita fue acuñada por Heráclito, un filósofo nacido hacia el 544 antes de Cristo, aproximadamente, y vivió en Éfeso, ciudad enclavada en la costa Jonia, al norte de Mileto, hasta su muerte, en el 484 antes de Cristo.  Otros filósofos como Aristóteles y Platón, parece que aseveraron que la frase pertenece a Heráclito, en un sentido amplio: el concepto del cambio permanente.

O sea que la idea del cambio no es algo nuevo, sino que viene de siglos y siglos.

Lo que es muy probable es que la vertiginosidad del momento presente hace que tengamos que tener muchísimas condiciones para adaptarnos muy frecuentemente a los entornos con giros tan bruscos, hasta de 180 grados, en muy poco tiempo. En el mundo del trabajo, todo tipo de organización vive esta tormenta permanentemente. En los negocios, las finanzas y la política, también. Prácticamente no hay actividad que pueda ser definida ni liderada de una manera estanca –como hace apenas 15 años-.

Vemos con sorpresa en las descripciones de búsquedas laborales todo tipo de descripciones que cada vez más, amplían el espectro de personalidad y habilidades que se buscan. Y se menciona, con mucho énfasis, “habilidad para tolerar la frustración y para el trabajo en entornos cambiantes.”

En este contexto, y así las cosas, la clave es movernos dentro de nuestro marco ético, y desarrollar condiciones que nos permitan ir transitando las complejidades del presente sin tanta frustración ni enojo: si desde el vamos sabemos que habrá cambios, entonces, ¡bienvenidos sean! Escribirlo es bastante más sencillo que ponerlo en la práctica; de hecho, uno de los mayores motivos de insatisfacción en relaciones, trabajos, sociedades comerciales, dinámicas grupales de bien público, estudios y cualquier actividad que uno realice, es, precisamente, el cambio intempestivo que llega para prácticamente arrancar de cuajo el método y el proceso que seguíamos, para volver a empezar una y otra vez.

Estas cinco claves parecen tener la llave para movernos más efectivamente ante los cambios, ya sea que estemos en medio de una situación que mutará en cualquier momento, o que nos resistimos a probar algo distinto.

1. Flexibilidad: estar preparados y predispuestos. Es como cuando irrumpen hechos irremediables en la vida; no hay muchas chances, y sólo nos queda ver qué podemos seguir haciendo con lo que tenemos a nuestro alcance. Esto puede adquirir gran significancia para el desarrollo personal, ya que permitirá que fructifique la resiliencia.

2. Comprensión: nutrirme de todas las fuentes posibles para ver cuál puede ser el aporte de valor desde mí para este cambio que se está produciendo.

3. Visión del entorno global: es decir, no mirar sólo mi pequeña quinta. Levantar la mirada, observar alrededor, pedir ayuda y cooperar entre pares, para sobrellevar mejor los nuevos tiempos.

4. Pensamiento lateral: mirar las situaciones desde diferentes perspectivas y establecer alternativas, para llegar a pensar distinto. Esto nos traerá la apertura de una pequeña hendija por dónde iremos dejando entrar lo nuevo. Si no estoy conforme con cómo se van dando las cosas, puedo planificar mis siguientes metas para hallar el espacio donde pueda expresarme y participar mejor.

5. Innovación: muchas veces, los cambios vienen de la mano de procedimientos, negocios y desarrollos inéditos. Por eso si los asumimos con verdadera voluntad creativa, y más aún, innovadora –es decir, un paso más adelante que el puro acto de crear-, adquiriremos pronto nuevas destrezas que serán un plus y que se sumarán a las que traíamos y que debemos ir ajustando paulatinamente para el nuevo panorama.

Siempre se dice que los cambios son buenos y que debemos darle la bienvenida… claro que muchas veces el consejero es alguien que se para en su seguridad o en su visión, y no está en nuestro pellejo. Aun así, de no tener alternativas de corrernos al costado, asumirlos como desafíos para crecer puede ser una excelente alternativa.

“De todos modos tendrás que atravesar esta situación desafiante. Puedes hacerlo llorando o riendo, y eso es exclusivamente tu propia elección”, ha dicho el educador John Roger.

¿Acaso el cambio viene a enseñarnos muchas de estas cosas? ¿Nos vamos convirtiendo en pequeños maestros ilustrados en el arte del cambio y de reinventarnos? Tal vez no sea una mala idea estar abiertos y más flexibles, para fluir con lo que se va presentando, sin tanta elaboración de “corrales mentales” y más acción hacia adelante, pensando que hay algo nuevo que puede sorprendernos, para bien.

 

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