PRODUCTIVIDAD | 7 hábitos del tiempo libre de la gente que tiene éxito

1975336-7201-atm14La gente de éxito adopta algunos hábitos que resultan ser muy saludables para su tiempo libre, especialmente en los fines de semana o feriados.

Debido a que durante la semana por lo general están con agendas muy completas, parte de su estrategia personal y profesional es dedicarse tiempo de calidad para sí mismos y los suyos.

También aprovechan los viajes y tiempos sin actividades para desarrollar rutinas productivas en pro de un mayor equilibrio entre el trabajo y su vida privada.

Aquí van siete hábitos que se han comprobado que realmente funcionan, y que quizás también puedas adoptar y probar:

 

 1)      Ganar en calidad: dedicar tiempo de mayor calidad para sus seres queridos, y para ellos mismos, es la prioridad. Un buen masaje, dormir sin horario, hacer un deporte o alguna actividad manual o recreativa, los saca de su ámbito habitual y les permite reconectarse. Jugar con sus niños, sobrinos o nietos; disfrutar de su pareja o de su tiempo en soledad; estar con amigos, preparar un asado o cualquier otra tarea que produzca un verdadero placer, son parte de esta forma de re equilibrar su energía y de cargar las pilas.

2)      Vestir cómodamente: esto incluye quitarse los zapatos y cualquier forma de vestimenta que se utilice en el tiempo profesional. Suelen caminar descalzos en la casa, en el césped o  en un parque y utilizan ropa sencilla, alejada de los convencionalismos que suelen regir su trabajo.

3)      Desconectan sus dispositivos móviles y computadoras: en lo posible restringen al mínimo el uso de la tecnología relacionada con fines laborales. Muchos altos ejecutivos con los que he trabajado adoptaron una línea de teléfono móvil personal, y otra para temas de trabajo. De esta forma pueden convivir con mayor libertad entre los dos mundos. También dejan de sincronizar los correos electrónicos en el teléfono o la tableta. Muchos de ellos, se pusieron un horario de media hora durante el fin de semana o feriados, para, exclusivamente en ese bloque, conectarse por cualquier urgencia. Y otra forma altamente efectiva es que sus más directos colaboradores sepan y respeten su tiempo libre: esto incluye entrenarlos en que no lo llamen salvo verdaderas emergencias, y que, en caso de tener que hacerlo, sigan algún protocolo convenido –por ejemplo, un llamado de alerta, y a los 5 minutos, el llamado real para hablar-. De esta manera, ambas partes saben que deben abordar algo en forma impostergable.

4)      Leer, ver cine, teatro y disfrutar de cualquier expresión artística: los fines de semana, sin armar un programa demasiado fijo, se hacen espacio para escuchar música, avanzar en un libro favorito, ir a ver esa nueva obra de teatro que le recomendaron o una muestra de arte. Como parte de su proceso de desconexión de lo profesional, dejan invadirse por los estímulos que produce el arte y la cultura. Cada uno sabe lo que le gusta, y acuerda con su familia o sus seres queridos la forma en que podrán compartir este tiempo.

5)      En los aviones o viajes: con muchos aeropuertos, esperas, tránsito pesado, han desarrollado ciertas rutinas: algunos toman clases de canto y aprovechan a practicar en esos momentos. Otros, desarrollan un hobby (la fotografía está entre los más recurrentes) y vuelcan esa pasión en un blog, página web o sus redes sociales, sólo por placer. En estos casos, la descripción de su perfil es sólo a título personal, despojado del rol que cumple en el trabajo, y sólo se enfoca en compartir parte de su mundo privado con otras personas y seguidores.

6)      Destina un 10% de su tiempo a dar servicio: más allá de colaborar activamente con ciertas causas de bien público, suelen alternar en fines de semana la visita a algún proyecto de caridad en el que participan. Juntan ropa, juguetes e insumos entre los vecinos del barrio y suele ser el líder –o bien, el colaborador último de la fila- para acercar los donativos. También promueve el bien común, el entendimiento entre círculos que no son los del trabajo, y motiva a otros: un alto ejecutivo muy exitoso con el que trabajé por cuatro años haciendo un programa de coaching, pasó a tener su propio vivero y atenderlo personalmente unas horas los sábados; y otro, a dar clases de basquetbol a niños carenciados. Todo es cuestión de ingeniárselas para disfrutar, pasarla bien, y, a la vez, ir dejando huella en el mundo.

7)      Amigos y seres queridos: con agendas apretadas, suele ser el anfitrión de algún encuentro especial los fines de semana. Se relaciona con poca gente, pero de calidad. Lejos quedó la época de reuniones multitudinarias: ahora prefiere dos o tres personas, con quienes puede ser quien es en esencia y no debe mostrar ningún personaje, título o jerarquía. Esta rutina de los amigos, sobre todo en ciertas culturas donde los encuentros vivenciales no son tan alentados como en otras, son clave para desarrollar la autoestima, el valor del afecto y del cariño, la compasión por lo que puede estar pasando ese amigo, y la mano abierta y calurosa al abrazo compartido. Y todo, sin ningún tipo de formalismos.

Para concluir, es importante tener en cuenta que esto sólo puede lograrse con una efectiva administración del tiempo durante la semana. En caso de no hacerlo, se corre el riesgo que la tensión que produce el hecho de tener muchas cosas pendientes, termine por ocupar un gran espacio en su mente, que no le permita a las personas exitosas desconectarse efectivamente. Por eso, el seguir un orden, llevar una agenda, contemplar pequeños tiempos de descanso entre la jornada laboral, intentar no tener almuerzos o cenas de trabajo para facilitar los procesos digestivos apropiadamente, e incluir una rutina de ejercicio físico, son también determinantes para que, el fin de semana, por fin, puedan dedicarse a descansar y a recobrar fuerza para la semana.

 

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6 formas de empezar flexibilizarnos si somos un poco inflexibles

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Por muchos motivos podemos comportarnos muchas veces inflexibles: por creencias, rigidez, historia personal, experiencias que nos han hecho que procedamos casi siempre de esa forma, y tantas otras.

En general las personas inflexibles suelen ser demasiado estrictas, no sólo consigo mismas sino con los demás. Todo debe resultar de una manera particular, y suelen sumirse en grandes dosis de decepción y frustración cuando las cosas cambian, como es natural que suceda en la vida.

Una distinción importante: una cosa es ser ordenados, prolijos, seguir procedimientos, planificación y estrategia para conseguir determinados resultados; y otra, la obsesión permanente (que adquiere muchos matices, llamados TOC en niveles extremos, trastornos obsesivos compulsivos. En estos casos es necesario consultar con un profesional del área médica; psicología y psiquiatría; expertos en fobias, etcétera), y que resultan un gran limitante para disfrutar de la vida, las relaciones y hasta del tiempo que pasamos con nosotros mismos.

Como la vida es un cambio permanente, para poder entender que es posible empezar a cambiar, podemos encararlo como un proceso gradual y sostenido en el tiempo.

Aquí van 6 ideas para integrar nuestro Ser flexible, si somos un tanto inflexibles en muchas ocasiones.

 

1)      Prueba algo diferente: si el orden de tu rutina en el camino al trabajo es siempre el mismo (las calles en el mismo sentido, la circulación tal cual, los saludos y diálogos cotidianos), durante 2 semanas corridas experimenta la sensación del cambio toma un camino diferente y alternativo cada día, aunque sea de pocas cuadras. Haz un trecho caminando y reconoce el nuevo lugar con tu nueva mirada más flexible.

2)      Pon a prueba tu tolerancia: ya seas el jefe o si formas parte de un equipo, o bien trabajas en forma independiente, o no estás en actividad, el desafío es integrar durante 7 días corridos no tomar posturas inmediatas sobre las cosas, conversaciones y decisiones. Generalmente, las personas inflexibles tienden a querer mantener el control todo el tiempo, y sobre-reaccionan cuando no lo logran. Por eso, simplemente, quédate en silencio; desconéctate un momento del impulso que te surgirá como una tromba; y lo más importante: obsérvate interiormente. ¿Cómo te sientes? ¿En qué piensas? ¿Cuál es tu miedo / a qué temes si no tomas el control de inmediato? ¿De qué forma se dieron las cosas siendo más flexible? Hay valiosa información esperándote.

3)      Rompe dos rutinas durante 2 semanas consecutivas: por ejemplo, si comes lo mismo ciertos días de la semana, cambia de menú. Deja la cama sin hacer durante dos días. No te bañes por un día. No laves los platos y la loza durante una noche. Cambia de lugar algunos objetos en tu casa. Y fíjate qué pasa dentro de ti. Es clave que lo sostengas durante dos semanas al menos para darte cuenta (tomar conciencia) de que posiblemente nada cambió sustancialmente; por lo que tu limitante interno controlador e inflexible pueda admitir que quizás no está tan malo salirse de la regla de vez en cuando.

4)      Haz algo completamente diferente a lo habitual: si no sales a bailar, ve a una discoteca; puedes pedir ayuda a tus amigos y afectos para que te acompañen. Si tienes el impulso de responder de inmediato todos los correos electrónicos, deja pasar unas horas antes de hacerlo. Si estás conectado con tu móvil las 24 horas, apágalo temprano y enciéndelo al día siguiente. El desafío es incorporar lo distinto como algo cotidiano, y comprobar por ti mismo, haciéndolo –no sólo pensándolo- que las cosas no cambian por esos pequeños detalles.

5)      Registra tu progreso: puedes hacer una lista de rutinas que estás modificando y cambiando. Y tacharlas una vez que hayas cumplido el plazo propuesto. Esto te dará la pauta muy gráficamente sobre la contundencia de tus cambios y la forma en que pudiste sostenerlos. ¡Bien por ti!

6)      Elige no discutir: durante 48 horas seguidas, no entables conversaciones de litigios, discusiones, diferencias de posiciones donde siempre hubieses querido hacer prevalecer la tuya. Simplemente, observa las situaciones, haz lo que debas hacer si es algo urgente, pero no discutas ni te enredes en derroches de energía innecesarios. El resultado será que tendrás más optimismo, menos carga negativa al final del día, y que los demás empezarán a ver, al igual que tú, esos pequeños pasos de gigante que estás haciendo.

En el proceso de ser flexibles, hace falta des-aprender todos los condicionamientos que nos han limitado por tantos años; y reemplazarlos por una nueva modalidad y sub-modalidades para que puedan tomar su lugar. Al mismo tiempo, al hacer el cambio, percibirás el beneficio inmediato: estarás con el cuerpo más relajado, más despierto y consciente de ti y del entorno; evitarás enfrentamientos innecesarios; tu organismo fisiológico funcionará mucho mejor –hasta es posible que dejes de padecer algún dolor o contracturas corporales-, y tu mente se irá abriendo un poco más.

Recuerda: los cambios son graduales. La clave es hacerlos sostenidos en el tiempo. En menos de un mes de probar lo nuevo, tendrás resuelta toda una historia de tantos años de limitaciones impuestas por tu propia rigidez e inflexibilidad; y te abrirás a descubrir nuevas formas de actuar y proceder, de acuerdo a lo que necesites que sea hecho, sin tanta carga energética de tu parte, y con una mejora notable en el diálogo contigo y con los demás.

 

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13 maneras de ponerle precio a tu trabajo

cobrar-bien-precio-justo-trabajo-producto-servicioPara quienes trabajan en forma independiente brindando servicios, muchas veces intangibles hasta pasado un buen tiempo de generación de resultados, una de las dificultades mayores que afrontan es la de fijar los valores de honorarios por su tarea.

Si bien los consultores de empresas, contadores y especialistas en finanzas suelen tener ciertos parámetros para fijar condiciones de rentabilidad aceptable para sus clientes, no todos cuentan con la suficiente experiencia práctica, y, sobre todo, entender el negocio principal del profesional, y, desde allí, conocer sus particularidades y diferencias con los mercados más habituales, como consumo masivo, producción y fabricación de distinto tipo de insumos.

Entonces, frente a mercados en crisis, con desafíos, variables, contextos inflacionarios, cruentos cambios impositivos prácticamente todos los meses, es muy necesario observar la metodología a aplicar para fijar los precios que necesitamos percibir para que nuestra tarea y resultado para los clientes sea un negocio.

Partiendo de la base general de que un negocio es aquel que ofrece un beneficio para ambas partes, es decir, que el prestador del servicio y el contratante necesitan sentirse lo más satisfechos posibles con el resultado y los logros, el fijar un valor adecuado reviste vital importancia.

 

Si cobras poco, nunca te faltará trabajo;

pero siempre te faltará dinero. 


 

En la contratación de servicios, si bien en pequeñas y medianas empresas se suele hacer en forma directa, hay una tendencia creciente a que el cierre de la negociación queda en manos del área de compras, que, por lógica, no siempre tiene conocimiento cabal de los alcances de la tarea que se realizará.

Este aspecto no es menor, ya que frente a los tradicionales tres presupuestos (o más, por lo que se observa en muchos países de América Latina en los últimos diez años), es necesario detallar e informar adecuadamente a ese ejecutivo sobre los diferenciales que ofrecemos, y que, de allí, surgen los honorarios.

¿Cuáles son esos diferenciales?  Trayectoria, experiencia en un mercado específico, satisfacción de clientes, testimonios como avales, recomendaciones directas, estructura –no es lo mismo alguien que trabaja solo que una empresa con varios empleados-, y los respaldos que aportan la experiencia y la ética, combinación que no siempre es tenida en cuenta por quienes contratan.

  • Premisa general

Para no fallar a la hora de cobrar por tu trabajo, debes cotizar en forma clara, tangible y consistente el neto a cobrar (es decir, el dinero en mano que deseas percibir) teniendo en cuenta lo que cuesta tu trabajo y un poco más, que sería la ganancia. El mercado, la competencia, tu momento profesional, tu experiencia y si te llaman o tú fuiste a buscar al cliente, determinarán ese “poco más” de rentabilidad (que es la ganancia neta deducidos todos los costos). No olvides de deducir como costos todos los que son directos e indirectos: por ejemplo, directo es el producto con el que fabricas tu obra, la luz, el gas, la compra de un insumo específico, papelería, envíos, muestras, y por supuesto, tu hora de trabajo, el sueldo de un asistente part-time; e indirectos, los impuestos que deberás pagar al banco, y hasta cómo te vas a financiar si los pagos llegan fuera de tiempo.

 

 

“No cobro por lo que hago.

Cobro por lo que sé”

 

 

  • Factores generales para fijar honorarios

-          Los años que llevas en el mercado laboral.

-          El tiempo que tienes como profesional independiente y que puedas demostrar tangiblemente.

-          La complejidad de la tarea que vas a realizar.

-          La competencia.

-          Tu experiencia específica en el tema en cuestión.

-          El tiempo (en horas y días) que invertirás en hacer el trabajo.

-          Los costos de mano de obra y materiales (por todo concepto)

-          El tipo de cliente (distinguiendo una pequeña, mediana o gran empresa; ONG casi sin recursos o cualquier otra escala intermedia que te permitirá dimensionar honorarios)

-          El presupuesto disponible. No temas a preguntar cuál es el presupuesto que tienen asignado, o bien, un marco de referencia (“entre tanto y tantos $”).

-          La forma de pago. Esto es muy importante.

-          El plazo de entrega (si es urgente, si requiere varias revisiones, si lo que se paga es tu creatividad e innovación, etc.)

 

  • Trece ideas generales para fijar tus honorarios

1)      Por monto cerrado: evalúa concienzudamente todos los detalles, horas, materiales, impuestos, deducciones, forma de pago, y establece un honorario por todos esos conceptos más un porcentaje de rentabilidad (ganancia) que es lo que te quedará. Esto incluye la posibilidad de un trabajo puntual.

2)      Por etapas: un proyecto puede dividirse en etapas. Por ejemplo, en el desarrollo de un website hay una etapa inicial que requiere de más trabajo, y luego, una vez encontrado el estilo y patrón de diseño, se realiza el trabajo en sí; para entrar en una tercera etapa de ajustes hasta el cierre del proyecto. Estas etapas pueden determinar a su vez, tres pagos con cierta frecuencia temporal, y que variarán según los indicadores que acuerden ambas partes.

3)      Proyecto a largo plazo: un fee (pago fijo) mensual más impuestos. En este caso, es importante firmar un contrato y recibir una orden de compra por parte del contratante, que te certifica la conformidad del trabajo que realizarás.

4)      Fee mensual ajustable: en entornos inflacionarios o con productos que varían de precio según la estacionalidad (ejemplo:  helados = mayor venta en verano) se puede establecer un índice o variable de ajuste. Puede ser el indicador oficial de evolución de precios; el índice de aumentos salariales de determinado sector; el índice de variación del costo de ciertos productos “testigo” de tu cliente, que pueden ser tomados como base y que, si aumentan en ciertos puntos de venta (por ejemplo, supermercados) tus honorarios se ajustarán en la misma proporción.

5)      Por hora: dividirás tu estimado de horas que le dedicarás al proyecto, y se establece un costo por hora de consultoría o de trabajo. Lo importante aquí es certificar al cliente la cantidad de horas aplicadas en base al acuerdo suscripto, y los extras no incluidos en el paquete horario.

6)      Por paquete de horas: por ejemplo, “hasta 20 horas de consultoría mensuales”. En este caso se requiere que especifiques muy bien los alcances (por ejemplo, fines de semana, viajes, llamadas telefónicas, respuestas a e-mails, redacción de materiales, etcétera) ya que como son aspectos muchas veces intangibles te pueden generar algún dolor de cabeza frente a tu cliente si no está consensuado de antemano.

7)      Básico + porcentaje de ganancias: podrás cobrar un básico garantizado acordado entre ambas partes, y luego, un variable dependiendo de determinados aspectos igualmente fijados por contrato (por ejemplo, volumen de venta; cantidad de productos para los que desarrollarás tu trabajo, plus por éxito de ventas, etcétera). En este caso, la sugerencia es que tu básico cubra tus costos totales y un poco más, como para que, en el peor de los escenarios, sea igualmente satisfactorio.

8)      Acuerdo de continuidad: es posible que un nuevo cliente quiera probar tus servicios; por lo que podrás acordar un valor base inicial, con un compromiso de generar al menos otra instancia de proyecto conjunto en los siguientes seis meses consecutivos. Este principio de buena voluntad te permitirá esforzarte aún más, y a tu cliente saber que debe portarse bien contigo en los pagos y la metodología de trabajo.

9)      Success-fee:  un pago extra, basado en el éxito del producto o la acción o el servicio que has desarrollado. Es fundamental en este caso tener en claro y siempre por escrito cuáles son los parámetros que determinarán dicho resultado exitoso.

10)   Honorarios bonificados: podrás acceder a realizar un trabajo por un monto inicial en la primera etapa que cubra apenas tus costos y un poco más, e indicarás en este caso que, en caso de continuidad, habrá una bonificación de un determinado porcentaje por seguir contando con tus servicios, a valores regulares.

11)   Fijar moneda de honorarios: si la moneda de tu país no es demasiado estable o se presta a confusiones, o debes pagar honorarios tercerizados en otras divisas (por ejemplo, traducciones, importaciones, exportaciones, etc.), es conveniente que fijes en esa moneda testigo el valor de tus honorarios; los cuales percibirás al valor de moneda de tu país, que te permita en el mercado libre de cambios comprar la misma cantidad indicada de moneda extranjera.

12)   Fijar claramente honorarios puros + los extras:  por ejemplo, todo lo que son horas de trabajo, creatividad y tu cabeza puesta en el proyecto del cliente, son honorarios. La producción de esas ideas, maquetaciones, videos, muestras, relevamientos, estudios de mercado, desarrollo de marcas y de planteos estratégicos, pueden ser considerados extras, y, por lo tanto, cotizados aparte. Por ejemplo, explicitarás claramente los honorarios completos por el trabajo a realizar, y, como extras, un breve descriptivo de lo que se trate, y un monto máximo que estimas deberá disponer el cliente por esos conceptos más relacionados usualmente con la producción.

13)   Canjes: no te los recomiendo, aunque en ocasiones es bueno para poder tomar algún beneficio cuando el cliente solicita rebajas en los honorarios. Por ejemplo, tu figuración con tu marca, nombre y web en materiales promocionales, eventos, anuncios en periódicos, para que, de alguna manera, puedas capitalizar esa brecha de honorarios en algo que luego puedas traducir en ganancia a mediano y largo plazo. Sobre todo en épocas iniciales, viene bien para reforzar tu posicionamiento. También, si hay insumos que fabrica o maneja el cliente, y que a ti te hacen falta o que puedas trasladar como cortesía a otros clientes o contactos de tu profesión.

  •  Cómo relevar precios del mercado

Para saber en forma general cuánto puedes cobrar en tu país o provincia, puedes relevar en internet, con colegas, clientes pasados, revisar tus trabajos anteriores, chequear las variaciones que se prevén en la economía en los próximos meses –es decir, en el período en que llevarás adelante el proyecto-. No te recomiendo que finjas ser un cliente y que pidas cotizaciones a colegas, porque resulta a todas luces desleal.

  • Algunas preguntas y respuestas

¿Debes participar en “concursos abiertos”?  Depende de ti. Por lo general, si las bases son claras y el cliente te las explicita, incluyendo el nombre de quiénes estarán concursando, puedes elegir presentarte. Aunque si llevas muchos años de trabajo, salvo que sea una licitación realmente jugosa quizás no quieras trabajar en vano. Sin embargo, en muchas ocasiones es bueno arriesgarse sobre todo si no tienes demasiado portfolio para mostrar aún: esos trabajos preliminares preparados para un concurso, pueden ser parte de tus avales, mostrándolos como “ante proyectos” o algún concepto que funcione. Y además, obtendrás experiencia.

¿Si te roban las ideas? ¡Bienvenido al mundo real! Eso nos sucede a todos, y está en ti tomar o no ese riesgo.

¿Si un cliente hace un concurso, roba ideas y luego no contrata a nadie?  Ya sabrás con quién no debes trabajar a futuro.

  • Tres cosas por las que TIENES que cobrar por tu trabajo

 

-          Ética: si eres profesional, necesitas que te paguen por lo que haces y por los beneficios que generas a tus clientes.

 

-          Autoestima: sabes que el tiempo vale, y es necesario ser firme en que paguen por ello. No caigas en la tentación de trabajar gratis para grandes empresas. Conozco una muy conocida marca de PR que tenía la mala costumbre de regalar seis meses gratis de servicio, para que le firmen otros 6 meses de contrato. Y una de las más encumbradas marcas de tecnología mundiales, siempre pagaba migajas a sus consultores, porque decía que trabajar con ellos traía prestigio. Lo que nunca imaginaban es que todos los que alguna vez prestaron servicios a esa compañía, en círculos de influencia hablaban muy mal de esa firma tan “aspiracional” por ser tan miserable con quienes verdaderamente le hacen funcionar su negocio.

-          Servicio al cliente: esto tiene un costo, y es un valor. Cuanto mejor te brindes, más recomendaciones obtendrás. Y si te pagan bien por ello –o al menos aceptablemente bien en un comienzo- te esforzarás aún más. Recuerda: si has regalado tu trabajo una vez, será muy difícil ponerle precio la siguiente con ese cliente. Por lo que entrarás en un círculo vicioso del que te costará salir.,

Darle valor al trabajo que hacemos nos convierte cada día en mejores profesionales. Y te aseguro que cuanto más digas que “no”, llegarán a ti mejores oportunidades. Es un principio universal para tener en cuenta.

 

 

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5 formas concretas de saber si estás cumpliendo tu Misión de vida

¿Qué harías con tu vida si no tuvieras miedo?

¿Qué harías con tu vida si no tuvieras miedo?

En tiempos donde por lo general la mayoría de las personas viven corriendo tras metas y objetivos, a veces es bueno preguntarse si estamos alineados con nuestra misión de vida. La misión, un concepto que muchas corrientes del pensamiento y autoconocimiento han tendido a definir de formas diversas y hasta abstractas, también adquiere en lo práctico una forma de atravesar nuestra existencia, dotándola de sentido.

Es así que, al menos en lo que se refiere a estas líneas (y, una vez más, puede haber múltiples interpretaciones), un enfoque es entender la misión como la herencia espiritual  -no en el sentido religioso, sino del Ser-, y el legado que dejaremos cuando debamos partir físicamente. Es decir, aquello que nos trascenderá.

Por eso la misión personal puede ser entendida en este contexto, como aquellos dones y habilidades que nos fueron conferidos al momento de nacer en este tiempo, para ejercitarlos y ponerlos en movimiento. En un sentido superador y más elevado, vienen a darnos un sentido a la existencia, que, por lo general, está ligado con el dar y servir a otros, para cosechar lo que nos queda de experiencia y  “re-capitalizarnos” como en un generador de energía que no tiene fin.

Como en muchas empresas y organizaciones hay vistosas frases de “Misión y Visión” como si fuesen una brújula que marca su horizonte, los seres humanos también tenemos nuestra propia construcción de este destino personal, que vamos haciendo día a día. Aunque no lo tengamos presente ni consciente, el propósito de vida se manifiesta en formas sutiles desde las capas más profundas del Ser, hasta adquirir, en muchos casos, dimensiones extraordinarias que atraviesan generaciones y producen grandes impactos. Y eso sólo lo generó muchas veces, este legado puesto en acción por una sola persona. Te invito a observarte en estos cinco aspectos:

1. Sentido: cuando estamos conectados con la esencia, lo más profundo y sagrado dentro nuestro, la vida parece tener un propósito que, aunque no necesariamente se manifieste en los resultados exactos que deseamos obtener, nos van llevando, como en un viaje un tanto errático, hacia lo que está destinado a nosotros. Por eso los pequeños momentos como el nacimiento de un hijo; la concepción de una guagua muy deseada y esperada; una oportunidad profesional significativa; un cambio rotundo en nuestras creencias y paradigmas; un click de conocimiento y despertar dentro nuestro, son formas en que se hace tangible este principio de sentido.

2.      Hacer lo que nos gusta:  que no es lo mismo que hacer lo que mejor nos sale, aunque pueden ir de la mano. Frecuentemente en coaching encuentro casos de personas que anhelan un cambio profundo y superador. Sin embargo, paralizados por el miedo y la incertidumbre, eligen quedarse aferrados a lo conocido –y hasta cómodo, la famosa zona de confort- y seguir así hasta agotarse. Poner en acción los dones que nos fueron entregados es parte esencial de la misión, porque es dinámica, activa, aventurera y entretenida. Un amigo workaholic  (moderna significancia de ‘adicto al trabajo’) me decía que su trabajo actual es muy desafiante, que presenta muchas dificultades… pero que es tremendamente entretenido, y que allí encuentra la satisfacción a extensas jornadas y recarga así su energía. Es asi que te invito a hacer lo que te gusta, desde el nivel y lugar donde estés hoy mismo. Siempre puedes introducir pequeños toques personales, ajustes microscópicos, para transformar cada situación en otra, más alineada con el sentido de tu vida. La sorpresa se manifestará muy pronto, porque es altamente probable que vivencies cosas que nunca antes, y que las cosas más disfuncionales de las tareas se vayan acomodando a favor. Es un paso a paso, progresivo y sin pausa. La clave es persistir y completar; y una vez cerrado cada ‘círculo de progreso’, una vez más: persistir y completar.

 3.      Sincronicidad: ¿has observado que por momentos la vida entra a jugar todas sus piezas y se acomoda casi mágicamente? Esto sucede en los momentos donde estamos alineados y sintonizados con el todo, que es ni más ni menos que una mirada más abarcativa de quienes somos, qué queremos, dónde estamos y dónde queremos llegar. A la inversa de lo que sucede en ocasiones cuando todo se desmorona en segundos, esos instantes que solemos identificar como de felicidad y plenitud, también nos abren la oportunidad de entenderlos como un signo certero de nuestra misión de vida. La sugerencia es que puedas entrenarte en fluir, vivir más tiempo en el exacto presente, y sin tantas proyecciones hacia el pasado o futuro, “…Porque este momento de vida es un regalo; y por eso se llama presente”, dice un conocido texto motivacional.

 4.      Permanece atento: las oportunidades y señales se van cruzando en la vida. Conocemos millones de anécdotas acerca de cómo un hecho aparentemente fortuito ha cambiado para siempre el curso de una vida, y pensamos que esos instantes suceden a otros. En tanto permanezcas en ese estado de conciencia (de vivencia), es posible que te pierdas de muchas ocasiones que están a la mano para transformar tu realidad inmediata. La clave es observar, no confrontar; afrontar las situaciones pensando en el objetivo para el bien mayor de esa situación y las personas involucradas; y tener la paciencia –entendida como la ciencia de la paz- para evolucionar paso a paso.

5.      Impulso: tal vez hayas percibido que las personas con su misión de vida clara y con propósito, sienten un cosquilleo interior permanente, que los mueve hacia nuevas experiencias. Así, la mayoría de las veces sin proponérselo, encararan cada día agradeciendo por todo lo que está dispuesto para vivir,  y lo capitalizan como experiencias de valor. Buscan trascender las etiquetas de negativo o positivo de cada situación, y las dejan de lado, para identificarlas sólo como vivencias en esta escuela. No son amigos de los chismes y saben filtrar bastante bien lo que no es conveniente para el bien mayor. El fin último del impulso es transformar todo en una experiencia inagotable de vivencias que se convierten en una enorme caja de herramientas que te prepara mejor para cualquier momento: los buenos, las tempestades, los amores, los desamores, los cambios; y siempre con una buena dosis de autoconfianza en acción. Por eso quizás percibas en estos seres humanos –tan extraordinarios como tú-  mucha claridad al expresarse, entusiasmo al participar, vitalidad en la mirada y las acciones que emprenden, y visiones por lo general que salen bastante de lo común.

Llegar a descubrir tu Misión y propósito y vivirlo, depende exclusivamente de ti. No ha nacido nadie que pueda arrebatártelo por difíciles que se presenten las circunstancias; por eso hay miles de personas que convierten los problemas en grandes obras de arte: sus propias vidas… y si tan sólo un ser humano lo hizo, nosotros también podemos.

Finalmente, te invito a dejar de lado los ejemplos de la historia y del presente donde grandes personajes transforman de raíz realidades del mundo. Empieza por tu casa, por ti,  y luego, como un círculo virtuoso que se va expandiendo por sí mismo, muy pronto verás como el resultado se multiplica.

 

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¿Cómo saber cuál es mi Misión en la vida?

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Con mucha frecuencia un alto porcentaje de los seres humanos nos planteamos cuál es nuestra misión en  la vida. Entendemos la Misión como aquello que venimos a cumplir en este plano físico de la existencia, mientras hacemos lo de todos los días, y vamos observando –y participando- en este juego que llamamos vivir.

En numerosos seminarios y consultas personalizadas, muchas personas declaran no saber cuál es su misión en la vida. También postulan que se sienten perdidos, desorientados y muy desconformes con la forma en que llevan adelante sus asuntos.

Y allí aparecen los primeros signos que nos pueden llevar a la respuesta:  en la confusión entra a jugar un papel muy importante el pensamiento analítico, el sentir y el Ser. Es decir, todo aquello que, más allá de lo que presuponemos y que en muchos casos, nos “pre-ocupa” (es decir, lo que nos mantiene ocupados antes de que las cosas sucedan).

Si bien hay que convenir en que no existe una regla exacta que determine cuál es nuestra Misión, puesto que es algo que se siente muy profundamente, hay intuiciones que aparecen de vez en cuando y que nos marcan, como señaladores o banderas, si vamos en el camino acertado.

En otros momentos, el camino se desvía tanto por la fuerza de los acontecimientos, que nos sentimos en medio de una tormenta que, por más que sepamos que es pasajera, en ese instante la pensamos eterna.

Una de las primeras claves para saber cuál es nuestra Misión es la de observar. Si nos detenemos el tiempo suficiente, en calma y tranquilidad dentro del ajetreo diario, y miramos con atención todos los pasos que fuimos dando desde que tenemos conciencia –siendo muy pequeños- hasta el presente, hay un rumbo, un sendero que, instintivamente, fuimos trazando.

Tal vez no aparezca con la claridad que quisiéramos, aunque por lo que he podido trabajar con miles de personas, y conmigo, las señales siempre estuvieron, sólo que no supe verlas o darles sentido a tiempo.

¿Por qué aparece aquí lo de “darle sentido”? Esa es la forma en que se produce la toma de conciencia, el aprendizaje y la certeza interior de que estamos en la senda apropiada. El sentido es lo que ratifica, le pone el sello de validez a ese tramo de experiencia que nos llevará a otras nuevas, siempre tras eso que denominamos Misión.

Otra clave relevante es registrar. Como si fuésemos científicos de nuestra propia vida, necesitamos estar en el presente, y registrar en nuestra memoria interna todos aquellos signos, acontecimientos, personas que se cruzan en nuestra vida y que nos apoyan, y las oportunidades que se abren y se cierran, para conducirnos por nuevos caminos.

Por lo general el cambio no tiene muy buena prensa. Se dice, casi condescendientemente, que todos los cambios son buenos. Lo que por lo general no se nos explica es cómo transitarlos sin ansiedad y sin cierta cuota de incertidumbre, inherente a ese proceso. Sin embargo, los cambios –planificados, repentinos o los que parecen un retroceso en cierto momento- son los grandes impulsores hacia la Misión de vida.

¿Cuánto tiempo hemos de permanecer en nuestra zona de confort, ese espacio conocido y muchas veces, doloroso y sin sentido? Sólo expandiéndola, podemos conocer lo que hay más allá, y, si nos animamos, encarar lo nuevo con un espíritu renovado.

¿Cuándo haremos el cambio en nuestra vida? “Cuando estemos cansados y enfermos de estar cansados y enfermos…”, dice el maestro espiritual John Roger. Es decir, cuanto verdaderamente estamos hartos de una situación, es que tomamos fuerza y, como podemos, nos zabullimos en las aguas tormentosas del cambio; conteniendo el aliento hasta salir de nuevo a la superficie.

Por último, la Misión se manifiesta con un propósito de vida, no menos importante que la misión misma. ¿Estoy haciendo lo que quiero? ¿Hay algo que me gustaría encarar y lo vengo postergando hace años? ¿Hay decisiones que no me animo a tomar? ¿Es mi vida tal y como la quiero vivir? ¿Estoy rodeado de las personas adecuadas que apoyan mi Misión? ¿Siento que lo que hago suena fuerte dentro mío?  Si hoy mismo dejara de hacer las cosas que hago, ¿sentiría que pierdo una parte importante de mi Ser?

Estas son preguntas claves que, respondidas con precisión y sin dudar, te darán la certeza de que estás en el sendero de tu Misión de vida en este mundo. De lo contrario, quizás haya algunos ajustes que quieras empezar a hacer aquí y ahora, y desde hoy en adelante.

Sigamos dialogando vía @danielcolombopr