Cuando arrancó la serie Lost en el 2004 y la ola de fanáticos crecía y crecía semana a semana, me resistí prolijamente a incorporarme al grupo de televidentes que suspendían salidas, cenas familiares y reuniones varias para verla, e incluso organizaban juntadas para mirarla entre amigos. Debo admitir que me gusta ir a contramano de la corriente general.
Así transcurrieron cuatro años en los que las desventuras del grupo de náufragos me fueron indiferentes.
Un día haciendo zapping (cuando, para variar, había poco y nada para ver en la tele) caí sobre un capítulo de la primera temporada que me agarró como chicle a una suela de zapato en día de verano. Intenté seguir mi recorrido por los otros canales, pero daba la vuelta y volvía a caer en la trampa mortal de AXN. Cuando vi que ya no tenía escapatoria, apagué la tele, porque detesto ver películas y series empezadas. Sin embargo, el virus Lost ya había entrado a mi sistema, esa misma noche conseguí la primera temporada y me comí los 5 primeros capítulos seguidos. Al cabo de un mes ya me había visto dos temporadas y media (la mejor parte de esta serie) y, finalmente, vi los capítulos de la última temporada en simultáneo con los sufridos fanáticos de la primera hora. Continuar leyendo