Hay quienes dicen que los primeros copos de nieve cayeron cerca del mediodía, y hay quienes dicen que la tarde ya estaba entrada en horas. Poco cambia la historia. Minutos más, minutos menos, el 22 de junio de 1918 una nevada de características inéditas sacudió el corazón de los porteños de siglo pasado. Era sábado. Las calles estuvieron vacías durante toda la noche, porque la lluvia blanca aumentó su intensidad entradas las 20 horas. El domingo, también atípicamente, la ciudad amaneció atestada de transeúntes: el pueblo disfrutó de la primera gran nevada.