En una Sudáfrica quebrada y ensangrentada, Mandela arrodilló enemigos frente a enemigos y de esa postración se levantó una nación que se había perdonado a sí misma.
“De los laberintos sólo se sale por arriba”, decía Marechal con toda razón. Por eso, del enredo del odio y la mentira solo se sale superándolas con el amor y la verdad.
En ese camino va Francisco con un arma imbatible: el perdón. No lo exige ni lo declama. Simplemente lo da. Continuar leyendo