Apenas el Cardenal Bergoglio fue nombrado papa tuve la intuición de un peligro latente.
Más allá de la interpelación nacional que significa un sumo pontífice criollo y de la oportunidad obligada que tiene la Patria de recuperase como pueblo y como Nación, hoy veo por las reacciones de algunos de mis compatriotas, que lo que prima es esto: Francisco es un peligro.
No por sí mismo. No por la mira que ha puesto en cambios profundos dentro de la Iglesia. No por el nuevo orden geopolítico que propone. No por la espiritualidad viva y por la doctrina de carne y hueso que ejemplifica en su constante machacar sobre la vuelta a Cristo. No.
El peligro de Francisco somos nosotros. Como me decía un amigo los otros días: “temo que no estemos a su altura”. Continuar leyendo