Reproches a un mal padre

PROYECTO PIBE LECTOR es un blog de FICCIÓN. Cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia.

 17. Reproches a un mal padre

(fantasía en un acto)

 Memento mori

Habitación de clínica, sencilla, limpia. Por la ventana se ve un atardecer violáceo y bello que, a medida que transcurren los minutos, se transforma en noche.  Un hombre de cincuenta años está en la única cama, arropado, con suero, inmóvil. Es el moribundo. Una mesita de luz con velador, jarra y vaso de agua completan la escena. En una silla, la esposa teje al crochet sin cesar, absorta en el tejido y sus pensamientos.  Tiene la quietud de la araña, sólo mueve imperceptiblemente sus dedos. El hijo del hombre que está por morir se pasea por el escenario, gesticula, acompaña  los movimientos de la luz del atardecer que se vuelve incandescente a medida que avanza la escena  y al final se apaga. Tiene poco más de treinta años, viste traje, camisa, corbata. Monologa: 

_Me preguntás, viejo, qué tengo para reprocharte. Considerás que tengo permitido hasta eso… te metés en una cama y con el último aliento que te queda, en lugar de declarar algo, de decir la frase que te haga inmortal en el recuerdo, cedés la palabra y el protagonismo. Voy a contestarte, entonces, diré lo que no debería jamás haberse dicho. Al articular lo que se piensa y siente, viejo, uno se convierte en autor y crea una historia. Qué tengo para reprocharte, para recriminarte en tus últimos momentos. Estás dispuesto a resignar el concentrarte en el ritmo de tu respiración para dejarte llevar por un marasmo emocional, pedís que sea yo el que desencadene los titanes primigenios.

"Los miserables" Picasso

“Los miserables” Picasso

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“El momento en que te hiciste mujer”

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10. “El momento en que te hiciste mujer”

El juego consistía en formular preguntas en papelitos, arrugarlos y luego ir sacando de a uno, fingir sorpresa y escribir brevemente, contestando “la verdad”.  ”¿Cuál fue el momento más terrible de tu vida?”, “¿Tu mayor miedo?”, “¿Tu deseo más secreto?”; pasaban las frasecitas y matábamos el aburrimiento entre chicas, durante las horas libres en la nocturna. “El momento en que te hiciste mujer”. Nos habíamos reído, pudorosas. No recuerdo a quién le tocó contestar. La jornada finalizó como todas, pero entre las hojas que quedaron sobre mi mesa apareció una con el siguiente relato, escrito con caligrafía extraña. Si es verídico, hasta ahora no lo he podido saber (de lo que tengo certeza es que ninguna de las presentes lo hubiera escrito de esa manera). Transcribo la historia; la he corregido apenas ( han pasado tantos años que no creo cometer una indiscreción al publicarla):

Ilustración: Aylén Giraudo

Ilustración: Aylén Giraudo

“Cuando estaba en tercer año de la primaria, me enfermé gravemente. En la escuela pidieron explicaciones y certificados médicos; no hubo manera de ocultar que había pescado un virus raro en un avión. Se armó un escándalo considerable cuando las señoritas se enteraron de mis viajes, y terminé de buenas a primeras en otra institución. Según mis recuerdos, asustada ante el enojo de mi mamá, prometí guardar nuestro secreto.

En esa época no me importaba mucho: diferentes lugares, diferentes compañeras. Yo pensaba que era normal, que todos tenían valijas y bolsos, se subían a aviones, la gente nunca llegaba a conocerse del todo. Las personas eran buenas. Si me sentía sola, bastaba con preguntarle a alguna chica: “¿Querés ser mi amiga?”. La amistad duraba un rato de plaza o de conversación sobre ropita de muñecas y nada rompía la armonía de estar siempre atravesando algo… de estar en proceso, en tránsito, llegando a algún lugar.

La maestra de quinto se dio cuenta. Ella era más atrevida, más curiosa que las demás. Leyó con atención uno de mis trabajos prácticos y afirmó en voz alta que era un hermoso hotel el de mi descripción. Entré como un caballo. Dije: “Sí, es el de España”. Por primera vez tomé conciencia de que lo único que conocía de ese país, era el hotel. El mismo, catorce veces (infinitas, para mí).

_ ¿Y te gustó la comida de allá?

_ ¿Hacía frío?

_¿Cómo andaban vestidas las chicas por la calle?

_¿Fuiste a ver algún museo?

_¿Es verdad que hay toros corriendo sueltos por las plazas?

_¿Se le entiende a la gente cuando habla?

Nada. Ni la posibilidad de inventar respuestas para ellos, para mí. Descubrí que mi cabeza estaba absolutamente vacía, que mi vida consistía en dar la mano para cruzar la calle, abrigarme bien en invierno y armar la mochila, que sólo yo conocía la palabra pasaporte y que algo raro había en el tema de los viajes como para que mi mamá no me dejara decir nada y mis recuerdos se limitaran a una habitación de hotel.

El día que nos detuvieron en el aeropuerto, la despiadada mujer que me trajo un vaso de agua me explicó por qué era malo para mí “ser mula”. Ése fue el preciso, el exacto momento, en que me hice mujer. Entendí que mi mamá me estaba haciendo algo innombrable, adiviné su vergüenza indigna. Finalmente, comprendí.

No la perdoné en ese momento, no la perdono ahora. El final de mi infancia coincide con el nacimiento de mi desprecio por los adultos, con la repugnancia que me inspiran sus traiciones, infamias que los niños son incapaces de cometer.  El final de mi historia es tan banal que opaca el relato: me detuve finalmente, dejé de ser cosa al mismo tiempo que niña, pasé a ser persona y me limito a vivir.”

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Chica Cutting

 

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6. Chica Cutting

Se hace llamar Yanet. Se enoja cuando al pasar lista, al completar una ficha, al entregarle el documento, alguien dice en voz alta “María del Carmen”. Y los que la conocen, evitan padecer sus enojos.

Dice que tiene más de sesenta mil seguidores en twitter. Dice que tiene su propio canal en You Tube, con ochenta mil suscriptores. Que su último video (tres minutos de su cabello agitado por el viento, filmado desde la ventanilla del tren), fue reproducido miles de veces en pocas horas. Aclara que no utiliza el facebook, que sólo administra su fan page allí… y que atesora  decenas de miles de “me gusta”.

Ilustración: Aylén Giraudo

Ilustración: Aylén Giraudo

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