España.Puerto Banús: No solamente Glamour

Recuerdos de mis Viajes por España

 

Habían pasado unos días desde mi llegada a  Puerto Banús y ya me sentía como si hubiese nacido allí. Lo disfrutaba a pleno. Me gustaba caminar entre sus callecitas y todas las horas me parecían buenas. Cuando salía temprano y respiraba profundamente el aire de mar, mis pulmones se hinchaban y agradecían esa bendición. Como había poca gente, aprovechaba y hacia la caminata bien rápida – la intención era mover todas mis neuronas -

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No dejaba de sorprenderme que a poco de caminar me encontrara con 10 señoritas, muy hermosas, muy perfumadas, con transparencias, carteras y zapatos aguja de primeras marcas, que muy divertidas vivían  su mundo y me ignoraban.  Me refugiaba contra una pared para que no me atropellaran, a su paso dejaban un tornado de aromas,  mientras trataba de guardar esa imagen, intentaba elegir a la más hermosa, tarea imposible,  todas lindas,  altas elegantes ¡Diosas!

A medida que se alejaban me preguntaba: ¿Tan temprano? ¿Estarán por filmar un comercial? Esa idea me atrapo y la di por válida. Seguramente quieren aprovechar la luz del sol que en ese horario no es tan fuerte. Muy paciente todavía apoyado en la pared, esperaba que apareciera un  grupo de técnicos, para hacer la filmación. La espera… en vano. Las muy divertidas iban así vestidas y perfumadas a la Playa. Esto sí es Glamur. Vamos Banús Todavía.

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Al mediodía, cambiaba el rumbo de mi recorrido, lo hacía cerca de la Entrada al Puerto Deportivo, mientras me refugiaba en las sombras para no ser atacado por el poderoso sol, me acurrucaba en un rincón. Expectante y vigilante como la cámara de seguridad de un Banco. No me permitía perder ningún detalle. El lugar elegido era privilegiado. Desde allí observaba la entrada y salida de vehículos. Una ostentosa visión de los poderosos coches y motos de las mejores marcas del mundo, más tarde los encontraría estacionados al lado de su barco o en los mejores Restaurants.

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No dejaba de asombrarme tanta maravilla tecnológica y de buen gusto. El sol los castigaba y los hacía brillar desafiantes. En mi imaginación me veía sentado en uno de ellos. El lujo en su máxima expresión. Me llamaba mucho la atención  tantos  autos pequeños, casi no se despegaban del suelo – Petisitos-  Mi pregunta era: ¿Si son así tan hermosos de chiquitos que será de estos cuando crezcan. ¿Te imaginas cuando sean grandes?…

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Reflexionaba… Pensaba… Quien sabe en qué. Desde ese mi… Puesto de mando. Retenía infinidad de imágenes y sonidos y uno de esos sonidos me impactó. Escuche una frase… Ni buena ni mala. Simplemente una Frase. A mí me puso como una brújula, en tiempo y lugar, me marcaba dónde estaba mi Norte. Me puso ante tanta opulencia económica, nuevamente en caja ¿Quién lo dijo? Un Sr. Común por definirlo de alguna manera.  La misma fue: ¡Me voy al Banco, quiero ver como esta todo! Y la remato con algo que me dio gusto escucharlo ¡A sufrir un poco! Esto tan simple.  Me bendijo, me sentí mortal. Aquí pasa lo mismo que en mi país. Pensé -Pese a todo son como nosotros-  Repensé… ¡Son Humanos!

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Estaba en mis planes una recorrida por Marbella, los tiempos eran escasos, por eso opte hacerlo por mar y contemplarla desde el agua. A su vez me permitiría navegar el interior del puerto y poder ver, filmar y fotografiar tantos hermosos yates amarrados en él. Me pareció una distinta y excelente opción. El viaje es muy confortable, el Mediterráneo te ayuda,  prácticamente no se mueve y la moderna embarcación se desliza muy suave  por el agua, a su vez es una alternativa económica, se puede llegar temprano a Marbella recorrerla y luego volver en el último viaje. Su costo es mucho menor que si se hacen esos pocos kilómetros en un taxi. Hermosa ciudad se alza a orillas del mar y detrás un telón de montañas y barrios de construcciones similares entre sí,  la hacen muy particular, buena música  y una “Caipirá” entre mis manos. El capitán hacia señales sonoras indicando su vuelta al Puerto.

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El crepúsculo se hacía notar, el sol  muy remolón teñía  de un tono rojizo todo lo que iluminaba, los corazones bajan sus decibeles y están más propensos a ser invadidos por los sentimientos, los recuerdos, las añoranzas y el amor, es el horario que eligen para reinar. Embargado por esa sensibilidad a flor de piel salí a caminar. El Puerto deportivo estaba en su esplendor.

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De pronto mi cuerpo y todo mi ser fue invadido por una vanidad dulce ¡quería comerme un helado! uno de los bocados que tanto me fascinan. Quería dejarme poseer por la sublime sensación de  recorrer con la lengua los vericuetos más fríos  de un cucurucho -Es un manjar que no fue inventado por un terrestre- es un placer que a toda hora me inspira deseos. Absorto y dominado por mi gula, me pare frente a la vendedora, billetera en mano, busque los precios para elegir el tamaño, siempre se me ocurre el más grande. Así lo hice como si estuviera en mi barrio, sin pensar que estaba en Europa, Despreocupado – Canchero – Dirigí mi vista a la lista de precios… Trague saliva y  lentamente fui guardando el dinero, el que había preparado para saciar mis más bajos instintos. Mi cara era una máscara…se me iba dibujando una sonrisa. La joven vendedora con cara de angustiada,  en vez de decirme ¿De qué tamaño? Me pregunto: ¿De qué se ríe? A lo que le tuve que decir. No lo tomes a mal, pero con lo que sale un cucuruchito aquí en mi país me compro la heladería.

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Salí de allí con furia, no podía saborear mi capricho dulce y trataba de justificar lo poco que vale mi dinero. Me repetía (Bueno loco) Estás en Europa en Puerto Banús. Caminaba y pateaba mi rabia. La cual se esfumo rápidamente, salía de la Playa una “Bestia Pop” enfundada en su diminuta Biquini – Pensé – No todo está perdido. Seguí caminando alegremente, recorriendo las playas. Un detalle me gustó mucho, los caminos de entrada y  salida a las Playas, estaban cubiertas de alfombra. Me pareció una excelente solución. Para evitar el calor de la arena y que esta se pegue a los pies -Maravillosa coquetería-

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Ya de regreso y cubierto de sombras, la noche… ya se anunciaba y el sol peleaba con sus últimas luces. Descubrí un bar que imitaba un barco antiguo, se servían unos tragos que en su aspecto eran alucinantes. Me dije…Esto no me lo puedo perder. Encare, estaba lleno, solo una mesa muy grande vacía. Se me acerco una hermosa muchacha, que en español me dijo. Siéntese allí. ¿No es  muy grande para mí? ¿Quizás la quieras usar para un grupo más numeroso? Le dije haciéndome el amable.  Siéntese, ya veremos. Su respuesta fue acompañada con una sonrisa más que agradable. Me gusto. Me sentí bien atendido. Me acomodé en una mesa rustica muy alta y unos banquetones también muy altos con ruedas y excelente diseño. Me gusto el ambiente, sumamente agradable ¿Qué trago tenés con helado? Frunciendo su cara me contesto: Me parece que ninguno. Espere… espere. Tomando la carta me señalo uno… ¿Es bueno? Pregunté. Más que bueno, es mi preferido. No hablemos más, tráelo. Soberbio. Una decoración impecable sobre un copón muy grande, gajos de limón, alcohol, y helado de limón, una combinación muy buena, combinación que disfrute hasta que las sombras se recibieron en noche.

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Aquí va la receta:

  • “Lemon Cooler”
  • Vodka Absolut citron
  • Crema sorbete de limón
  • Zumo de limón, lima
  • Sprite, Granadina

 

De regreso, me hice una cena suculenta, como para soportar los embates del alcohol, era mi noche de despedida, las sombras son traicioneras nunca se sabe detrás de que mal hábito se ocultan. Recorrí los mismos lugares que de día, el paisaje había cambiado, las embarcaciones iluminadas y el mar copiaba sus imágenes como un espejo gigante. Voces,gritos y risas – muy ruidosa la noche – no por la música sino por sus habitantes, cuyas costumbre es de hablar estrepitosamente. Grupos importantes de 8 o 10 jóvenes, quizás más, lo hacen hombres y mujeres por separado, iban…iban nunca supe hacia dónde. Boliches de grande nombres pero de pequeña dimensiones, albergaban en sus veredas a sus clientes, que conversaban y tomaban alocadamente. A su lado el mar  como único testigo.

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Ya un poco cansado de caminar  decidí, buscar posición de avistaje en un boliche que está en una esquina, allí se juntan dos avenidas y una nube de promotoras revoloteaba y atacaban a los grupos ofreciéndoles el oro y el moro para que concurrieran a su boliche. Logré una mesa en la primera fila. Infinidad de mujeres, todas lindas, muy elegantes, una mejor que otra, vestidos muy cortos, escotes muy grandes, tacos muy altos, todos ingredientes capaces de hacer detonar dinamita a distancia.

¿Qué? ¿Había una máquina de hacer mujeres lindas? ¿Coches? Los mejores del mundo. Apuraba mi segundo Whisky y el paso era incesante. Todos contentos, riéndose, encuentros con amigos, amigas, la diversión reinaba. Como en el autobús. Todos para el fondo. Era tal mi inquietud por saber a dónde iba tanta gente que yo también encare hacia el fondo. Estaba en eso cuando un grupo muy divertido, se fue por un pequeño pasillo muy angostito y allí estaba…La verdadera noche. “La calle del Infierno” así me dijeron su nombre cuando pregunte. Llena. Reinaba la alegría y el alcohol hacía de las suyas y  acompañaba la diversión, la recorrí de punta a punta, no vi agresión y solamente cordialidad y ganas de parrandear.

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Regresaba lentamente, como defendiéndome, parecía que me llevaban de rehén, no tenía ganas de irme, todo estaba en su esplendor, es muy difícil que olvide estos días paradisíacos que pase en este “Maravilloso Puerto Banús”, pero a la mañana siguiente tenía que levantarme temprano, otro destino me esperaba, solamente deseaba pasarla tan lindo como la pase aquí. Hasta la vuelta. ¡Glamour!

España: Puerto Bannús. Todas Fantasias

Recuerdos de mis Viajes por España.

Arrastraba mi deteriorada maleta. La muy maldita venia de rodar por la escalera de la terminal de ómnibus, si allí… en Marbella (que glamur ni que glamur) esta bendita no se cayó en cualquier destino, para caerse que mejor lugar que Marbella, no menos de 10 escalones. La quise agarrar de la manija, para protegerla, para no arrastrarla y que sus rueditas no sufrieran, la  desagradecida… no tuvo mejor idea que romperse, mientras yo amorosamente la abrazaba,  la muy bestia cayo haciendo un ruido estrepitoso. Me quede helado, petrificado y avergonzado.

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Lo más gracioso era mi pose, como si estuviera tocando el acordeón pero sin nada que uniera mis manos, colorado de vergüenza y en una  actitud muy tonta. Observaba todo a mí alrededor y hacia un recuento de  los que se reían. No dejo de reconocer que es divertido cuando le pasa a otro…Algunos pasajeros salieron espantados,  los muy exagerados  se pensaron que los iba a aplastar,  yo también.  En este momento me acuerdo y me sonrió, no quiero imaginar cómo se divirtieron los que miraban de lejos.

Suerte que no se abrió, si hubiese ocurrido. Estaría arrodillado frente a ella  como si fuera un herido, acomodando la ropa, las medias, remeras y  el desodorante rodando por los escalones… Todavía aferraba fuertemente el pedazo de manija en mi mano, como si fuera un trofeo, tampoco entiendo porque me había quedado como detenido en el tiempo  y la miraba fijamente. Mientras… hacía un inventario del  deterioro(es nueva,  su segundo viaje) Los viajeros frecuentes no sabemos que usar para transportar nuestros bártulos, para que estén  seguros y que no se rompan tan fácilmente.

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La valija se convierte en la “Caja Fuerte del Turista” – allí lleva todo su capital- cuando queremos conservar algo todo va a parar a ella, el trastorno de perderla en un viaje es terrible. Si las compañías que las administran entendieran esto, intentarían un manejo más responsable de ellas. La muy bella- la mía-  se convirtió en el martirio de mi viaje, todas las mañanas le dedicaba un buen tiempo en su reparación.

El mal trago ya había pasado y ya estaba cruzando la plazoleta bordeando  una fuente de agua que te recibe en el Portal de Puerto Banús, te da la Bienvenida.  A pocos metros  está el hotel dónde me alojaba. Para este caso opté por un Appart Hotel. Una forma de vacacionar  que a mí me apasiona, me encanta la cocina y hacerlo con los productos regionales de cada lugar  mucho más. A su vez el ahorro que implica no comer afuera me permite comprar otras cosas que también me llenan, pero de satisfacción.

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El departamento en suerte merece un párrafo aparte, era tan enorme que necesitaba un guía profesional para recorrerlo. Dirán Uhhh, que exagerado y les puedo asegurar que no lo soy para nada. A saber: Vestíbulo, Gran living -enorme- cocina amplia, comedor diario, con ventanal, baño. Zona de sueño: habitación vestidor, baño principal y el Dormitorio. A su vez si eran más pasajeros, un dormitorio con cama matrimonial y otro baño. Una locura total. Todo por el mismo precio que una habitación de Hotel

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Ventajas: con pequeño sacrificio, se ahorra mucho dinero y se puede ocupar el mismo en compras o extender los días, amarrocarlo si te gusta.

Desventajas: El sacrificio y algo que aparentemente ocurre en todos los lugares del mundo, siempre pensé que era solo en mi país. Falta todo lo que podes necesitar en  forma inmediata…

El Turista cuando llega, no encuentra nada de lo que se necesita para vivir. Es poco creíble que  uno deba salir corriendo a comprar lo necesario para subsistir. Esto trae aparejado perder horas de descanso o de conocimiento de lugares. Esto tiene tan fácil solución que es difícil encontrar una explicación de porqué no se resuelve.

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Ningún empresario Hotelero, pierde su capital o su sueño si se le agrega al costo de la habitación: café, té, azúcar, aceite, detergente, servilletas… -En pequeñas cantidades- El turista no debe perder de ninguna manera su tiempo al minuto que llega en buscar un supermercado para resolver sus necesidades básicas. A su vez esta obligado a comprar estos elementos en envases familiares, cuando por dos tres días lo que necesita son cantidades  mínimas.

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Ya instalado di una recorrida de reconocimiento por el departamento y salí enfurecido a la calle,  la ansiedad me devoraba, me parecía imposible estar allí y tenía cuatro días para disfrutarlo. La salida de mi mansión, era a un lúgubre pasillo de cien metros. Por un lado tenía una arteria comercial,  por el otro directamente accedía una peatonal  que bordea al mar, atestado de chiringuitos, bares y restaurants, es la más importante del Puerto Deportivo.

El sol del mediodía parecía que quería partirme al medio, pero poco me importo. Devoraba las distancias, las calles y callecitas tratando de mirar todo en segundos, los negocios se empezaban a poblar, un agradable olor a comida te abría el apetito. Los platos con frutos del mar y las cañitas estaban en todo su esplendor.

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Todo me parecía atractivo. Miraba vidrieras, algo no tan usual en mí, pero eran tan llamativas que hasta me paraba en las femeninas. Cuando me daba cuenta echaba un vistazo en seguida en todas direcciones para ver si había algún conocido. Por suerte no ocurrió. Las embarcaciones, las motos, los autos. Las Mujeres. Cosa de locos. Ya habían pasado casi dos horas. Y si algo no puede controlar el hombre es el cansancio. Te arruina todos los planes, la sed y el hambre son buenos compañeros de este último, así que emprendí mi regreso hacia el que sería mi reducto por unos días.

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Ya en sus cercanías pregunté donde había un supermercado. Ahí. Fue la respuesta. Al lado -Lo habían puesto para mí-  Cargue: jamón ibérico -mucho- una baguete crujiente, tomate, manteca para el sándwich, cervezas, gaseosas, lo mínimo indispensable,  luego de a poco la gula hace que se vaya llenando la heladera. Mientras preparaba mi almuerzo, me serví mi primer On the rock, -como aperitivo- es una  suerte que “Don Walkers” siempre me acompaña en todos los viajes.  Imposible estar en el Paraíso y no brindar por ello. Merecía sentarme en un sillón -así lo hice- un sorbo y entrecerré los ojos, me parecía mentira estar allí, a cuantos seres queridos hubiese sentado a mi lado para que disfruten conmigo en ese momento.

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Mientras disfrutaba mi almuerzo, escuchaba música muy fuerte, “marcha”, imagine que era en la playa y que las mujeres que había visto semidesnudas las vería desnudas.  Así lo comprobé, era una playa que estaba poblada de gente muy joven y con ganas de divertirse. Los tragos, las cervezas y el baile los acompañaban, había tarimas donde: jóvenes muy bronceadas a pleno sol, se contorsionaban muy sensualmente.

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Más tarde comprobé que una  buena hora para salir a caminar era alrededor de las 18hs, las diosas del mar  salían de la Playa, las más remolonas esperaban que bajara un poco el sol, aprovechando que había poca gente revoleaban los corpiños de sus bikinis. En otros sectores bajaban de los autos ya preparadas para la guerra nocturna con todo su glamour, transparencias, tacos muy altos, mucho brillo y esplendor, su intención era atrapar la noche con una copa en la mano, algunos cenan muy temprano y otros muy tarde todo depende de la costumbre de su país de origen, la temperatura era agradable y daba gusto caminar. Mientras gatillaba y gatillaba mi cámara fotográfica.

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Debo confesar que un poco me molestaba que solamente se hable, inglés, alemán, turco o países del oriente, casi nada español. Me ponían de mal humor. Me sentaba en algún bar y me encaraban para el pedido en otro idioma distinto al español, había allí muchos ingleses y alemanes con su clásica manera de hablar a los gritos, sin duda que opacaban a los otros idiomas.

Mas recorridas por las calles del Puerto, la calle de: “La Ribera” y “La Av. De la Ribera” eran constantes, no me cansaba de hacerlo, mientras le exigía a mi cuerpo un poco de caminata, para bajar tantas cosas ricas y tantas cañitas. Generalmente hacia este recorrido cuatro veces. En todas ellas recogía experiencias distintas y todos los horarios me parecieron atractivos.  

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Los yates bien agarraditos de sus amarras, son testigos de tanto Glamur, el movimiento del puerto es mínimo, pero su presencia era como el blanqueo de las cuentas corrientes de su propietario, muchas veces me quedaba mirando sus estructuras  -absorto elucubraba- que maravilla sería poder convertirme en confidente de uno de ellos y que me contaran un poco de lo que ocurre en su interior. Bahhh, cavilaciones de un Periodista, chismoso y metido…

 

Torremolinos, España: “Un Encuentro inesperado”

Recuerdos de mis viajes por España.

Largas horas de vuelo y esperas. Largas horas de un proyecto abortado cientos de veces, interminables vigilias para que este sueño se hiciera realidad. Un día de aeropuertos, aviones, controles, equipajes. Largos años de soñar con este viaje, posponerlo, juntar dinero, posponerlo, seguir juntando. Hacerme ciudadano español, tarea no sencilla. Pero, ya estaba volando sobre el cielo de la Península Ibérica, gaitas y castañuelas me sonaban por doquier. Sentado, allí, en el avión, pensaba y repensaba como sería mi estadía en mi segundo país. España.

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El comandante me puso en caja y nos alertaba de la cercanía del aeropuerto de Barajas. Ay, Ay, Ay, España. Por fin estabas a mis pies. Su voz, muy grave. Muy de Capitán. Inspiro respeto. Seguimos con atención su discurso y aceptamos la bienvenida y los 34 grados que nos esperaban en Madrid. Las ruedas sacudían el fuselaje del avión. Un primer contacto con la tierra tan esperada. Ya estábamos carreteando. Colgué mi mochila. Emprendí mi lento camino por el pasillo. Un sol radiante explotaba sobre el cielo Madrileño.

Me asome a una de las ventanillas. Mi sorpresa no tuvo límites. Divise una figura en la pista. Inconfundible. Muy conocida para mí, toda ella envuelta en un brillo excepcional. Tenía el sol detrás y parecía irradiar rayos, esto me dificultaba un poco la visión. Pero no hay dudas esa persona era la figura de mi Padre. Me repetía que no podía ser, pero mi ansiedad no se detenía. La fila avanzaba lentamente, no me animaba a volver a espiar por la ventanilla, el Capitán nos daba su adiós.

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Mi emoción se agigantaba. Mi contacto con el suelo español era en minutos. No pude resistirme y volví mi mirada dónde estaba esa figura. No había dudas, era él, estaba allí. En su cara una amplia sonrisa, levantaba su mano en forma de saludo. Inicié el descenso, mis piernas temblorosas, inseguras, mi corazón estaba muy acelerado, esto hacia que apenas tocara los escalones, parecía que flotaba. Apoye primero mi pie derecho y luego el izquierdo. Tal como lo hizo Colón. Dije en voz alta. ¡Tierra!

Sin perder tiempo, me dirigí hacia él, me estaba esperando. La cercanía disipo todas mis dudas. Más delgado, más joven, su clásica calvicie. Allí estaba. El español Bernabé. Mi Padre. Precisamente es lo único que atine a balbucear. ¡Padre! A su vez escuche en mi oído. ¡Hijo!. Nos confundimos en un fraternal e interminable abrazo.

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Caminábamos abrazados. No mucho. Lo hicimos en silencio. Sentados en él micro, de reojo lo miraba, estaba tal cual, mi intención fue de acariciarlo, pero igual que siempre no me anime. Mi remordimiento no pudo vencer mi pudor, porque tantas veces me reproche que lo tenía que haber hecho más seguido. Mi generación no está acostumbrada a expresar su amor por los seres queridos. Pocos besos, pocos abrazos. Ningún: ¡Te Quiero!-

Los trámites aduaneros. Me dirigí detrás del clásico pelotón de ansiosos turistas, intentando terminar rápidamente, todos envueltos en temores, no sé porque, como “pequeños delincuentes” Llegue a las ventanillas, dos, en una no había nadie, decía: “Españoles”. Desenfunde con orgullo mi pasaporte español, nuevito, impecable. El funcionario, tomo mi pasaporte, lo ojeo, se dio cuenta que debutaba, levanto su vista y juraría que me sonrío. ¡Adelante!. España es toda suya. Me dijo. Se me hincho el pecho. La primera vez que me reconocían como español. Por lo bajo gritaba. Bien Carajo. Bien Carajo. Mi sonrisa se convertía en risa. Sellaba así una gran Bienvenida.
Nos reencontramos y comenzamos una alegre charla. Me dijo: estoy enterado de tus planes. Vamos para Málaga, de allí a Torremolinos. Más tarde Euroal. Un Fam Trip luego de terminada esta, por Granada y la Costa del sol, te va encantar, es hermosa toda esa zona. Tus planes para después son muy ambiciosos, sé que lo tenés todo decidido. Unos días en puerto Banus, Marbella, Barcelona, Ibiza, Madrid, Barco de Ávila y Gil García, ese es mi pueblo, donde nací, me dijo y sus ojos se pusieron brillantes.

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Tu deseo es llegar a Atocha en el metro, no es tarea fácil. Debemos hacer unas combinaciones y trasbordos para llegar. Comenzamos a caminar. Y fue caminar, caminar. Lo hacíamos como dice la canción de María Helena Walsh, la de la “Tortuga Manuelita”. “Un ratito caminado y otro ratito de a pie”. Interminable. Mi padre iba a mi lado, me pareció muy ágil y me extraño su manera de hacerlo casi en el aire, muy jovial.

Por fin Atocha. Que hermosa, realmente me deslumbro, todo muy ordenado, brillante, los españoles muy atentos. El patio de Comidas, exótico con esas maravillosas plantas, su arquitectura, una verdadera maravilla.
Ya estaba sentado en el tren rápido que me dejaría en Málaga, plasma, auriculares, música, una pinturita. Mi padre se sentó a mi lado, conversábamos animadamente, su velocidad no es notable. Sin darnos cuenta nos anunciaban la llegada a Málaga. A Torremolinos, unos 30minutos. Hace tus cosas tranquilos nos encontramos allí.

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El Lobby del Hotel era una extensión de la Sede de “Visión” -Asociación Internacional de Periodistas y Escritores Latinos de Turismo- besos, abrazos, recuerdos, alegría de reencuentro con colegas. Cuando llegue a la habitación. Tenía un amplio ventanal y un pequeño balcón, allí encontré sentado a mi padre. Conversábamos en el balconcito de mi habitación, yo me deleitaba un “Whisky on the rock”, un etiqueta negra, una de mis tantas debilidades, el atardecer nos atrapaba y poco a poco nos dejamos sorprender por las sombras. Me dijo. ¿Qué te parece España? Mucho cambio, me gustaría más tradicional, no imagine tanta cantidad de turistas, tantos colores de piel, vestimentas, culturas tan distintas, tanto grito al hablar y tantos lenguajes diferentes. Me sorprendió el poco cuidado de nuestro lenguaje, quería escuchar mi idioma, como si fuera una música. Siempre que aborde a alguien, me iniciaron la charla en inglés. Tendré cara de inglés. Que decepción.- Mi ilusión era parecerme a un Español-.
En el centro de Torremolinos. Caminábamos sobre su peatonal. No podía salir de mi asombro de tantas callecitas, todas ellas como pequeños afluentes de un gran río. Repletas de barcitos, lugares de encuentro, para comer, brindar, pasar momentos agradables con amigos, entiendo porque los argentinos somos tan amigueros y todos nuestros festejos y reuniones solamente se realizan si hay comida de por medio.
Esa noche fue el Coctel de bienvenida de Euroal, en un Chiringuito de la Playa, vinos, sangrías, vinos de verano y la cañita, acompañados de pescaitos y la clásica sardina a las leñas. “Espeto de Sardinas”. Una manera muy particular de hacerlas. Se arma un importante fuego y se clavan cañitas con sardinas ensartadas en ella, su técnica es muy similar a nuestros asadores, costillares de carne, lechones, chivitos, corderos enteros, también en nuestro caso se les llama a la cruz, a la estaca.

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Se sirven sin cubiertos y la habilidad es comerlas con las manos, mordisqueando su carne de la cola a su cabeza y que solamente queden las espinas uniéndolas. Pero. Que desilusión, estaba yo muy entusiasmado echándole limón, tal cual es nuestra costumbre, la Argentina. Cuando se apareció mi padre. Me dijo: Hijo. El limón no es para echarle al pescado, es más, no es bien visto le quita el mejor sabor .Ahhh sí. Fue mi respuesta, como descreído y un poco insolente le pregunté ¿Y para que usan el limón los españoles? Para limpiarse las manos. Fue su respuesta. No puedo dejar de reconocer mi gran desilusión. Me pregunté: ¿No será una broma? Pero él no era de hacerlas.

Al día siguiente, en el centro de Málaga. Nuevamente se sucedían las callecitas, las que me resultaban tan atractivas, en cada una de ellas me paraba y las observaba atentamente, algunos edificios hablaban por si solos, con su estampa, marcaban su historia, los bares y chiringuitos repletos, mediodía, quería deleitar una cañita y probar el jamón Ibérico.

Busque, busque, hasta que encontré una cervecería, rustica, con barriles como mesa. Quería asegurarme del pedido, encare a la encantadora niña que estaba detrás del mostrador. Le pedí, un sándwich de jamón serrano o ibérico, con tomate en rodajas y manteca. ¿Con manteca? Su cara de asco me asusto un poco y se lo volví a aclarar. Si, con manteca. A su vez le explique, en mi país, Argentina, acostumbramos a comerlo así y es muy rico, deberías probarlo. Su cara de asco apareció nuevamente, es evidente que no lo podía disimular.

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Por fin llegó el momento. La “chapata” -pan similar a una figaza -repleta de jamón, tomate y la manteca. Allí estaba plantada frente a mí, por sus orillas sobresalían trozos de jamón que me desafiaban y hasta parecían sonreírme. Agarre la chapata con las dos manos y clave mis dientes con toda mi furia. Poco a poco sus sabores se distribuían por toda mi boca y mi paladar se deleitaba, eso era jamón de mi querida nueva patria y Olé. El jamón es un manjar y la manteca no es necesaria, porque el jamón en si es una manteca. Devoraba el segundo y seguía pensando en ella. Tanto me impacto esa niña que deje de pedirla. Quizás así le dirán a otra cosa, pensé. Mejor me abstengo.-

La cañita me obligo a sacarme el sombrero. . Que bebida maravillosa, cerveza por supuesto, mi asombro fue su temperatura, siempre helada. Su tamaño, es justo para que no se caliente. Lo único que se te calienta es el pico. La bebida de los tres “Tuk”. Así la bauticé. ¿Qué significa?: Cada “tuk” simboliza un trago. Tres “Tuk” y a pedir otra. El primero de ellos por su temperatura te taladra el cerebro, el segundo es casi inmediato y el tercero, ahí justo ahí, empezás a disfrutar ya mirando el fondo, casi sin apoyarla estas pidiendo la que sigue. En cualquier barcito, la cañita es infaltable, viene siempre acompañada de olivas, papas fritas etc., pero en cualquier lugar dónde la pidas su temperatura es siempre igual. ¡Helada!

Caprichosa Paella: Cuando lo invite, me dijo que ya había cenado pero que igual le entusiasmaba la idea de acompañarme. Seleccione un restaurante, esperar mesa, sentarme, ante mi pedido, el mozo me pregunto ¿para cuantos? Para uno le respondí. A lo cual me dijo, para uno no la servimos. Mientras salíamos del mismo, como una tromba, iba pensando: ¡Que tontos!

Mi desesperación, entro en una fase final. Mi reloj marcaba 22.30 hs. bastante tarde. No había más prueba o error. Solamente éxito o desistía del plato, mi estómago caprichoso no lo iba permitir. Pregunté en la calle. ¿Dónde puedo comer la mejor Paella de Torremolinos? Sobre la peatonal. Me dijeron. En un restaurant en el primer piso.

Hacia allí fui, ya se notaba el inminente cierre. Me senté. Me prepare a comer una paella para uno. Difícil era que me hicieran desistir. Espere al mozo con la servilleta puesta y un cubierto en cada mano, de manera de que no hubiera dudas. Su pregunta esperada ¿Es Ud. solo? Siii. No hacemos paellas para uno, me dijo. Ya caliente, porque esa respuesta era conocida. Le dije: Cuídame el lugar. Voy a la calle a buscar alguna novia y la Invito a cenar. Esto dicho, con un tono de pocos amigos. Me miro. Pasados algunos segundos me largo la carcajada. Y sentencio. Bueno, no es para tanto, Espéreme. Voy a hablar con el cocinero, veremos qué me dice….

Nos pusimos en marcha hacia Marbella. Allí en el hotel ”H10 Andalucía Plaza”, nos recibieron con todo su esplendor, Un “Saxo en solitario”, nos puso entre melancólicos y románticos. Una nube de mozos nos inundó de tragos y bocadillos de primera, rematado por tres tipos de Paellas, una de ellas “la negra”. Confieso la primera vez que la pruebo, la tinta de calamar le dio un sabor rezongón. Nos costaba coordinar nuestra respiración, nadie le hizo asco a nada y no esmeramos en llevarnos todo puesto.

La Playa de Torremolinos quería caminarla y así se lo comunique. El lugar de encuentro frente al monumento de las Mujeres, inspirado en un cuadro de Picasso. Ellas, tomadas de la mano ejecutan una especie de danza y parecen beberse todo el aire del Mediterráneo. Me gusto, sí, me gustó mucho, por ello lo hice y lo saborié, poco a poco, dulcemente, el sol, muy remolón no se quería esconder en ese atardecer de película, era para enamorados. La luz me jugueteaba con sus brillos y sombras y parecía que querían bailarme una danza especial para mí, mientras yo dejaba pasar el tiempo sin apuro.

No venía y mi cabeza empezó a no funcionar. De pronto su figura tan conocida apareció. Me dijo: Hijo no te preocupes ya estoy aquí. ¿Pero le paso algo? No, nada. Te vi tan entretenido con tus pensamientos, que tu soledad estaba muy bien acompañada por vos mismo. Estabas tan pensativo que no quise interrumpirte. Solamente te admiraba y observaba. Me sorprendió su respuesta y el poder de observación y de síntesis para describirlo. Pensé. Solamente con esta sabiduría lo pueden hacer los mayores.

Los chiringuitos comenzaban a prepararse para cerrar, grupos muy animados seguían con la marcha. Peeperepee. Peeperepepe. El Mediterráneo, tiene la maravilla de su historia, sus limpias aguas y su tranquilidad que es contagiosa. Camine por ella, muy cuidada. Pequeños acantilados con llamativas rocas, casas y edificios entrelazados entre sí, el rojizo sol, en su perezosa despedida le daban una luz muy particular. Sí. Me gusto y quiero volver.-

Comencé a preparar mi valija, acomodarla para realizar el Tour por Granada y la Costa del sol, en silencio me observaba y casi ni conversamos, había olor a despedida. Confieso. Pensar en ese momento me angustiaba, me hacía recomendaciones. Luego de un largo silencio. Se incorporó y me dijo. Mañana muy temprano antes de tu partida nos vemos……

Terminaba de cerrar la valija, apuraba lo que quedaba de mi whisky on the rock. Me acosté, no me resultó muy difícil dormirme, no sin antes pensar en mi lejana Argentina, que cobijaba mis amores, pedí por su protección, entrecerraba los ojos y pensaba que lindo lo estaba pasando, pero que ya comenzaba otra etapa. No estarían mis amigos. Mi padre. Solamente España, a partir de ahora, viajaría solo. Pero, igualmente casi sonriendo me dormí. Totalmente en Paz…

Escuche a lo lejos el despertador. Era la hora. Antes de abrir mis ojos me dio la sensación de estar acompañado. Cuando los Abrí. Él estaba sentado en la cama, a mi lado. Me pareció verlo más pálido que otras veces. No pronunciaba palabra. Yo tampoco. Sus ojos muy brillantes. Extendió su mano como para una caricia… Me Desperté.

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