España: Ibiza. Mantiene su Embrujo.

Recuerdos de mis viajes por España

 

Volábamos… en un cielo claro – azul arriba y azul abajo- el mar acompañaba mi llegada a la preciada a la única ¡La esquiva Ibiza! La contemplaba desde arriba, después de tantos años de espera se iba a cumplir un nuevo sueño. Visitar esta bendita isla. Ya ni recuerdo cuando inicie mi pasión por este lugar, mi objetivo era estar allí, se me hacía inalcanzable. El vuelo desde Barcelona fue tan rápido, que casi no me dio tiempo a recordar porque disfrutaba tanto este momento.

El carreteo… nos conmueve – los preparativos para bajar – sus pasajeros marcan la tendencia, este es un lugar con movida nocturna y de playeros empedernidos, equipajes livianos y ropas más ligeras todavía, alguna diosa nos alegraba la mañana, un coqueto aeropuerto nos daba la bienvenida. Mi ánimo… siempre de primera.

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España nuevamente me deparaba el placer de visitarla. Allí fuimos, hacia el puerto, mientras yo bombardeaba al chofer del taxi con preguntas, mi estancia allí era de unos cuantos días, me preocupaba como iba ocuparlos. Siempre me parecen muchos y cuando empiezo a disfrutarlo quiero tener más tiempo para hacerlo.

Ya estaba en el lobby del Hotel y como siempre reclamando una buena ubicación. Presenté curriculum, fotos, datos de la familia, premios ganados, credenciales y la máxima simpatía. Me rindió sus frutos. Rescate un pequeño balconcito y la vista a la pileta. Nada despreciable… Primer objetivo cumplido.

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Repaso general de la habitación, acomodar un poco la valija, ponerse ropa cómoda, ya era casi mediodía, buena gorra, cámara de fotos, euros… benditos euros y a la carga. ¿Dónde está el centro? Fue la pregunta obligada. Este es Sr. me dijo la conserje. No, me refiero al centro… no sabía cómo explicarle. (Es que ese a mí no me parecía el centro) me refiero a calles peatonales, muchos negocios. Si Sr. es este – Volvió a insistir – Los negocios están todos diseminados- Me informo- ¿Pero aquí está el Puerto? – Volví a reiterar -yo en este caso-. Si así es. No me pareció lógico (contesté por lo bajo) ¿El centro en el Puerto? (Dije más bajo todavía) Pero Ibiza es así… así debe ser.

Cuando le pregunte ¿Dónde está la Playa? ¿A cuál quiere ir?  A la  más cerca. Está aquí, mientras le hacía un círculo al mapa que nos separaba. Pero es bastante lejos- Le dije- No crea serán dos kilómetros. Me respondió ¿En qué puedo ir? En taxi, ómnibus o caminando. Casi todos lo hacen así. Mirándome y a la vez desafiándome.

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Recorrí apresurado los 100 metros que me separaban del puerto y el mar. Cuando llegue a él uno de esos enormes Ferris estaba operando, me asombro con qué facilidad su capitán lo saco de allí. Cuando lo vi  parado- tan ajustado-  con Proa y Popa pegado a otro, me imagine que lo habían fabricado allí – me parecía imposible salir- La maniobra fue rapidísima, salida lateral, pequeño giro, puso primera como si fuera un automóvil y proa al mar.

En mi caso que soy un cabeza dura, acomode todas mis cosas y tiré de la visera de mi gorra. Un paso… dos… tres y ya estaba caminando entre otros turistas que también se sintieron tocados en su moral. Mi rumbo… la playa. Me repetía las palabras de la conserje, casi todos lo hacen así y  le agregaba.  Por qué no…  yo también.

Tiraba algunas fotos, reconocía la figura de algunos edificios publicitados en tantos portales de la Isla, que cuando me quise acordar estaba frente al mar, Ibiza me recibía con todo su encanto. Pensaba encontrarme con todas las mujeres del mundo, desafiantes, cada una queriendo mostrar su cuerpo, bajo la atenta mirada de los hombres, revoleo de corpiños y muchos pechitos al aire… Bienvenidos sean.

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Mi asombro no tuvo limites, una de ellas muy bien dotada y su cuerpo de color cobre sostenía una diminuta biquini, si de esas, las entradoras en su parte baja y más arriba… nada. Es decir: su sostén como vincha, no solo exponía sus maravillas, sino que lo hacía jugando al vóley. La canchita en la playa, en la arena, un combinado de hombres y mujeres. Mire de costado haciéndome el disimulado…un poco avergonzado. Volví a mirar…no lo soporte…seguí caminando.

Era muy fuerte. De repente me dije: ¡Yo debo estar loco!  Gire sobre mis pasos. A que hemos venido ¡Esto es Ibiza me repetí! Busque un lugar con muy buena visión. Que van a pensar los muchachos del Gimnasio. No me puedo perder semejante partido de vóley playero, mi deber como periodista es recabar toda la información  y escribir sobre ella.

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Estaba más entretenido con los falsos piques que con la trayectoria del balón, los muchachos que jugaban muy mal intencionados le tiraban todas las pelotas a ella. En un momento paso a mi lado otra diosa- una de las jugadoras- como una ráfaga ¿a dónde va tan apurada? Me pregunte, me extraño que la pelota estaba en juego en la red, ella corría en sentido inverso, de pronto se detuvo. Yo la veía perfectamente desde mi platea preferencial, apenas cubierta por unos matorrales, sin esconderse mucho y semi erguida, corrió su biquini hacia un costado e hizo “Pis”. Me pare y arranque- dije esto es mucho para mí-  Hablaba solo… balbuceaba ¿Si esto no es Ibiza, Ibiza dónde está?

La caminata fue muy variada y muchos personajes me llamaron la atención, los chiringuitos en la Playa de a poco se iban llenado y las paellas empezaron a poblar las mesas.  De pronto encontré en uno de ellos un cartel que anunciaba ¡Cordero Ibérico! Me dije. ¿Qué mejor lugar que este para probarlo? Seguí caminando y tarareaba. ¡Cordero de dios que quita los pecados del mundo! la caminata se me hizo larga pero entretenida. Llegue al final… y emprendí la vuelta.

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El aire del mar y el gasto de energía me abrieron el apetito. Pese a mi cansancio apretaba el paso, la hambruna y el cordero se apoderaron de mí. Motivos más que suficientes para llegar rápidamente al Restaurant. Ese es un hecho que voy a agradecer siempre a mi gusto por el cordero, porque participe de un evento inesperado, pero uno de los que más me hizo sonreír en España…

¿En qué le puedo servir? Dijo la cuarentona…y un poco más. Acompañada de una sonrisa con ánimos de querer sumar comensales- mientras hacia el clásico gesto de restregarse las manos en  un pequeño y coqueto delantal- se notaba que quería ser amable, pero  estaba agobiada por su tarea. Su cuerpo alto, delgado, fibroso y estaba tenso- su pié derecho algo adelantado como para salir apurada- Pregunte ansioso yo también ¿Cómo sirven el cordero? Rápidamente me paso la receta: Son postas que se hacen a la plancha. En realidad la propuesta no alcanzaba a cubrir ni el mínimo de mis expectativas. Semejante título nobiliario con nombre y apellido ilustre. “El Hidalgo Cordero Ibérico”. Me lo imaginé al horno con su piel dorada y patatas. A la cacerola, a la parrilla. Por su sencillez se podría haber llamado, simplemente “Cordero a la plancha”…

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Mi apetito y mis ganas de comer justamente este animalito (ese mediodía) con el sol de Ibiza en lo más alto, logró todo. Sí. Fue mi rápida respuesta. Quiero  sus partes más carnosas, manitos, patitas, con patatas blanquitas y abundantes, una ensalada mixta, tomate cebolla y lechuga, preparado con aceite común y limón – Sin vinagre, aclaré- Aceite común no usamos (Dichosos, pensé) Bueno oliva. Busque un lugarcito a la sombra, desde dónde pudiese dominar todo el movimiento y mirar el mar. Me senté cómodo y comencé a saborear  mi primera cañita, como siempre reparadora y helada.

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Muy cerca mío se desarrollaba todo el movimiento del negocio. En forma inmediata se escuchó el primer pedido a los gritos –Como debe ser- A la mesa cuatro una paella, pero de verduras, el arroz bien al dente. Hacela bien que no quedaron conformes con la tapas que le mandaste de entrada. ¿Fue una recomendación o una orden para el cocinero? Alcánzame el destapador ¿Dónde está Mami? Un pequeño de 8 a 10 años, que hacía de ayudante preguntaba. Ella a su vez salía disparada con el vuelto de una factura y ya volvía nuevamente- siempre  apurada – con un nuevo pedido.

Estaba yo entretenido. Mirando a aquella mujer, con más actitud de torero que de moza, esquivaba mesas y se movía descalza en la arena entre las sombrillas. A la pasada como para conformarme me dijo: Sr. Lo suyo va demorar un poquito. No tengo apuro y tómese su tiempo- Le dije- En realidad la estaba pasando muy bien, mirando y escuchando ese barullo.

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Solamente me faltaba ponerle de fondo unas guitaras flamencas o algún pasodoble y era un vodevil español de primera. La actividad iba in crescendo…Desde adentro el cocinero gritaba con excelentes pulmones. La paella de la cuatro esta punto. Conocí su voz, lo escuché gritar y relatar lo que cocinaba,  de vez en cuando canturreaba algo indescifrable, pero no tuve el gusto de conocer su cara.

De pronto apareció el personaje del día y la noche también. Una Sra. Mayor, entre 70 y 80 años (fue mi calculo) rellena, su clásico rodete, su amplio delantal,  no para hacer  pinta, sino para usarlo. Robusta, sus chancletas las arrastraba lentamente por el piso al caminar, pero siempre diligente se movía sin parar, su voz fuerte, pesada y con acento español – Como debía ser-  parecía una de mis Tías, la clásica española ama de casa, de familia numerosa, la que nos atendía y nos daba todos los gustos.

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Me daba ganas de pararme y darle un abrazo y un beso. Yo la disfrutaba a pleno, rapidísima con los números y el manejo de la caja. Dirigía a todos y recordaba los platos pendientes. Prepárale una paella para 6 personas, pero no le pongas el arroz  hasta que yo te avise. Directiva clásica para el cocinero cantor. No se le escapaba nada,  estaba en todos los detalles- Ese fue el error- esa fue la mecha que hizo detonar el polvorín.

Presten atención a lo que les cuento: Resulta que el mozo que atendía  las mesas de la playa se había ido y no se sabe a dónde. Ella había preguntado a la moza en varias oportunidades por Juan- yo no sabía quién era- pero el candidato se ausento y la puso de mal humor a mi española preferida. Le dijo a la moza: Llévale la cuenta a la 10 que hace rato que no piden nada. Esta era una mesa que atendía Juan. La moza mirando para la playa le dijo: los de la 10 se fueron hace rato…. ¡Exploto!… Si, si y que ruido hizo la explosión. Se terminó la tranquilidad.  Pero como se pueden ir sin pagar. ¿Dónde está Juan? Pero…. ¿Cómo no te fijaste tú? Refiriéndose a la moza…

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Los gritos subían de tono y aquella simple ama de casa que manejaba un Restaurant- la adorable tía – se había convertido en una fiera. Y el cocinero gritaba retiren esta paella que se enfría.  La Tía volvió a insistir ¿dónde se metió Juan?  En ese momento me di cuenta que Juan era el mozo  encargado de la mesa 10,  había abandonado su puesto de trabajo. La tía volvió a acusar a la moza ¿Por qué no los vigilaste? …

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…Perdiendo toda postura, la cuarentona le contesto: No tengo porque controlar el trabajo de otro ¡vigile Ud.! ¡ Que no se le escape Juan! A todo esto insistió el Cocinero -con un grito que se escuchó en el África- ¡La Paellaaa, se enfriaaa!  Y la blasfemia, la ira descargada salió de aquella dulce boca de mi tía. Ya vaaa. Ya vaaa. ¡Me cago en Dios!  Me atragante y largue la carcajada. Veía  y escuchaba a mi padre, cuando se golpeaba con el martillo o una rama le raspaba en su cuidada pelada….

… Solo. Tranquilo. Volvía sobre mis pasos con una sonrisa… la panza llena y sospechaba todavía. Con  seguridad… esa  era mi Tía.

 

España.Puerto Banús: No solamente Glamour

Recuerdos de mis Viajes por España

 

Habían pasado unos días desde mi llegada a  Puerto Banús y ya me sentía como si hubiese nacido allí. Lo disfrutaba a pleno. Me gustaba caminar entre sus callecitas y todas las horas me parecían buenas. Cuando salía temprano y respiraba profundamente el aire de mar, mis pulmones se hinchaban y agradecían esa bendición. Como había poca gente, aprovechaba y hacia la caminata bien rápida – la intención era mover todas mis neuronas -

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No dejaba de sorprenderme que a poco de caminar me encontrara con 10 señoritas, muy hermosas, muy perfumadas, con transparencias, carteras y zapatos aguja de primeras marcas, que muy divertidas vivían  su mundo y me ignoraban.  Me refugiaba contra una pared para que no me atropellaran, a su paso dejaban un tornado de aromas,  mientras trataba de guardar esa imagen, intentaba elegir a la más hermosa, tarea imposible,  todas lindas,  altas elegantes ¡Diosas!

A medida que se alejaban me preguntaba: ¿Tan temprano? ¿Estarán por filmar un comercial? Esa idea me atrapo y la di por válida. Seguramente quieren aprovechar la luz del sol que en ese horario no es tan fuerte. Muy paciente todavía apoyado en la pared, esperaba que apareciera un  grupo de técnicos, para hacer la filmación. La espera… en vano. Las muy divertidas iban así vestidas y perfumadas a la Playa. Esto sí es Glamur. Vamos Banús Todavía.

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Al mediodía, cambiaba el rumbo de mi recorrido, lo hacía cerca de la Entrada al Puerto Deportivo, mientras me refugiaba en las sombras para no ser atacado por el poderoso sol, me acurrucaba en un rincón. Expectante y vigilante como la cámara de seguridad de un Banco. No me permitía perder ningún detalle. El lugar elegido era privilegiado. Desde allí observaba la entrada y salida de vehículos. Una ostentosa visión de los poderosos coches y motos de las mejores marcas del mundo, más tarde los encontraría estacionados al lado de su barco o en los mejores Restaurants.

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No dejaba de asombrarme tanta maravilla tecnológica y de buen gusto. El sol los castigaba y los hacía brillar desafiantes. En mi imaginación me veía sentado en uno de ellos. El lujo en su máxima expresión. Me llamaba mucho la atención  tantos  autos pequeños, casi no se despegaban del suelo – Petisitos-  Mi pregunta era: ¿Si son así tan hermosos de chiquitos que será de estos cuando crezcan. ¿Te imaginas cuando sean grandes?…

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Reflexionaba… Pensaba… Quien sabe en qué. Desde ese mi… Puesto de mando. Retenía infinidad de imágenes y sonidos y uno de esos sonidos me impactó. Escuche una frase… Ni buena ni mala. Simplemente una Frase. A mí me puso como una brújula, en tiempo y lugar, me marcaba dónde estaba mi Norte. Me puso ante tanta opulencia económica, nuevamente en caja ¿Quién lo dijo? Un Sr. Común por definirlo de alguna manera.  La misma fue: ¡Me voy al Banco, quiero ver como esta todo! Y la remato con algo que me dio gusto escucharlo ¡A sufrir un poco! Esto tan simple.  Me bendijo, me sentí mortal. Aquí pasa lo mismo que en mi país. Pensé -Pese a todo son como nosotros-  Repensé… ¡Son Humanos!

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Estaba en mis planes una recorrida por Marbella, los tiempos eran escasos, por eso opte hacerlo por mar y contemplarla desde el agua. A su vez me permitiría navegar el interior del puerto y poder ver, filmar y fotografiar tantos hermosos yates amarrados en él. Me pareció una distinta y excelente opción. El viaje es muy confortable, el Mediterráneo te ayuda,  prácticamente no se mueve y la moderna embarcación se desliza muy suave  por el agua, a su vez es una alternativa económica, se puede llegar temprano a Marbella recorrerla y luego volver en el último viaje. Su costo es mucho menor que si se hacen esos pocos kilómetros en un taxi. Hermosa ciudad se alza a orillas del mar y detrás un telón de montañas y barrios de construcciones similares entre sí,  la hacen muy particular, buena música  y una “Caipirá” entre mis manos. El capitán hacia señales sonoras indicando su vuelta al Puerto.

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El crepúsculo se hacía notar, el sol  muy remolón teñía  de un tono rojizo todo lo que iluminaba, los corazones bajan sus decibeles y están más propensos a ser invadidos por los sentimientos, los recuerdos, las añoranzas y el amor, es el horario que eligen para reinar. Embargado por esa sensibilidad a flor de piel salí a caminar. El Puerto deportivo estaba en su esplendor.

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De pronto mi cuerpo y todo mi ser fue invadido por una vanidad dulce ¡quería comerme un helado! uno de los bocados que tanto me fascinan. Quería dejarme poseer por la sublime sensación de  recorrer con la lengua los vericuetos más fríos  de un cucurucho -Es un manjar que no fue inventado por un terrestre- es un placer que a toda hora me inspira deseos. Absorto y dominado por mi gula, me pare frente a la vendedora, billetera en mano, busque los precios para elegir el tamaño, siempre se me ocurre el más grande. Así lo hice como si estuviera en mi barrio, sin pensar que estaba en Europa, Despreocupado – Canchero – Dirigí mi vista a la lista de precios… Trague saliva y  lentamente fui guardando el dinero, el que había preparado para saciar mis más bajos instintos. Mi cara era una máscara…se me iba dibujando una sonrisa. La joven vendedora con cara de angustiada,  en vez de decirme ¿De qué tamaño? Me pregunto: ¿De qué se ríe? A lo que le tuve que decir. No lo tomes a mal, pero con lo que sale un cucuruchito aquí en mi país me compro la heladería.

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Salí de allí con furia, no podía saborear mi capricho dulce y trataba de justificar lo poco que vale mi dinero. Me repetía (Bueno loco) Estás en Europa en Puerto Banús. Caminaba y pateaba mi rabia. La cual se esfumo rápidamente, salía de la Playa una “Bestia Pop” enfundada en su diminuta Biquini – Pensé – No todo está perdido. Seguí caminando alegremente, recorriendo las playas. Un detalle me gustó mucho, los caminos de entrada y  salida a las Playas, estaban cubiertas de alfombra. Me pareció una excelente solución. Para evitar el calor de la arena y que esta se pegue a los pies -Maravillosa coquetería-

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Ya de regreso y cubierto de sombras, la noche… ya se anunciaba y el sol peleaba con sus últimas luces. Descubrí un bar que imitaba un barco antiguo, se servían unos tragos que en su aspecto eran alucinantes. Me dije…Esto no me lo puedo perder. Encare, estaba lleno, solo una mesa muy grande vacía. Se me acerco una hermosa muchacha, que en español me dijo. Siéntese allí. ¿No es  muy grande para mí? ¿Quizás la quieras usar para un grupo más numeroso? Le dije haciéndome el amable.  Siéntese, ya veremos. Su respuesta fue acompañada con una sonrisa más que agradable. Me gusto. Me sentí bien atendido. Me acomodé en una mesa rustica muy alta y unos banquetones también muy altos con ruedas y excelente diseño. Me gusto el ambiente, sumamente agradable ¿Qué trago tenés con helado? Frunciendo su cara me contesto: Me parece que ninguno. Espere… espere. Tomando la carta me señalo uno… ¿Es bueno? Pregunté. Más que bueno, es mi preferido. No hablemos más, tráelo. Soberbio. Una decoración impecable sobre un copón muy grande, gajos de limón, alcohol, y helado de limón, una combinación muy buena, combinación que disfrute hasta que las sombras se recibieron en noche.

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Aquí va la receta:

  • “Lemon Cooler”
  • Vodka Absolut citron
  • Crema sorbete de limón
  • Zumo de limón, lima
  • Sprite, Granadina

 

De regreso, me hice una cena suculenta, como para soportar los embates del alcohol, era mi noche de despedida, las sombras son traicioneras nunca se sabe detrás de que mal hábito se ocultan. Recorrí los mismos lugares que de día, el paisaje había cambiado, las embarcaciones iluminadas y el mar copiaba sus imágenes como un espejo gigante. Voces,gritos y risas – muy ruidosa la noche – no por la música sino por sus habitantes, cuyas costumbre es de hablar estrepitosamente. Grupos importantes de 8 o 10 jóvenes, quizás más, lo hacen hombres y mujeres por separado, iban…iban nunca supe hacia dónde. Boliches de grande nombres pero de pequeña dimensiones, albergaban en sus veredas a sus clientes, que conversaban y tomaban alocadamente. A su lado el mar  como único testigo.

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Ya un poco cansado de caminar  decidí, buscar posición de avistaje en un boliche que está en una esquina, allí se juntan dos avenidas y una nube de promotoras revoloteaba y atacaban a los grupos ofreciéndoles el oro y el moro para que concurrieran a su boliche. Logré una mesa en la primera fila. Infinidad de mujeres, todas lindas, muy elegantes, una mejor que otra, vestidos muy cortos, escotes muy grandes, tacos muy altos, todos ingredientes capaces de hacer detonar dinamita a distancia.

¿Qué? ¿Había una máquina de hacer mujeres lindas? ¿Coches? Los mejores del mundo. Apuraba mi segundo Whisky y el paso era incesante. Todos contentos, riéndose, encuentros con amigos, amigas, la diversión reinaba. Como en el autobús. Todos para el fondo. Era tal mi inquietud por saber a dónde iba tanta gente que yo también encare hacia el fondo. Estaba en eso cuando un grupo muy divertido, se fue por un pequeño pasillo muy angostito y allí estaba…La verdadera noche. “La calle del Infierno” así me dijeron su nombre cuando pregunte. Llena. Reinaba la alegría y el alcohol hacía de las suyas y  acompañaba la diversión, la recorrí de punta a punta, no vi agresión y solamente cordialidad y ganas de parrandear.

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Regresaba lentamente, como defendiéndome, parecía que me llevaban de rehén, no tenía ganas de irme, todo estaba en su esplendor, es muy difícil que olvide estos días paradisíacos que pase en este “Maravilloso Puerto Banús”, pero a la mañana siguiente tenía que levantarme temprano, otro destino me esperaba, solamente deseaba pasarla tan lindo como la pase aquí. Hasta la vuelta. ¡Glamour!