Uruguay. Punta del Este. Toda seducción.

 

Recuerdos de mis Viajes por Uruguay.

 

Mi pie derecho apretaba el piso del auto y el que más sufría era mi acelerador. Estábamos muy ansiosos por llegar en nuestro breve viaje de la Paloma a Punta del Este, allí donde el sol monto su templo en la República oriental del Uruguay, suerte que tan solo nos separaban 130 kilómetros.

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Punta del Este. Sus playas son atracción de Turistas que llegan en grandes cruceros.

Teníamos noticias de que varios periodistas de distintos países se encontraban alojados en el “Hotel Jamaica”. La única referencia que teníamos es que estaba detrás del Hotel “Conrad”. Sentadito en la punta del asiento trasero viajaba mi colega de Ecuador Guido Calderón, el hacía de Copiloto de rally. Entre sus manos lo protegía como si fuera un polluelo, lo exprimía y movía nervioso, mientras sus dedos aprovechaban y le llenaban la cara al GPS. A su vez a viva voz me iba dando indicaciones. Era la auténtica búsqueda del tesoro.

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Punta del Este. La mirada perdida en el horizonte en Casa Pueblo.

Por fin se escuchó: ¡Allí esta! El griterío en el habitáculo del auto era ensordecedor. Rápidamente salieron a saludarnos nuestros colegas de distintos países y así dimos por iniciada la nueva reunión de “Visión” – Asociación de Periodistas Internacionales de Turismo- Una ajustada agenda nos mantendría ocupados por más de 10 días. En pocos minutos más nos pasarían a buscar para dar una recorrida por esta magnífica ciudad balnearia, la codiciada, la única… Punta del Este.

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Punta del este. El “Hotel Jamaica” y su coqueto entorno.

Hicimos el chek inn en el Hotel y nos distribuyeron las habitaciones. La clásica revolcada de las valijas. Debíamos asegurarnos de llevar la máquina de fotos y verificar la carga de las pilas, es la nueva tecnología que nos debemos asegurar en todos los viajes. Sin quererlo ya estábamos arriba del ómnibus y nuestros guias nos iban repitiendo cifras y nombres sin cesar.

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Punta del Este. La belleza de sus codiciadas playas.

Recorrimos el pintoresco Puerto deportivo de la “Virgen de la Candelaria”, descubierto por uno de mis más famosos tíos “Don Juan Díaz de Solís”. Atestado de costosísimas embarcaciones, este fue uno de los primeros puntos que recibieron todos los disparos de nuestras máquinas fotográficas. Descargamos en él toda la adrenalina del viaje. A mi particularmente me hizo poner nostálgico y recordar a “Puerto Banus” en España. Seguimos en nuestro recorrido y llegando a la punta de la península. Vimos como las aguas se unían en un abrazo eterno de colores y sabores en interminables besos de espumas. Allí se juntan las aguas dulces del Río de la Plata y las saladas del océano Atlántico.

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Punta del Este. Grandes cruceros llegan a sus costas.

Rápidamente estábamos fotografiando los famosos “Dedos” muy cercanos a la parada 2 de la playa Brava, uno de los lugares más atractivo para la “Foto” de Punta del Este. Siempre está rodeado de turistas que cámara en mano quieren inmortalizar su silueta. Esta magnífica obra del artista Chileno Mario Irazábal Covarrubias es hoy uno de los iconos más representativo de los esteños. Sus imágenes con ciento de caras de turistas de distintos países recorren el mundo identificándolos. Personalmente cuando los veo me imagino detrás de ellos a la ciudad de Punta el Este. Siempre que puedo paso por allí. Pese a que originalmente el autor quiso prevenir a los bañistas de un posible accidente en el mar. Para mí es un canto a la vida esa mano buscando el inmortal cielo.

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Punta del Este. “Los dedos” Un icono del turismo Uruguayo.

Hoy a estas magnificas playas llegan grandes cruceros que vienen recorriendo distintos puertos. Es este uno de los principales atractivos de la ruta prevista dándole un movimiento importante de turistas extranjeros. Poco a poco recorrimos toda la costa Brava, en su orilla habitan una importante hotelería, edificios y construcciones de muchísimo valor rodeada de puntillosos jardines, ordenados, regados y florecientes, adornados de multicolores flores que le dan un marco especial a toda esta magnífica red edilicia.

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Punta del Este. La Barra de Maldonado y su puente ondulante.

Fuimos en forma directa a la famosa Barra de Maldonado unos de los puntos de reunión del glamour de todos los veranos. Allí se practican todo tipo de deportes náuticos y las siluetas femeninas con muy poca tela sobre su cuerpo adoran al sol. El puente ondulado que une a las dos orillas- así se lo conoce por su forma- Es una obra arquitectónica de una osadía total y hacen del lugar algo muy pintoresco. Atravesarlo nos da una sensación muy extraña en nuestros estómagos, que se traducen en sonrisas y griterío, tal como ocurrió en nuestra combi, provocando un momento muy divertido.

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Punta del Este. Punta Ballena es una obligación visitarla.

Ante el reclamo de todos fuimos hacia Punta Ballena, recorrimos los pocos kilómetros que nos separaban de ella no más de quince, ansiosos por conocer este maravilloso lugar y dispuestos a regalarnos un magnifico atardecer. Conocedores de que esta punta de piedras que arriesgadamente se mete en el mar y tiene el placer de cobijar entre sus rocas a “Casa Pueblo”.

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Punta del Este. “Casa Pueblo” La morada de Paéz Vilaró.

Es este un lugar muy especial que fue creado por un personaje muy mimado por los Uruguayos. “Carlos Paéz Vilaró” recientemente desaparecido. En su mente de artista fabrico este magnífico lugar y lo fue desarrollando a través de los años. En su interior cobija un Hotel de cuatro estrellas, un museo y una galería de arte. Su estructura muy blanca se destaca desde muy lejos entre las rocas. Convierte esta punta saliente de piedras en un paraíso. El lugar tiene un aspecto muy particular cuando el reflejo del sol ocultándose insolentemente lo invade. Convirtiéndolo en el  “Santuario de la Bohemia”.

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Punta del Este. Casa Pueblo y Punta Ballena una simbiosis de Bohemia.

Nuestro transporte regresaba con las primeras sombras que querían invadir el escenario, la ruta costeaba el mar y la blanca espuma sacudía su cabellera sobre las limpias arenas costeras. Viajaba semidormido y meditaba… es que cuando encontramos estos lugares tan bellos los “Turistologos” acostumbramos a usar una frase muy conocida y muy ceremoniosos decimos: “Aquí estuvo la manos de Dios”. En silencio y muy para mis adentros pensaba en el privilegio de los Uruguayos. De haber encontrado a Dios en un día muy descansado, muy creativo y que no uso solamente una mano sino que uso las dos y quizás algún ayudante. Es que le dio tanta belleza a Punta el Este. Su imaginación y su buen gusto son notables. Lo único que se me ocurrió susurrar fue ¡Grande Genio!

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Punta del Este. Las playas y los visitantes de Grandes Cruceros.

Nos dejaron en la puerta del Hotel y nos dieron una hora para bajar bañaditos y perfumados. La cena prometía, nuestro próximo anfitrión seriá el gran “Hotel Conrad Punta del Este. Resort & Casino”. Un cinco estrellas emblemático de Punta, con casi 300 habitaciones, 5 restaurants un completo Spa y un gran Casino. Ubicado en un lugar preferencial frente al mar.

Muy puntuales ingresábamos triunfantes y hambrientos al Restaurant “Las Brisas” del gran complejo. Una pequeña ceremonia con las autoridades del lugar, regalos y llego la esperada orden ¡A comer! Estas son las sugerencias del Chef:

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Punta del Este. Hotel Conrad y el Restaurant “Las Brisas”

Salad Bar

Sopa de pollo y verduras

Wrap de atún y vegetales asados

Principales:

Picaña con papa al plomo

Spaghetti con salsa de hongos y Panceta con hierbas

Pesca del día con salsa de Puerro y azafrán

Buffet de postres

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Punta del Este. El Restaurant Las Brisas en el Hotel Conrad. Buffet de Postres.

En mi caso partí como un enajenado con mi plato y el tenedor armado como para ir a las cruzadas. Mi objetivo la mesa del Salad Bar. Muy abundante y variado. Pese a que quise ser mesurado casi lo hago explotar. Todo regado por un abundante tinto muy rico servido a discreción. Mi plato principal ¡Carne! Picaña. Allí me demostraron la bondad de la cocina, se pidieron dos de ellas, una jugosa la mía y la otra a punto, las dos llegaron al mismo tiempo y con cocción exacta para cada uno y la temperatura. Caliente. Una exquisitez. Los Postres capítulo aparte.

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Punta del Este. Hotel Conrad una apacible recepción.

Un rápido recreo por la sala de Juego, muchos de mis colegas despuntaron el vicio. A mí ya hace tiempo que este bichito me dejo de picar. Lentamente nos fuimos retirando. Mañana muy temprano teníamos un día agotador por las Playas de Piriapolis. Rápidamente las sábanas suaves y la agradable temperatura me envolvieron en un magnifico sueño.

 

España.Puerto Banús: No solamente Glamour

Recuerdos de mis Viajes por España

 

Habían pasado unos días desde mi llegada a  Puerto Banús y ya me sentía como si hubiese nacido allí. Lo disfrutaba a pleno. Me gustaba caminar entre sus callecitas y todas las horas me parecían buenas. Cuando salía temprano y respiraba profundamente el aire de mar, mis pulmones se hinchaban y agradecían esa bendición. Como había poca gente, aprovechaba y hacia la caminata bien rápida – la intención era mover todas mis neuronas -

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No dejaba de sorprenderme que a poco de caminar me encontrara con 10 señoritas, muy hermosas, muy perfumadas, con transparencias, carteras y zapatos aguja de primeras marcas, que muy divertidas vivían  su mundo y me ignoraban.  Me refugiaba contra una pared para que no me atropellaran, a su paso dejaban un tornado de aromas,  mientras trataba de guardar esa imagen, intentaba elegir a la más hermosa, tarea imposible,  todas lindas,  altas elegantes ¡Diosas!

A medida que se alejaban me preguntaba: ¿Tan temprano? ¿Estarán por filmar un comercial? Esa idea me atrapo y la di por válida. Seguramente quieren aprovechar la luz del sol que en ese horario no es tan fuerte. Muy paciente todavía apoyado en la pared, esperaba que apareciera un  grupo de técnicos, para hacer la filmación. La espera… en vano. Las muy divertidas iban así vestidas y perfumadas a la Playa. Esto sí es Glamur. Vamos Banús Todavía.

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Al mediodía, cambiaba el rumbo de mi recorrido, lo hacía cerca de la Entrada al Puerto Deportivo, mientras me refugiaba en las sombras para no ser atacado por el poderoso sol, me acurrucaba en un rincón. Expectante y vigilante como la cámara de seguridad de un Banco. No me permitía perder ningún detalle. El lugar elegido era privilegiado. Desde allí observaba la entrada y salida de vehículos. Una ostentosa visión de los poderosos coches y motos de las mejores marcas del mundo, más tarde los encontraría estacionados al lado de su barco o en los mejores Restaurants.

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No dejaba de asombrarme tanta maravilla tecnológica y de buen gusto. El sol los castigaba y los hacía brillar desafiantes. En mi imaginación me veía sentado en uno de ellos. El lujo en su máxima expresión. Me llamaba mucho la atención  tantos  autos pequeños, casi no se despegaban del suelo – Petisitos-  Mi pregunta era: ¿Si son así tan hermosos de chiquitos que será de estos cuando crezcan. ¿Te imaginas cuando sean grandes?…

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Reflexionaba… Pensaba… Quien sabe en qué. Desde ese mi… Puesto de mando. Retenía infinidad de imágenes y sonidos y uno de esos sonidos me impactó. Escuche una frase… Ni buena ni mala. Simplemente una Frase. A mí me puso como una brújula, en tiempo y lugar, me marcaba dónde estaba mi Norte. Me puso ante tanta opulencia económica, nuevamente en caja ¿Quién lo dijo? Un Sr. Común por definirlo de alguna manera.  La misma fue: ¡Me voy al Banco, quiero ver como esta todo! Y la remato con algo que me dio gusto escucharlo ¡A sufrir un poco! Esto tan simple.  Me bendijo, me sentí mortal. Aquí pasa lo mismo que en mi país. Pensé -Pese a todo son como nosotros-  Repensé… ¡Son Humanos!

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Estaba en mis planes una recorrida por Marbella, los tiempos eran escasos, por eso opte hacerlo por mar y contemplarla desde el agua. A su vez me permitiría navegar el interior del puerto y poder ver, filmar y fotografiar tantos hermosos yates amarrados en él. Me pareció una distinta y excelente opción. El viaje es muy confortable, el Mediterráneo te ayuda,  prácticamente no se mueve y la moderna embarcación se desliza muy suave  por el agua, a su vez es una alternativa económica, se puede llegar temprano a Marbella recorrerla y luego volver en el último viaje. Su costo es mucho menor que si se hacen esos pocos kilómetros en un taxi. Hermosa ciudad se alza a orillas del mar y detrás un telón de montañas y barrios de construcciones similares entre sí,  la hacen muy particular, buena música  y una “Caipirá” entre mis manos. El capitán hacia señales sonoras indicando su vuelta al Puerto.

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El crepúsculo se hacía notar, el sol  muy remolón teñía  de un tono rojizo todo lo que iluminaba, los corazones bajan sus decibeles y están más propensos a ser invadidos por los sentimientos, los recuerdos, las añoranzas y el amor, es el horario que eligen para reinar. Embargado por esa sensibilidad a flor de piel salí a caminar. El Puerto deportivo estaba en su esplendor.

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De pronto mi cuerpo y todo mi ser fue invadido por una vanidad dulce ¡quería comerme un helado! uno de los bocados que tanto me fascinan. Quería dejarme poseer por la sublime sensación de  recorrer con la lengua los vericuetos más fríos  de un cucurucho -Es un manjar que no fue inventado por un terrestre- es un placer que a toda hora me inspira deseos. Absorto y dominado por mi gula, me pare frente a la vendedora, billetera en mano, busque los precios para elegir el tamaño, siempre se me ocurre el más grande. Así lo hice como si estuviera en mi barrio, sin pensar que estaba en Europa, Despreocupado – Canchero – Dirigí mi vista a la lista de precios… Trague saliva y  lentamente fui guardando el dinero, el que había preparado para saciar mis más bajos instintos. Mi cara era una máscara…se me iba dibujando una sonrisa. La joven vendedora con cara de angustiada,  en vez de decirme ¿De qué tamaño? Me pregunto: ¿De qué se ríe? A lo que le tuve que decir. No lo tomes a mal, pero con lo que sale un cucuruchito aquí en mi país me compro la heladería.

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Salí de allí con furia, no podía saborear mi capricho dulce y trataba de justificar lo poco que vale mi dinero. Me repetía (Bueno loco) Estás en Europa en Puerto Banús. Caminaba y pateaba mi rabia. La cual se esfumo rápidamente, salía de la Playa una “Bestia Pop” enfundada en su diminuta Biquini – Pensé – No todo está perdido. Seguí caminando alegremente, recorriendo las playas. Un detalle me gustó mucho, los caminos de entrada y  salida a las Playas, estaban cubiertas de alfombra. Me pareció una excelente solución. Para evitar el calor de la arena y que esta se pegue a los pies -Maravillosa coquetería-

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Ya de regreso y cubierto de sombras, la noche… ya se anunciaba y el sol peleaba con sus últimas luces. Descubrí un bar que imitaba un barco antiguo, se servían unos tragos que en su aspecto eran alucinantes. Me dije…Esto no me lo puedo perder. Encare, estaba lleno, solo una mesa muy grande vacía. Se me acerco una hermosa muchacha, que en español me dijo. Siéntese allí. ¿No es  muy grande para mí? ¿Quizás la quieras usar para un grupo más numeroso? Le dije haciéndome el amable.  Siéntese, ya veremos. Su respuesta fue acompañada con una sonrisa más que agradable. Me gusto. Me sentí bien atendido. Me acomodé en una mesa rustica muy alta y unos banquetones también muy altos con ruedas y excelente diseño. Me gusto el ambiente, sumamente agradable ¿Qué trago tenés con helado? Frunciendo su cara me contesto: Me parece que ninguno. Espere… espere. Tomando la carta me señalo uno… ¿Es bueno? Pregunté. Más que bueno, es mi preferido. No hablemos más, tráelo. Soberbio. Una decoración impecable sobre un copón muy grande, gajos de limón, alcohol, y helado de limón, una combinación muy buena, combinación que disfrute hasta que las sombras se recibieron en noche.

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Aquí va la receta:

  • “Lemon Cooler”
  • Vodka Absolut citron
  • Crema sorbete de limón
  • Zumo de limón, lima
  • Sprite, Granadina

 

De regreso, me hice una cena suculenta, como para soportar los embates del alcohol, era mi noche de despedida, las sombras son traicioneras nunca se sabe detrás de que mal hábito se ocultan. Recorrí los mismos lugares que de día, el paisaje había cambiado, las embarcaciones iluminadas y el mar copiaba sus imágenes como un espejo gigante. Voces,gritos y risas – muy ruidosa la noche – no por la música sino por sus habitantes, cuyas costumbre es de hablar estrepitosamente. Grupos importantes de 8 o 10 jóvenes, quizás más, lo hacen hombres y mujeres por separado, iban…iban nunca supe hacia dónde. Boliches de grande nombres pero de pequeña dimensiones, albergaban en sus veredas a sus clientes, que conversaban y tomaban alocadamente. A su lado el mar  como único testigo.

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Ya un poco cansado de caminar  decidí, buscar posición de avistaje en un boliche que está en una esquina, allí se juntan dos avenidas y una nube de promotoras revoloteaba y atacaban a los grupos ofreciéndoles el oro y el moro para que concurrieran a su boliche. Logré una mesa en la primera fila. Infinidad de mujeres, todas lindas, muy elegantes, una mejor que otra, vestidos muy cortos, escotes muy grandes, tacos muy altos, todos ingredientes capaces de hacer detonar dinamita a distancia.

¿Qué? ¿Había una máquina de hacer mujeres lindas? ¿Coches? Los mejores del mundo. Apuraba mi segundo Whisky y el paso era incesante. Todos contentos, riéndose, encuentros con amigos, amigas, la diversión reinaba. Como en el autobús. Todos para el fondo. Era tal mi inquietud por saber a dónde iba tanta gente que yo también encare hacia el fondo. Estaba en eso cuando un grupo muy divertido, se fue por un pequeño pasillo muy angostito y allí estaba…La verdadera noche. “La calle del Infierno” así me dijeron su nombre cuando pregunte. Llena. Reinaba la alegría y el alcohol hacía de las suyas y  acompañaba la diversión, la recorrí de punta a punta, no vi agresión y solamente cordialidad y ganas de parrandear.

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Regresaba lentamente, como defendiéndome, parecía que me llevaban de rehén, no tenía ganas de irme, todo estaba en su esplendor, es muy difícil que olvide estos días paradisíacos que pase en este “Maravilloso Puerto Banús”, pero a la mañana siguiente tenía que levantarme temprano, otro destino me esperaba, solamente deseaba pasarla tan lindo como la pase aquí. Hasta la vuelta. ¡Glamour!

España: Puerto Bannús. Todas Fantasias

Recuerdos de mis Viajes por España.

Arrastraba mi deteriorada maleta. La muy maldita venia de rodar por la escalera de la terminal de ómnibus, si allí… en Marbella (que glamur ni que glamur) esta bendita no se cayó en cualquier destino, para caerse que mejor lugar que Marbella, no menos de 10 escalones. La quise agarrar de la manija, para protegerla, para no arrastrarla y que sus rueditas no sufrieran, la  desagradecida… no tuvo mejor idea que romperse, mientras yo amorosamente la abrazaba,  la muy bestia cayo haciendo un ruido estrepitoso. Me quede helado, petrificado y avergonzado.

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Lo más gracioso era mi pose, como si estuviera tocando el acordeón pero sin nada que uniera mis manos, colorado de vergüenza y en una  actitud muy tonta. Observaba todo a mí alrededor y hacia un recuento de  los que se reían. No dejo de reconocer que es divertido cuando le pasa a otro…Algunos pasajeros salieron espantados,  los muy exagerados  se pensaron que los iba a aplastar,  yo también.  En este momento me acuerdo y me sonrió, no quiero imaginar cómo se divirtieron los que miraban de lejos.

Suerte que no se abrió, si hubiese ocurrido. Estaría arrodillado frente a ella  como si fuera un herido, acomodando la ropa, las medias, remeras y  el desodorante rodando por los escalones… Todavía aferraba fuertemente el pedazo de manija en mi mano, como si fuera un trofeo, tampoco entiendo porque me había quedado como detenido en el tiempo  y la miraba fijamente. Mientras… hacía un inventario del  deterioro(es nueva,  su segundo viaje) Los viajeros frecuentes no sabemos que usar para transportar nuestros bártulos, para que estén  seguros y que no se rompan tan fácilmente.

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La valija se convierte en la “Caja Fuerte del Turista” – allí lleva todo su capital- cuando queremos conservar algo todo va a parar a ella, el trastorno de perderla en un viaje es terrible. Si las compañías que las administran entendieran esto, intentarían un manejo más responsable de ellas. La muy bella- la mía-  se convirtió en el martirio de mi viaje, todas las mañanas le dedicaba un buen tiempo en su reparación.

El mal trago ya había pasado y ya estaba cruzando la plazoleta bordeando  una fuente de agua que te recibe en el Portal de Puerto Banús, te da la Bienvenida.  A pocos metros  está el hotel dónde me alojaba. Para este caso opté por un Appart Hotel. Una forma de vacacionar  que a mí me apasiona, me encanta la cocina y hacerlo con los productos regionales de cada lugar  mucho más. A su vez el ahorro que implica no comer afuera me permite comprar otras cosas que también me llenan, pero de satisfacción.

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El departamento en suerte merece un párrafo aparte, era tan enorme que necesitaba un guía profesional para recorrerlo. Dirán Uhhh, que exagerado y les puedo asegurar que no lo soy para nada. A saber: Vestíbulo, Gran living -enorme- cocina amplia, comedor diario, con ventanal, baño. Zona de sueño: habitación vestidor, baño principal y el Dormitorio. A su vez si eran más pasajeros, un dormitorio con cama matrimonial y otro baño. Una locura total. Todo por el mismo precio que una habitación de Hotel

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Ventajas: con pequeño sacrificio, se ahorra mucho dinero y se puede ocupar el mismo en compras o extender los días, amarrocarlo si te gusta.

Desventajas: El sacrificio y algo que aparentemente ocurre en todos los lugares del mundo, siempre pensé que era solo en mi país. Falta todo lo que podes necesitar en  forma inmediata…

El Turista cuando llega, no encuentra nada de lo que se necesita para vivir. Es poco creíble que  uno deba salir corriendo a comprar lo necesario para subsistir. Esto trae aparejado perder horas de descanso o de conocimiento de lugares. Esto tiene tan fácil solución que es difícil encontrar una explicación de porqué no se resuelve.

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Ningún empresario Hotelero, pierde su capital o su sueño si se le agrega al costo de la habitación: café, té, azúcar, aceite, detergente, servilletas… -En pequeñas cantidades- El turista no debe perder de ninguna manera su tiempo al minuto que llega en buscar un supermercado para resolver sus necesidades básicas. A su vez esta obligado a comprar estos elementos en envases familiares, cuando por dos tres días lo que necesita son cantidades  mínimas.

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Ya instalado di una recorrida de reconocimiento por el departamento y salí enfurecido a la calle,  la ansiedad me devoraba, me parecía imposible estar allí y tenía cuatro días para disfrutarlo. La salida de mi mansión, era a un lúgubre pasillo de cien metros. Por un lado tenía una arteria comercial,  por el otro directamente accedía una peatonal  que bordea al mar, atestado de chiringuitos, bares y restaurants, es la más importante del Puerto Deportivo.

El sol del mediodía parecía que quería partirme al medio, pero poco me importo. Devoraba las distancias, las calles y callecitas tratando de mirar todo en segundos, los negocios se empezaban a poblar, un agradable olor a comida te abría el apetito. Los platos con frutos del mar y las cañitas estaban en todo su esplendor.

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Todo me parecía atractivo. Miraba vidrieras, algo no tan usual en mí, pero eran tan llamativas que hasta me paraba en las femeninas. Cuando me daba cuenta echaba un vistazo en seguida en todas direcciones para ver si había algún conocido. Por suerte no ocurrió. Las embarcaciones, las motos, los autos. Las Mujeres. Cosa de locos. Ya habían pasado casi dos horas. Y si algo no puede controlar el hombre es el cansancio. Te arruina todos los planes, la sed y el hambre son buenos compañeros de este último, así que emprendí mi regreso hacia el que sería mi reducto por unos días.

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Ya en sus cercanías pregunté donde había un supermercado. Ahí. Fue la respuesta. Al lado -Lo habían puesto para mí-  Cargue: jamón ibérico -mucho- una baguete crujiente, tomate, manteca para el sándwich, cervezas, gaseosas, lo mínimo indispensable,  luego de a poco la gula hace que se vaya llenando la heladera. Mientras preparaba mi almuerzo, me serví mi primer On the rock, -como aperitivo- es una  suerte que “Don Walkers” siempre me acompaña en todos los viajes.  Imposible estar en el Paraíso y no brindar por ello. Merecía sentarme en un sillón -así lo hice- un sorbo y entrecerré los ojos, me parecía mentira estar allí, a cuantos seres queridos hubiese sentado a mi lado para que disfruten conmigo en ese momento.

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Mientras disfrutaba mi almuerzo, escuchaba música muy fuerte, “marcha”, imagine que era en la playa y que las mujeres que había visto semidesnudas las vería desnudas.  Así lo comprobé, era una playa que estaba poblada de gente muy joven y con ganas de divertirse. Los tragos, las cervezas y el baile los acompañaban, había tarimas donde: jóvenes muy bronceadas a pleno sol, se contorsionaban muy sensualmente.

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Más tarde comprobé que una  buena hora para salir a caminar era alrededor de las 18hs, las diosas del mar  salían de la Playa, las más remolonas esperaban que bajara un poco el sol, aprovechando que había poca gente revoleaban los corpiños de sus bikinis. En otros sectores bajaban de los autos ya preparadas para la guerra nocturna con todo su glamour, transparencias, tacos muy altos, mucho brillo y esplendor, su intención era atrapar la noche con una copa en la mano, algunos cenan muy temprano y otros muy tarde todo depende de la costumbre de su país de origen, la temperatura era agradable y daba gusto caminar. Mientras gatillaba y gatillaba mi cámara fotográfica.

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Debo confesar que un poco me molestaba que solamente se hable, inglés, alemán, turco o países del oriente, casi nada español. Me ponían de mal humor. Me sentaba en algún bar y me encaraban para el pedido en otro idioma distinto al español, había allí muchos ingleses y alemanes con su clásica manera de hablar a los gritos, sin duda que opacaban a los otros idiomas.

Mas recorridas por las calles del Puerto, la calle de: “La Ribera” y “La Av. De la Ribera” eran constantes, no me cansaba de hacerlo, mientras le exigía a mi cuerpo un poco de caminata, para bajar tantas cosas ricas y tantas cañitas. Generalmente hacia este recorrido cuatro veces. En todas ellas recogía experiencias distintas y todos los horarios me parecieron atractivos.  

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Los yates bien agarraditos de sus amarras, son testigos de tanto Glamur, el movimiento del puerto es mínimo, pero su presencia era como el blanqueo de las cuentas corrientes de su propietario, muchas veces me quedaba mirando sus estructuras  -absorto elucubraba- que maravilla sería poder convertirme en confidente de uno de ellos y que me contaran un poco de lo que ocurre en su interior. Bahhh, cavilaciones de un Periodista, chismoso y metido…