Al principio todas las chicas son oportunidades. Uno las mira, les sonríe, les mete un chiste y, de a poco, va construyendo un plan de seducción. Ella te acepta una salida, vos te preparás para la noche, tenés algo de suerte y hasta, quizás, se ven durante algunas citas más. Pero es poco probable que el primer tiro libre que patees en tu vida vaya al ángulo, hasta Messi y Maradona erraron un penal (hoy estoy futbolísticamente muy metafórico). Y lo que sucede es que, con el paso del tiempo, comienzan a quedar huellas en muchos lados de amores no correspondidos, de relaciones fallidas, de historias que nunca fueron. Ahí es cuando te encontrás en medio de un gran cementerio amoroso en el que tu celular, Internet, tus amigos y hasta tu barrio, se encargan de recordarte periódicamente que todo, absolutamente todo, puede fallar.