Mis 48 horas en el Odyssee II

Abro los ojos sobresaltada. No sé dónde estoy. Sé que no es mi casa, ni algún hostel, ni la carpa. Mis neuronas tardan en acomodarse, hasta que logran darle sentido a lo que ven: un territorio chiquitísimo lleno de cosas que se mueven de un lado a otro, en un vaivén constante y brusco. Como si estuviese montando un toro acuático desaforado que busca tirarme de algún lado. No lo logra, quizás sólo porque estoy acostada y agarrada con uñas y dientes a las sábanas. Finalmente, entiendo: estoy en el Odyssee II, un velero de 13 metros de largo por 3 de alto que me está llevando a mí y a otros seis turistas a cruzar la frontera de Colombia con Panamá, en un viaje que empezó hace más de 30 horas.

Continuar leyendo