El Papado es una posición singular, única, una que realmente no se puede comparar con ningún otro papel de liderazgo. Sin embargo, los hechos de hace unas semanas que rodearon la elección del Papa Francisco me trajeron a la mente tres recordatorios sorprendentes de algo que he escrito antes: las cualidades de sacrificio, la humildad y la abnegación que todos los verdaderos líderes deben poseer.
El primer ejemplo tiene que ver con el lugar al que un nuevo Papa va inmediatamente después de ser elegido. Se llama La Sala de las Lágrimas. Como explicó un sitio web, el nombre se deriva de la idea de que es el lugar donde “los papas nuevos con frecuencia han sido embargados por la emoción ante la idea de la pesada carga que les ha sido dada.”