Ha comenzado un nuevo año, el 2012 ya es historia, el mundo no se acabó como predijeron los futuristas y agoreros utilizando de excusa una mala interpretada calendarización maya. Entonces, a celebrar por partida doble, no se terminó todo, y un nuevo año lleno de oportunidades ha iniciado.
Probablemente en millones de mesas alrededor del mundo, de acuerdo a la costumbre de muchos países, para la cena de celebración por el año que arranca cada comensal apartó un racimo con doce uvas y por cada una de ellas hicieron un propósito. Sin embargo, lamentablemente, con pena, la gran mayoría de estos propósitos se irán diluyendo durante el transcurso de los meses siguientes, dado que sobre todo son más que nada deseos, los cuales rara vez son tratados para llevarse a la realidad.
Curiosamente, la palabra propósito tiene un doble significado en los tres idiomas que es publicado este escrito: “la intención de hacer algo” y “el objetivo que tiene un acto”.
Si el primero, no tiene el segundo, no hay estrategia que sea viable. Una estrategia sostenible depende de que tenga un objeto claro, un sentido compartido, es el propósito lo que le da sustento a la estrategia, su razón de ser. Un propósito de año nuevo que no tiene una clara razón de ser está destinado a no cumplirse.