Crónica de un asesinato inminente

#LíneaMaginot

La bronca que da estar años en vilo sin saber cómo sigue una historia. Ni siquiera digo saber cómo termina. Saber aunque sea cómo sigue.
¿Leyeron “Santería” y “Sacrificio”, de Leonardo Oyola? Si las leyeron saben de lo que hablo. Hablo de Fátima, la bruja blanca, y de La Marabunta, la bruja negra, que empezaron a enfrentarse en la primera novela y terminaron –a lo George R.R. Martin- aniquilando gente a lo pavote en “Sacrificio”. Y aquí estamos todavía los lectores: con las dos protagonistas dando vueltas por algún lugar de la ciudad, peleándose a muerte, y nosotros sin enterarnos de nada.


Se me ocurre meter presión y averiguar qué está pasando. ¿Por qué no se publica la continuación del “continuará”?
“Santería” y “Sacrificio” son dos novelas de la colección Negro Absoluto, dirigida por Juan Sasturain y editada por Ricardo Romero, ambos también autores del género. La colección es de Ediciones Aquilina y comenzó en 2008.

La historia es singular.

Primero. El requisito sine qua non de la colección es que la acción transcurra en Buenos Aires, sin distinción de épocas. La idea original, la financiación y esta condición insoslayable me dicen que partió de María Teresa Arida, vinculada al mundo del cine y residente en Londres.

Segundo. Si bien Buenos Aires es escenario obligatorio, de los autores que integran Negro Absoluto sólo dos son locales: Leonardo Oyola y Juan Terranova. Veamos el resto. Ricardo Romero –ya dijimos, editor y autor de Negro Absoluto-, Paraná, Entre Ríos; Osvaldo Aguirre, Rosario, Santa Fe; Elvio Gandolfo y Gabriel Sosa, entre Rosario, Mendoza, Montevideo, y Buenos Aires; María Inés Krimer, Paraná, Entre Ríos; Federico Levín, Rosario, Santa Fe, aunque se define como “escritor porteño”. Creo que no me falta nadie.

Tercero. ¿Por qué una colección de quince novelas tiene sólo siete autores (Gandolfo&Sosa valen por uno)? Porque desde el vamos se planificaron trilogías. Un autor, tres entregas. En la mayoría de los casos se conserva al protagonista y se trabajan episodios unitarios (planteo, desarrollo y desenlace en el mismo libro). Oyola, en cambio, imaginó en continuado. La historia no termina en el primer ni el segundo libro. Tampoco va a terminar en el tercero porque, además, fue el único que firmó por una tetralogía, por lo que las novelas son cuatro: “Santería”, “Sacrificio”, “Aquelarre” y “Amén”.

Cuarto. De doce a cuatro, de cuatro a dos y así. La colección se presentó con gran entusiasmo en la Feria del Libro 2008. Llevaban cuatro libros bajo el brazo y esperaban llegar a diciembre con doce en los estantes. Aquel año sólo editaron esos cuatro. En 2009, otros cuatro. En 2010, dos. En 2011, tres. En 2012 se decidió cambiar de distribuidora y sobrevino una suerte de parate para recuperar los libros, cerrar cuestiones administrativas e iniciar nueva distribución –actualmente Gárgola, donde también trabaja Ricardo Romero-.

Quinto. Me comunico con Ricardo Romero que resulta ser una persona con la que no estamos de acuerdo en casi nada pero también resulta que me cae muy bien. Es generoso y paciente al darme detalles de Negro Absoluto. Lo vuelvo –como corresponde- un poco loco. Y también -como corresponde- le discuto. La cuestión es que mi único interés, en el fondo, es saber cuándo se va a publicar “Aquelarre” así que le pregunto por aquello que se me ocurre que puede ser el obstáculo que está impidiendo que el libro llegue a mis manos. Entre otras cosas, me intereso por las liquidaciones de los autores –si cobran- y comenta que no cree que los autores de la colección publiquen allí para ganar dinero. No coincidimos: creo que siempre que se haga algo que se vende, debe ganarse dinero. Le pregunto por el trabajo de edición. Me dice que él hace de todo, desde editar hasta levantar cajas de libros –las que están volviendo de una distribuidora para pasar a la otra, por ejemplo-. Le comento que no se puede trabajar así, que así se trabaja mal. Se ve que Romero trabaja mucho, muchísimo. De hecho cuando llego al bar –tarde, tardísimo, culpa del tránsito y del desastre en la 9 de julio- él está leyendo un original, tranquilo, esperando mientras ya es de noche, trabajando todavía.

Sexto. Conozco a Leo Oyola. Lo conozco desde una noche que nos vimos en una reunión previa del BAN (festival Buenos Aires Negra) y al finalizar nos fuimos a cenar con Adrián Caetano, con el que había quedado en encontrarme para chusmear. Yo ya era fan de Oyola pero no sabía que Oyola era fan de Caetano. Nos comimos una exquisita pizza de muzzarella con panceta y la conversación fue más o menos así: yo elogiaba a Oyola, Oyola elogiaba a Caetano, yo intentaba convencer a Caetano de que dirigiera “Kryptonita”, Caetano y Oyola hablaban de música de los 80 y finalmente yo lo peleaba a Caetano porque me discutía que “Crónica de una fuga” no es una de sus mejores películas. “¡Qué sabés vos!”, le decía, y así. Muy lindo todo.

Séptimo. Sé que Leo Oyola tiene escrita “Aquelarre”, no sé si terminada, pero tener, tiene algo. Sé que cambió de editorial, que sacó “Kryptonita” –mi novela preferida-, por Literatura Mondadori, y que ahora su contrato es con Santillana, para el sello Suma de Letras, y que en septiembre van a editar su novela “Ultratumba”. Le pregunto a Ricardo Romero y me dice que de “Aquelarre” no tiene noticias.

Octavo. Le propongo a Romero darle un vistazo a la colección y me hago de la mayoría de los libros, incluso de los que acaban de publicar ahora en junio: “Siliconas Express”, de María Inés Krimer, y “El spleen de los muertos”, del mismo Romero. Cada uno de los libros tiene un prólogo más o menos prescindible escrito por Juan Sasturain (de quien, en tren de hablar de policiales, recomiendo fervientemente el programa “Disparos en la biblioteca”, emitido por el canal Encuentro).

Noveno. Rápidamente me doy cuenta de que Leonardo Oyola es el punto más alto de la colección. Como este blog no es periodístico pero sí servicio entre lectores, acerco mi impresión general de por dónde entrarle a Negro Absoluto (http://www.negroabsoluto.com/texto.htm). Vayamos por departamento.

Noveno A. Las novelas de Osvaldo Aguirre tienen como protagonista al periodista del legendario diario Crítica, de Natalio Botana, Gustavo Germán González, también conocido como GGG y no menos legendario. La historia de la primera entrega “Los indeseables” es correcta y presenta a GGG tal como él se presentó en sus propias historias, un periodista con las manos sucias y no precisamente de tinta. De tener esta data en blanco, comenzaría por leer a GGG sin intermediarios.

Noveno B. María Inés Krimer inventó una detective mujer, judía, del barrio de Once. Muy divertida, muy políticamente incorrecta que te habla de paraguayas y tucumanas en un prostíbulo o te conversa con la boliviana que limpia. Le pregunto a Krimer por Ruth. “Se me ocurrió una detective sólo por una cuestión de género. El policial es bastante misógino. Las mujeres son víctimas o asesinas, un podio no muy deseable, por cierto. En cuanto a la identidad judía de Ruth Epelbaum, tiene que ver con mi propia historia. Y con cierta pasión por preguntar, que ya está en la Biblia”.

Noveno C. Gandolfo&Sosa escriben a cuatro manos. No sé si es la escritura o la historia pero abandoné “El doble Berni”. Como dice una amiga mía, no te digo que no sea bueno pero no es my cup of tea.

Noveno D. En “Lejos de Berlín” Juan Terranova presenta un triple asesinato en el bulín de un empresario teatral. Época: primera presidencia de Perón. Muertos: el empresario y dos vedettes/actrices/chicas del espectáculo. Después del auspicioso arranque sigue la larga historia de un fotógrafo alemán, en realidad espía nazi en Buenos Aires, avanzada del Tercer Reich para refugiarse en la Argentina. No sé cómo termina.

Noveno E. De Federico Levín no tengo “Ceviche”, la primera entrega de su trilogía, pero leí “Bolsillo de cerdo”, con el ex periodista gastronómico El Sapo y el linyera Dionisio como dupla protagonista. Tres apuntes. 1) No es una novela negra. 2) Hay un arduo trabajo de estilo que por momentos pierde el registro. Si uno elige que las cosas pasen, entonces no suceden. Si “ella se entregaba con gracia iconoclasta”, escribir luego “cogieron”, desafina. O se coge o se hace el amor con gracia iconoclasta. 3) Es interesante la escritura de Levín, hasta envolvente, diría. Se me ocurre que hay que seguirlo. Así que lo seguí por mail y le pregunté por las novelas. “La tercera se llama La lengua estofada, y la entrego de acá a un mes (agosto). Transcurre en el interior del país”. Me llama la atención que no tenga a Buenos Aires de fondo y se lo digo pero, bueno, las cosas se van dando así…

Noveno F. Ricardo Romero. Si hay alguien de quien uno a priori pensaría Este aprovechó y se publicó las novelas, deben de ser malísimas, es del editor. Mal hecho. Romero puso en una Buenos Aires someramente futurista –no se nota tanto- a tres tipos que sufren del síndrome de Tourette. La primera novela, “El síndrome de Rasputín”, es de las más divertidas de la colección. Arranca con Abelev, que no puede evitar gritar “Hi Hitler” (sic, no “Heil Hitler”). Abelev es perseguido por un par de tipos que antes de terminar el primer capítulo lo arrojan desde un piso 12. Abelev rebota en los cables de alta tensión y de allí va a estrellarse sobre el techo de un colectivo. La escena siguiente es en el hospital donde nuevamente intentarán asesinarlo pero esta vez cuenta con sus dos compañeros de síndrome para salvarlo y resolver el misterio. Abelev, Maglier y Muishkin se reencuentran en “Los bailarines del fin del mundo” y, tal como ya se dijo, aparecieron ahora en junio con la última entrega, “El spleen de los muertos”.

Diez. Sin novedades de “Aquelarre”. Me encuentro con Oyola en casa de un amigo en común. Doy rienda suelta a la tortura. “Quiero leer Aquelarre, quiero leer Aquelarre. ¿Qué pasa con Fátima? ¿Qué pasa con La Marabunta? ¡Todos muertos! ¡Todos muertos!”. Oyola se sonríe. Me mira y se sonríe. “Lo tengo pero no lo tengo”, me dice y se queda pensando. Entonces sigue: “Escuchá: así como la gente muere, la gente resucita”. Ohhh… Me da nombres, me da fechas. Empiezo a intuir que sé demasiado. No obstante, quiero más. Le pido el pdf. Vuelve a sonreír. Nos sacan una foto. Por un juego de luces y expresiones dicen que parece una imagen religiosa. Yo creo que no. Creo que en la foto Oyola está teniendo pensamientos non sanctos. Pensamientos como… Ahora que te conté el secreto, voy a tener que matarte. Mi vida correrá peligro hasta 2014.

Qué nervios…

Foto con Oyola en lo de Santa Ana