¿Quién mató a Nola Kellergan?

#LíneaMaginot

En los años 90 hubo una serie que a muchos, muchísimos, nos tuvo en vilo: “Twin Peaks”. En aquel entonces el nivel de tecnología en hogares no era el de ahora, no existía eso de “bajar” los capítulos. Había que esperar a que lo pasaran en la tele. Esto que hoy por hoy se ve como un obstáculo generaba respuestas interesantes: nos juntábamos para verla. ¿Por qué nos citábamos religiosamente en una casa a ver el capítulo? Sencillo: en los 90 tampoco había redes sociales y si lo veías solo en tu casa no tenías a nadie con quien comentarlo. Y cuando uno dice “nadie” incluye a hermanos, padres y cónyuges. Porque uno quería ver y comentar “Twin Peaks” con “alguien” y la condición para ser “alguien” era ser otro fanático. Ahora, la pregunta más importante: ¿por qué necesitábamos tanto la sesión post-”Twin Peaks”? Porque la serie nos desbordaba, nos superaba, nos pasaba por arriba. Era una topadora.

A esa topadora me hizo acordar “La verdad sobre el caso Harry Quebert”, del suizo, joven y -supongo- ahora millonario best-seller Joël Dicker.

Si ya leyeron la novela de Dicker les recomiendo que vean este videoclip. Es el tema principal de Twin Peaks (fantástica música original de Angelo Badalamenti). Las imágenes representan a la perfección el universo creado hace veinte años por Mark Frost y David Lynch.

Si todavía no leyeron la novela de Dicker les recomiendo que vean este videoclip porque estos son los paisajes y los personajes que se van a encontrar en el aparentemente inocente pueblo de Aurora donde alguien, un 30 de agosto de 1975, mató a Nola Kellergan.

¿Quién mató a Laura Palmer? ¿Quién mató a Nola Kellergan?

Aurora y Twin Peaks están poblados por la misma fauna: el pastor, los policías de pueblo chico, el bar, la camarera, la escuela… Son pueblos donde el tiempo pasa y nada cambia. Hasta que asesinan a una adolescente hermosa e ingenua. Entonces, aparecen los pobres, los ricos, los olvidados, los deformes o locos, los poseidos, los demonios, los exorcistas, las mujeres hermosas y frustradas, los hombres sin futuro. Y también llega el outsider, el tipo que viene de afuera, de una gran ciudad, con otros ojos y otra cabeza y se pone a investigar. En “Twin Peaks” es el agente especial del FBI Dale Cooper y en “La verdad sobre el caso Harry Quebert” es el escritor Marcus Goldman. Ambos recorren el mismo camino: para poder contestar la pregunta ¿Quién mató a…?, deben comenzar por preguntarse: ¿Quién era…?

Quién mató a Laura Palmer.

¿Quién mató a Laura Palmer?

De modo que a lo largo de la investigación Laura Palmer y Nola Kellergan resultan no ser ni tan adolescentes ni tan ingenuas. Hermosas sí. Y ese pueblo pintoresco poco a poco se transforma en lo que se supone que es un pueblo chico: un lugar plagado más de victimarios que de víctimas, lo que se dice un infierno.

Pero no estamos aquí para hablar del qué sino del cómo. Esto es: cómo es que se suceden los hechos en estas historias. Porque es eso precisamente lo que nos atrapa, no tanto lo que sucede sino la forma en que nos lo cuentan.

Nos gustaba de “Twin Peaks” que era distinto a todo lo que habíamos visto en materia de misterio/policial/thriller. Con David Lynch no se sabía qué podía pasar ni en el siguiente capítulo ni en la siguiente escena. En este sentido Joël Dicker elige para “La verdad sobre el caso Harry Quebert” un formato narrativo muy original. No me refiero ni a la numeración inversa de los capítulos, ni a la introducción de los consejos de escritura como una serie de acápites, ni a la multiplicidad de voces. Me refiero al permanente anticlímax con que narra las dos terceras partes de la novela. Tal vez esto es lo que atrapa al lector: Dicker elige contar la historia de la investigación sobre el asesinato de Nola Kellergan más o menos como sucedería en la vida real.

La vida misma

En la vida real no existe el narrador que nos va tirando pistas de que puede pasar esto y aquello. No existe el narrador que mantiene el suspenso hasta que finalmente, pum, nos sorprende con un giro del destino y nos deja colgados de una rama hasta el próximo capítulo. En los libros sí. Especialmente en los thrillers (y su estructura de cliffhanging). Pero en la vida real lo que pasa es que primero las cosas saltan y recién después se agregan los detalles. Esto es lo que hace Joël Dicker hasta el punto de la trama en que Marcus Goldman, el joven escritor (nuestro outsider), publica la novela que fue a escribir a Aurora.

Gran parte de “La verdad sobre el caso Harry Quebert” está escrita así, a contramano. Esta es la clave de la originalidad del texto y no los vistosos adornos de numeración, citas y voces. La cuestión es que justo, justo cuando el lector empieza a cansarse de leer así: cuarta, marcha atrás, cuarta, marcha atrás, la forma de contar cambia completamente.

Quiero decir: justo en el punto del relato en el que Mark Frost y David Lynch se desquiciaron atrapados por su propio frenesí de originalidad y se perdieron sin remedio, Joël Dicker detiene la marcha, mira hacia el lector y le dice: “Ahora ponete el cinturón de seguridad”.

La recta final

La última parte de “La verdad sobre el caso Harry Quebert” es de género absoluto. Ya los hechos no se suceden como en la vida real. Ahora un narrador toma el volante y despliega indicios lentamente hasta el clímax del descubrimiento. Vamos a reconocer: Dicker nos tiene en un puño. Nos zamarrea una y otra vez al borde del red-herring (abuso de falsas pistas y falsos desenlaces), mientras se encarga de desenmascarar una tras otra las sub-tramas que se esconden no sólo tras la muerte de Nola Kellergan sino tras el silencio bajo el cual el asesino se ha amparado durante 30 años.

Afortunadamente, Joël Dicker es un escritor eficaz, no está chiflado como la dupla Lynch-Frost.

Pero debo confesar algo. No sé si mañana recordaré “La verdad sobre el caso Harry Quebert”. Twin Peaks será siempre inolvidable.