Acá lo que importa es la ley. Y la tarasca

#LíneaMaginot

Asuntos como el de Kodama Vs. Katchadjan sobre el que tanto se argumenta y tanto opinan periodistas y escritores, al poco de dar vueltas sobre el tema, me pone frente a una vieja pregunta que me hago: ¿acaso el grueso de los periodistas y escritores argentinos pertenece a una “aristocracia” vernácula y vive de rentas?

Más allá de si es excesiva la pena impuesta por la Cámara, porque una cosa es la infracción y otra cosa es la pena, lo claro es que:

-Katchadjan tomó un texto ajeno, protegido por la propiedad intelectual, y lo reprodujo.

-Lo que Katchadjan llama experimento consistió en tomar “El Aleph”, de Jorge Luis Borges, completo y agregarle palabras e ilustraciones para “engordarlo”. De ahí “El Aleph engordado”, por Pablo Katchadjan.

-Aunque dicen que se imprimieron sólo doscientos ejemplares (una cifra capciosamente utilizada para justificar el carácter “amateur” del emprendimiento cuando muchas editoriales independientes imprimen para la venta tiradas de 300, 400, 500 ejemplares), y que dicen que apenas unos quince fueron vendidos, la reproducción ilegal es existente y la comercialización a todas vistas tuvo lugar.

-Respecto del plagio… Que se reprodujo material sobre el que no se tenían derechos está clarísimo. Ahora hablemos de si se hizo pasar el texto como propio. ¿Es o no es plagio? Zona gris. Puede haber conclusiones encontradas. Para opinar no repitamos opiniones, veamos la cosa en sí:

Estas son la portada y contratapa de “El Aleph engordado”:

Aleph Engordado Tapa y Contratapa

Como ven, no hay referencia alguna a Jorge Luis Borges. Tampoco en las primeras páginas:

Aleph Engordado primeras páginas

Tampoco hay referencia alguna en la página siguiente, más técnica.

El Aleph Engordado Registro

La  única referencia al autor cuyo material se reproduce es la posdata en las páginas 49 y 50, donde Katchadjan explica qué quiso hacer y que aspira a ser uno solo con Borges. Esto justificaría la postergación de la revelación pero si bien lo justifica en términos de juego, ¿lo hace en términos legales?

Aleph posdata

Dicen que ya desde el título Katchajian revela que toma un texto existente y lo engorda. Es cierto. Relativamente cierto. Porque me gustaría vivir en un mundo donde el cien por ciento de la población que se topara con “El Aleph engordado” supiera de la existencia de “El Aleph” y quién es su autor. Lamentablemente afuera hay un mundo donde si decís “Aleph” es altamente probable que te contesten: “¿¿¿KÉÉÉ???”.

Dicen que a Borges le hubiera gustado el trabajo de Katchadjan. Si se dice eso también se puede decir que a Borges le hubiera parecido abyecto (una palabra muy utilizada por él). Total, Borges está muerto. Decir que le hubiera gustado esto o lo otro es ciencia ficción. Y dicho sea de paso, ¿qué clase de razonamiento es este de justificar el hecho argumentando que a la víctima le gusta?

Dicen que Borges y que el Quijote… También le podrían decir a Katchadjan que para engordar tiene a disposición una lista de cientos de clásicos de dominio público con los que puede hacer todos los experimentos que quiera siempre que diga quién es el autor. Pero que lo diga claramente. Porque ese derecho moral no se extingue con el paso del tiempo. Claro que aquí entraríamos en el terreno espinoso de si cercena la libertad creativa del artisssta cuando precisamente el juego creativo es la confusión autoral.

Dicen que la sentencia contra Katchadjan es un despropósito. Es cierto. Estoy totalmente de acuerdo. No dicen que Kodama le dio la posibilidad de pagar $1 (sí, un peso) y pedir disculpas, y que Katchadjan no aceptó esa oferta.

Acá lo que importa es la tarasca

 

La verdad es que, dicho todo esto, el caso Kodama Vs. Katchadjan me importa poco. Sólo como disparador.

Lo que me preocupa es:

-La aceptación subyacente de que ciertos individuos están exceptuados de respetar las leyes.

-La aceptación subyacente de la violación de la propiedad intelectual que es el capital fundamental de un autor;  y por ende, la actitud despreciativa respecto del dinero (no importa cuánto), como si ganar dinero con una obra artística fuera ajeno al arte y al artista.

Lo que sé es que sin dinero no se sobrevive.

Así que si el dinero no sale de las liquidaciones de propiedad intelectual, sale de otro lado: de un subsidio y otro y otro, de una beca y otra y otra, de vivir de una mujer adinerada, de un esposo adinerado, de tener padres con plata, de trabajar en una oficina pública y dedicarse a escribir durante la jornada laboral, de cobrar un sueldo en el ámbito privado pero que el trabajo lo haga otro, de vivir de prestado, de pedirle plata a los amigos y no devolverla, etc. O si no, sale de otro trabajo, de otra profesión donde se pelea a muerte centavo por centavo, donde me quejo si la Afip retiene ganancias, donde vigilo que me liquiden el aguinaldo y si la empresa cumple con el convenio. Aunque -como una cadena de desgracias- resulta que muchos escritores trabajan de periodistas, un gremio desprotegido intelectual y económicamente cuyo único poder de defensa real es un estatuto profesional que de un momento a otro las empresas de medios lograrán anular con los mismos anhelos con los que Martínez de Hoz anuló el Estatuto del Peón de Campo.

Volviendo al asunto de base…

Ahora dicen que lo que hay que reformar es la ley de propiedad intelectual.

Ahora dicen que no tiene que haber copyright (derecho de copia) sino copyleft (que cualquiera copie lo que quiera las veces que quiera para el fin que quiera).

Ahora dicen que setenta años después de la muerte de un autor es demasiado generoso respecto de los herederos.

Aquí en Línea Maginot, en esta columna condenada al fracaso, creemos –que sirva como apuntes sueltos-:

-Que la ley de propiedad intelectual debería ser más estricta y cuidar más al autor que a la empresa y a los consumidores.

-Que la ley debería contemplar incluso un sistema de Syndication Print como el norteamericano para cobrar por cada reproducción en medios y que el medio para el que originalmente se trabajó (una nota, una columna, un chiste, un relato) no sea propietario exclusivo para la explotación de ese material por haber pagado (¿500 pesos? ¿1000 pesos?), y se arroje el derecho de regalarle el material a sus colegas de Argentina y América latina y que entonces otra vez todos ganen menos el autor.

-Que haya tantas dudas y flojedad de papeles en cómo los jueces aplican la ley de propiedad intelectual es un síntoma de lo poco que le interesa al establishment la ley de propiedad intelectual.

-Creemos que cada vez que se vende un ejemplar de algo y no se pagan los derechos de autor, el único que pierde es el autor. Ganan dinero el editor, los que cobran sueldo en la editorial, el distribuidor, el librero, los que trabajan para el librero, etc.

-Que Gabriel García Márquez cayó antipático en su cruzada contra “los profesionales de la fotocopia” pero estaba en su derecho.

-Que los especialistas en leyes pueden teorizar todo lo que quieran y analizar y hacer legislación comparada y estudio de casos pero que al final lo que late detrás de este tipo de estructuras legales es quién se queda con el dinero que produce el trabajo intelectual.

-Que nos gustaría, por poner un ejemplo irreprochable, que los nietos y bisnietos de Rodolfo Walsh –no sé si tiene- puedan vivir, estudiar, viajar, gracias a la herencia del abuelo cada vez que se venda “Operación masacre”, en lugar de que el dinero que durante muchos años más seguirá produciendo esa obra maestra que es “Operación masacre”, en breve pase exclusivamente a los bolsillos del resto de la cadena comercial.

-Que, otro ejemplo, es ilógico que a partir de enero de 2015 todo el mundo, y cuando digo todo el mundo es TODO el mundo va a ganar fortunas con “El Principito” menos los descendientes de Saint-Exupéry.

-Que digan lo que digan de la materialidad/inmaterialidad, reproductibilidad, de los bienes culturales y de la sarasa de la sarasa, en un rapto de marxismo puro, en una pretensión de deconstrucción al estilo del fetichismo de la mercancía, acá vemos que sin dudas algo profundamente perverso yace en una sociedad donde los bisnietos y tataranietos de terratenientes pueden vivir de las rentas heredadas (y abultadas por la soja) o de las rentas de propiedades inmuebles o de las ganancias de empresas industriales o de servicios, y que al bisnieto y tataranieto de un autor sólo se le permita vivir de recuerdos.

-Que el autor es propietario. Que sus herederos son propietarios.  Y que hay derechos sobre esas propiedades.

-Que por este asunto de la herencia ya están peleando autores en el mundo. Como Javier Marías. Aunque es una inquietud que viene desde los tiempos de Mark Twain. http://elpais.com/diario/2008/01/06/eps/1199604417_850215.html

-Que teniendo en cuenta lo ideal del consumo cultural irrestricto, sería posible pensar que los derechos de publicación se liberen cinco, diez, treinta, cincuenta años después de la muerte del autor pero esa reproducción parcial o total sin necesidad de autorización no tendría por qué extinguir los derechos comerciales sobre la obra.

-Que teniendo en cuenta lo ideal de la mecánica de incentivos, es admisible que sobre los aranceles por el uso de obras de dominio público se pague un arancel (inferior a los derechos de autor cuando están en vigencia) a un fondo de fomento (actualmente el receptor es el Fondo Nacional de las Artes), pero esto no debería implicar la extinción total de la renta para otros beneficiarios.

-Que las reglas tienen que valer para todos. No puede ser: “Si lo hace el enemigo es plagio, si lo hace un amigo es intertextualidad”. Si es Nik es malo. Si es Katchadjan es bueno. Si es un artista exitoso es malo. Si es un artista pobre es bueno. O son todos plagios, o reproducciones sin derecho, o son todas intertexualidades y que viva el jolgorio non-stop.

-Que el cambio tiene que ser cultural y que mientras haya autores que no se consideren trabajadores de una industria y que se desentiendan de la propiedad intelectual, va a seguir habiendo editores muy cool que se queden con su dinero, poco seguramente, pero que se lo queden. Lo mismo para el terreno del periodismo.

-Que respetar la propiedad intelectual es respetar al otro y respetarse uno mismo. Que Madonna no fue estúpida por invertir un valioso tiempo en convencer a Abba de que le permitiera hacer un sample de “Gimme! Gimme! Gimme!”, en la canción “Hung Up!”. Porque esa misma convicción y conocimiento de las leyes que la llevó a remarla con los suecos, es lo que hace que Madonna se plante ante Spotify para decirle: “No, querido, la música es mía y vos conmigo no podés hacer negocio sin mi consentimiento. Porque ese lalalá es mío, no es tuyo”. También se puede hablar de los guionistas norteamericanos que pararon literalmente la industria porque no se estaban respetando los derechos sobre la reproducción de sus obras en nuevas plataformas.

-Que ser millonario gracias a la propiedad intelectual no obliga a regalarla. Que tener una renta escasa por propiedad intelectual no es excusa para no reclamarla.

-Que, como pensaba Schopenhauer, minucioso administrador de su renta, no hay libertad sin libertad económica y para poder pensar se necesita libertad.