Basta de “Supergrupos”, por favor

#MondoRock

Dave Mustaine dijo una vez “si seguía en Metallica, hubiésemos sido más grandes que The Beatles”. El líder de Megadeth se refirió así a la expulsión que sufrió por parte de la banda de San Francisco a principios de los ’80, pero a decir verdad ,¿no exagera un poco el colorado? A mi me gusta muchísimo más Metallica que los Beatles, pero de ahí a decir que existió la posibilidad de que los Four Horsemen sean más grandes que los Fab Four hay mucho camino de distancia. Y a esto quiero referirme, basta de pensar en “¿Qué hubiese pasado si…?”, Mustaine fue por un lado, Hetfield por el suyo, y creo que mal no les fue a ninguno de los dos. Basta de uniones marketineras que no llevan a ningún lado, o sí, a llenar los bolsillos de los músicos y de todos los sujetos que están detrás de ellos. Basta de creer que si se juntan músicos enormemente talentosos van a hacer canciones super innovadoras, pegadizas y van a ser proyectos revolucionarios…¡Nooo! ¡Ni ellos se lo creen! Los que no se juntan por razones económicas lo hacen para pasar el tiempo y desconectarse de sus conjuntos, o sino, lo hacen por esas dos razones.

Nunca me llevé bien con los supergrupos, de hecho el único que me gusta en serio es Traveling Wilburys, ese manjar de músicos integrado por Dylan, Petty, Harrison, Lynne y el ENORME Roy Orbison (Del Shannon estuvo a punto de integrar el quinteto tras el fallecimiento de The Big O).  Todos los demás me parecen tremendamente superfluos, innecesarios y muy poco sinceros. A mi no me interesaría ver, por ponerles un caso hipotético, al cantante de Scorpions, con el baterista de KISS, el bajista de Def Leppard y el guitarrista de Black Sabbath, claro que no me gustaría. Sí, sería lindo desde el punto de vista de”wow, grosso, todos esos tipos juntitos haciendo música”, todo lo que ustedes quieran, pero no nos mintamos: es mejor ver a Scorpions por un lado y a Sabbath por otro.

Contraband, el proyecto de Tracii Guns y Michael Schenker

Tenemos que hacer una clara diferencia entre aquellos grupos que son producto de la unión entre artistas mundialmente conocidos (por ejemplo Audioslave, formada por ex integrantes de Rage Against The Machine y Chris Cornell, de Soundgarden y el otro supergrupo Temple of the Dog), las otras agrupaciones ya consolidadas que incorporan en sus filas a músicos preponderantes para la escena (como es el caso de Steve Vai en Whitesnake, Gary Cherone en Van Halen, Glenn Hughes en Black Sabbath) y los conjuntos reconocidos que una vez separados, los integrantes forman nuevas bandas (aquí podríamos apuntar a Soulfly, Hellyeah o Down). Estas pueden ser consideradas “Superbandas” pero el primer caso es el que más se ajusta al concepto, ahondemos un poco más en el asunto y focalicemos distintos ejemplos.

Neurotic Outsiders: Sorum (GNR), Taylor (Duran Duran), Jones (Sex Pistols), McKagan (GNR)

Hay un sinfín de bandas con estas características, por nombrarles algunas nada más, me refiero a Chickenfoot, que nació en 2008 y en la que tocan el virtuoso guitarrista Joe Satriani, el baterista de RHCP Chad Smith, Michael Anthony y Sammy Hagar (estos últimos ex Van Halen). Una propuesta impecable desde el punto musical pero carente de sentimientos, lo mismo me ocurre con Black Country Communion, donde están Joe Bonamassa (la guitarra sensación del blues actual), Glenn Hughes en voces y bajo, Jason, el hijo de Bonzo, Bonham en batería y Derek Sherinian en teclados. ¿Buenos músicos? Obvio ¿Buena música? Por supuesto ¿Gustan? Mmmm.

El mayor fracaso de una superbanda se dio a mediados de la década pasada cuando el canal VH1 decidió armar un Reality Show agrupando a distintos estandartes, y otros no tanto, de la música heavy para establecerlos en un conjunto. “Supergroup” se llamó el programa que desde el vamos fue una infinidad de escándalos (armados o no) entre los integrantes que vivían en una mansión en Las Vegas. Allí participó el guitarrista Ted Nugent (que también integró el supergrupo Damn Yankees), Sebastian Bach (la excelentísima voz que tuvo Skid Row y Madame X), Jason Bonham (famoso por haber tocad…ejem, por ser “el hijo de”), Scott Ian de Anthrax y Evan Seinfeld, líder de Bio Hazard que con el tiempo se fue alejando de la música para dedicarse por completo a su otra gran pasión: La industria pornográfica. Uno ve esta lista de individuos y, a priori, se ilusiona, cualquier proyecto en el que cante Bach me entusiasma, pero lo cierto es que el ciclo fue un bochorno. Una pelea detrás de otra, el manager Doc McGhee (quien trabajó con Mötley Crüe, Bon Jovi y KISS, entre otros) nunca pudo llevarlos a buen puerto. Para elegir el nombre del proyecto, que terminó siendo Damnocracy, estuvieron como 50 capítulos (exagero, claramente no duró tanto). Hasta llegaron a haber golpes de puño entre ellos. El programa terminó, se grabó una sola canción original, se presentaron una sola vez en vivo y nunca sacaron disco.

El caso Velvet Revolver me genera muchísimas opiniones encontradas. En su momento, cuando aparecieron, mi satisfacción al escucharlos era inmensa pero me dí cuenta que se dio en una época en la cual aquellos que amamos el hard rock estábamos totalmente necesitados de algo que no sea Ñu Metal, sobre todo porque la oleada rockera sueca aun no había llegado por estos pagos. Entonces al pegarle las primeras oídas al disco Contraband pensé que esos cinco muchachos venían a salvar el rock. Las dos presentaciones en Buenos Aires fueron magníficas, la química entre Slash y Scott Weilland era fantástica, el dúo Duff McKagan – Matt Sorum se conoce de memoria y la base del único “ignoto” Dave Kushner era justa. Con el tiempo me di cuenta que era un oasis, que no hacían nada del otro mundo, tal como se demostró en Libertad, una placa que pasó sin pena ni gloria. Me di cuenta que el bosque me había tapado el árbol.

Algunas me agradan más que otras, como el caso de los Brides of Destruction o Contraband, proyectos de Tracii Guns (guitarrista de L.A. Guns) junto a Nikki Sixx de Mötley en los Brides y acompañado de Michael Schenker (MSG, UFO y Scorpions), Bobby Blotzer (baterista de RATT), Share Pedersen (bajista de Vixen) y Richard Black (voz de Shark Island) en el segundo ejemplo. El dream team del power metal, Avantasia, también tiene muy buenas composiciones y grandes discos, pero Unisonic (formada por los ex Helloween Kai Hansen y Michael Kiske) no me gusta para nada, seguramente porque tengo el chip incorporado del Keeper of the Seven Keys.

Pero sin lugar a dudas el mejor proyecto lo tuvo Slash. A mediados de los ’90 creó un “Supergrupo” junto al cantante Eric Dover, el bajista Mike Inez y los ex Guns and Roses Matt Sorum y Gilby Clarke al que llamó Slash’s Snakepit. Una banda que merece un post aparte, sobre todo porque la segunda formación es la gestora de uno de los mejores discos en la historia del hard rock, Ain’t life grand. Precisamente esta alineación es totalmente distinta a la primera, el morocho es el único que continúa, obvio y se le suma Keri Kelli, un virtuoso guitarrista que lideró Big Bang Babies a principios de los ’90 y que luego pasó a formar las filas de Alice Cooper, Warrant y Pretty Boy Floyd.

Otro caso particular es el del Ozzy Osbourne de No more tears. El príncipe de las tinieblas en la voz, un purrete Zakk Wylde en guitarras, Bob Daisley en el bajo (aunque es Mike Inez el que figura) y Randy Castillo en batería. Aquí, vemos un claro ejemplo del tercer caso. Músicos que en ese momento no eran tan reconocidos (salvo Ozzy), pero que con el tiempo se fueron convirtiendo en leyendas.

Mejor dicho, no es que no me llevo bien con los supergrupos, lo que me causa una total apatía es leer-escuchar, opiniones de aquellos que piensan que dichos conjuntos “son lo más grande que hay”. No, son bandas buenas y punto, no las agrandemos más de lo lógico. Sí, claro que todas van a ser escuchadas y prefiero comprarme un disco de Velvet Revolver que oír media canción de La Mancha de Rolando. De eso se trata, de agrupaciones que se juntan para pasar el rato, por eso si duran más de tres álbumes es un milagro, la lucha de egos y las responsabilidades sean los factores, en una de esas. Pero algo tengo en claro, son bandas del montón.