Los Amores Imaginarios

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Esta nota está escrita en conjunto con mi amiga Mariela Irala, estudiante de Comunicación Social de la UNaM.

¿Me quiere o no me quiere? Esa detestable margarita que imaginamos cada vez que nos interesa alguien, la misma que nos dirá si ese amor es correspondido o no… Cuántas veces nos sentamos horas, semanas y a veces meses pensando en ese amor que nos quita el sueño, y cuando creemos que al fin logramos superar el asunto nos vuelve su imagen como un boomerang ¿Cómo llegamos a ese patético sentimiento? Es lo que Xavier Dolan intenta mostrarnos en su segunda película: Les Amours Imaginaires (Los amores imaginarios).

 

Dolan es un director, guionista, productor y actor canadiense de tan solo 23 años.
En el año 2009 escribió y dirigió su primera película: J’ai tué ma mère (Yo maté a mi madre) que ganó tres premios en el Festival de Cannes. La película es en parte autobiográfica y en parte fantasía, y trata de un joven homosexual y los problemas que genera su condición en la relación con su madre.

Los Amores Imaginarios es un film que hace que el espectador se identifique con cada una, o con al menos una, de las historias que allí se presentan. Nos muestra la otra cara de la moneda, el otro lado del amor ¿Quién dijo que el enamoramiento es magia, mariposas en la panza y una dulce fantasía? parafraseando a Tito El Bambino (perdón por el mal gusto, jaja). Debo decirles, queridos míos, que en general es un estado de ansiedad, angustia, a veces depresión, insomnio y mucho dolor de cabeza.

La historia central del film es un triángulo amoroso entre dos amigos muy cercanos, Marie y Francis, que se enamoran de un mismo hombre. Ellos se ven obligados a luchar el uno contra el otro para conquistar el corazón de Nicolas, un joven Adonis, el David renacentista de Miguel Ángel, el Dorian Grey de Oscar Wilde. Esta sutil lucha los llevará por un camino de rivalidad, confusión, fantasía y angustia. Nico refleja ese objeto del deseo, la persona inalcanzable; un ser hedonista que goza siendo el centro de atención y para lograrlo no tiene compasión por los sentimientos de los demás.

En la película los diálogos no son lo esencial: los silencios, las miradas y el cuerpo de los protagonistas comunican, y el espectador va construyendo el sentido a partir de lo que interpreta de esos signos.

Sorprende que la película, realizada por alguien tan joven, esté perfectamente lograda: la fotografía es hermosa y colorida, las tomas son prolijísimas y la música y el uso de cámara lenta nos sumergen en un ambiente casi surreal, como si estuviésemos nosotros fantaseando esta historia.

Por último podríamos resaltar los variados testimonios de “gente común” que se presentan en el transcurso de esta historia. Estos relatos reflejan lo cotidiano del desamor. Lo maravilloso es que podrían ser nuestros propios relatos, nuestras experiencias, nuestros desamores. No podemos evitar empatizar con todas o al menos algunas de estas pobres víctimas de abandono o amor no correspondido.