¿Ciudades para machos alfa o ciudades para todos?

La “ciudad del automóvil” o la “ciudad del macho alfa”, como algunos la llaman, es decir, la ciudad pensada para el automóvil(ista) es costosa, tanto en términos materiales, como sociales y ambientales. Es una ciudad difusa y de baja densidad, con distancias largas que han de recorrerse en auto, ocupa una gran superficie del territorio por lo que necesita mucha inversión en infraestructuras (calles, plazas, luminarias, autopistas), servicios (agua, gas, electricidad) y transporte público. Su propia expansión en el territorio, así como su característica de “ciudad baja” hacen que la gente se tienda a agrupar entre los “semejantes”, generándose una segregación social visible por las características urbano-arquitectónicas de los barrios así como por la indumentaria y uso del espacio público de los vecinos. Por otra parte, el mayor uso del auto (o la moto) induce un menor uso del sistema motor humano (no se camina, no se pedalea), es decir, un estilo de vida más sedentario; mientras que contamina y favorece un mayor índice de siniestros viales (“accidentes”), con su propio costo social y económico.

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El tránsito se planifica

A lo largo del tiempo han ido surgiendo diversas formas de responder a la problemática del tránsito por parte de las gestiones. En la Ciudad de Buenos Aires, en particular, se han observado muchos cambios en los últimos años que han captado la atención mundial. Como ciudadanos necesitamos entender cuál es el objetivo detrás de las intervenciones que se hacen en nuestra localidad y poder intuir sus resultados futuros. Por ello, daremos una mirada de pájaro sobre diversas políticas de movilidad que se han utilizado a lo largo y ancho del planeta en las últimas décadas:

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