Yo vi a Madonna en River Plate

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“¡Hija de puta! ¡Hija de puta! ¡Hija de puta!”. Eso se escuchaba desde las tribunas del Monumental cuando pasaban 10 minutos, 20, 30, 40, una hora, ¡una hora y media! y Madonna no salía al escenario para la primera fecha proteña del MDNA Tour. Tras 90 minutos de espera, el movimiento pendular de un incensario, el canto gregoriano de sus coristas y una catedral recreada a la perfección desde las pantallas dieron la señal para que la Chica Material aparezca frente a 50 mil personas y de comienzo a su cuarta visita a la Argentina.

A la potencia sonora con la que se escucharon los primeros tres temas (“Girl Gone Wild”, “Revolver” y “Gang Bang”) hay que sumarle todo el despliegue técnico que se ve en el escenario. Del techo cuelgan, fácil, más de 100 luces, un conjunto de pantallas a las que el cartelito “HD” les queda corto y una serie de 36 cubos-plataformas que suben, bajan, se van para adelante y atrás, y también proyectan imágenes. Todo eso está perfectamente sincronizado con una precisión de cirujano. Por ejemplo, en “Revolver” los bailarines fueron hasta el borde y cuando dieron un paso adelante no se cayeron, la plataforma se había transformado en una escalinata. O cuando ella tuvo que ir matando a sus bailarines en una habitación que pasea por todo el escenario, cada acting de disparo que realizó estuve hecho en tiempo y forma para que de las pantallas brotara sangre.

A lo largo del show, Madonna recorrió distintos estadios y etapas en cuatro actos: transgresión, profecía, masculino/femenino y celebración. En cada uno hay temas de su último disco que le da nombre a esta gira.

En el comienzo de la segunda, con el traje de porrista puesto, la Reina del Pop decide meterse de lleno en la discusión “¿Quién mejor? ¿Madonna o Lady Gaga?”. En “Espress Yourself” mezclado con “Born This Way” de Gaga y “She’s not me”, con la letra modificada que incluye un “Respect Yourself -Respetate-”. Ese fue el palito a la cantante que estuvo actuando en el mismo lugar cerca de un mes atrás. Antes, en “I Don’t Give A” fue Nicki Minaj la que aclaró quién tenía la corona del pop con un “There’s only one Queen and that’s Madonna, Bitch!” -”Hay una sola reina y esa Madonna, perra”-.

También en esa segunda parte llegó el momento en que la cantante se sinceró con todos. Más allá de algún ataque de tos, su hiperactividad arriba del tablado no hizo notar que ella estaba enferma. Le explicó a las 50 mil personas que estaba con fiebre, que se sentía muy mal, que se estaba olvidando las letras de las canciones y que necesitaba ayuda para seguir el show: “Canten conmigo cada canción como si fueran la última vez que fueran a cantar conmigo.”

Más cerca del final, después del clásico “Vogu
e”, Buenos Aires no escuchó “Like a Virgen”. En su lugar, luego de que ella quedara en ropa interior y mostrara que tenía escrito “Eva” en la espalda, entonó “Don’t Cry For Me Argentina”.

La “Celebración” de los últimos cuatro temas fue un increscendo de emociones y volumen (un saludo a los vecinos de River que siempre se quejan del sonido y las vibraciones), un coro gospel para “Like a Prayer” y una catarata de estimulos 3D desde las pantallas para “Celebration” . De los silbidos y abucheos ya nadie se acordaba.

Por Emilio Zavaley
@emiliozava