Ediciones Cubanas y Novedades de Moscú

Me permitieron regresar a Cuba pero me dijeron que no podía estudiar, tenía que trabajar y como atesoraba conocimientos destacados  en libros y en ron, parece que decidieron de forma arbitraria destinarme a Ediciones Cubanas.

Allí me destinaron a recibir y distribuir las revistas y prensa de los altos cargos del Partido, desde Fidel hasta los del Comité Central pasando por todos los integrantes del Buró político. Me asombró la cantidad de revistas de periodismo amarillo que debía poner en los paquetes para los más altos cargos. A Fidel solo le mandaba revistas norteamericanas de medicina, era una época en que estaba verdaderamente interesado en la materia y se involucraba como si fuese médico. Existía a nivel popular la costumbre de exagerar todas las aptitudes de Fidel, y agregarle algunas que no tenía, pero entre las verdaderas, es que era un ser extremadamente estudioso, sea con los fines que fuere, siempre que podía estaba o bien leyendo, o bien preguntando sobre temas de su interés, si sus interlocutores eran cubanos y tenían la mala suerte que su especialidad le interesaba mucho, sabían que estaría horas preguntándoles de todo, y por supuesto sin admitir ninguna pregunta, solo él hablaba, solo él tenía inquietudes, y solo eran válidas las de él. Así era la cosa con Fidel. Pero muchos otros del buró político recibían la revista Hola española y la Paris Match, yo pensaba que estaba bien, incluso si la revista fuese para ellos y no para sus esposas como me decía el jefe de la sección, en un intento de adoctrinarme, pero yo pensaba que la gente debe leer lo que le dé la gana, lo que estaba no del todo correcto es que el resto de la población no pudiese leer ese periodismo amarillo, y que se lo demonizase y atacase como un implemento de diversionismo ideológico del capitalismo. Continuar leyendo

Al Capone Bed and Breakfast

Cuando me repuse de lo más pesado del mareo, intercambié saludos de gratitud con el extraño ser que me había asistido. Me dejó una tarjeta con su nombre, el teléfono directo y la dirección del Hospital psiquiátrico que dirigía. Me invitó a visitarlo y a que no dudase en pasarme una temporada en sus instalaciones si así lo requiriese.

La verdad es que sólo dejé pasar algunos días por mantener cierto decoro, y en cuanto consideré que ya era adecuado, me vestí, me perfumé con colonia búlgara y fui a ver al doctor P.

En cuanto le dije al taxista: _ A la clínica del CENSAM, Centro de Salud Mental, me preguntó ¿tiene usted a alguien ingresado allí? Me extrañó ese excesivo trato de respeto,  en el ámbito tan coloquial de un taxi habanero, y le respondí – No, voy a ver al director, ¿por qué lo pregunta? No, nada, era porque ahí sólo hay “pinchos”, generales, oficiales del MININT,  ministros, o familiares cercanos  de estos. No le expliqué nada pero me quedé pensando, que si era así no debería estar mal. Claro que estaba el tema ese de los militares y toda esa paranoia y alergia que me producían.

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Fidel o Castro; simbología y semántica

Una de las particularidades que mejor definen las diferentes procedencias de los cubanos se releja en la manera de llamarle a Fidel Castro Ruz.

Están quienes le llaman Fidel y quienes se refieren a él como Castro. Con Raúl pasa algo similar pero mucho más atenuado, desde que es Presidente se dice en los medios del exterior los “Castro”, pero también está permitida la acepción Raúl, por dos razones, la primera es para diferenciarlo del hermano mayor y la segunda es porque con él no existió el mismo encono histórico que con Fidel.

Quienes le llaman Castro son los que se fueron exiliados a primera hora. Incluso dentro de ellos hay muchos que le llamaron Fidel durante un tiempo ya que formaron parte de la lucha contra Batista o simplemente simpatizaban con su campaña inicial, pero rápidamente una vez arribado al poder el célebre hijo del hacendado de Birán y cambiado todo el sentido de  sus planes declarados sin el más minimo rubor,  acabaron girándose en contra y llamándolo por su apellido estableciendo así una similar distancia en la familiaridad, en la simpatía y por ende en la ideología, que los primerísimos enemigos de Fidel Castro. Continuar leyendo

Puerto Padre, un sitio particular

Desde la estación de Guaguas hasta la calle central y las callejuelas que atravesaban la pintoresca ciudad de Puerto Padre, era un sitio de otro mundo y de otra época. Me había llevado allí mi amigo Peter, que en realidad se llamaba Pedro Miguel, pero lo prefería en inglés porque era un pepillo indomable y decía que tenía que haber nacido “Yuma”. La casa de dos plantas de su abuelo, con porche delantero flanqueado por columnas gruesas, daba un aspecto fresco y diferente del hacinamiento de las capitales, como la mayoría de las construcciones de aquel lugar tan variado de estilos dentro de la austeridad. La hermana de Peter tenía una amiga del alma en el pueblo. No había nada como contar con amigos que tuviesen hermanas con tan buenas amigas.

En los años que había pasado en la isla hasta entonces no había estado aún en ningún sitio en el que me sintiese tan integrado como me sentí en Puerto Padre. Allí era el forastero como en La Habana, pero no el extranjero, sino el amigo de Peter de La Habana, lo de argentino era totalmente secundario e imprescindible, excepto para los viejos, que revelaban sus nostalgias de tiempos mejores con una sinceridad que llamaba a asombro. Continuar leyendo