Alfredo Jaar es artista visual chileno. Tal vez sea quien porta la trayectoria de mayor reconocimiento internacional en la actualidad. Se formó en arquitectura y en cine. Desde mediados de la década del ochenta su obra abordó las discriminaciones políticas, económicas y sociales, en todo el mundo.
Hasta el primero de marzo presenta Estudios sobre la Felicidad en el Parque de la Memoria. Es una muestra retrospectiva de los primeros trabajos de su carrera, en los años 70 y 80, realizados en Chile en el marco de la dictadura militar, y que siguió haciendo en Nueva York. Además presenta una obra específica titulada Punto Ciego.
¿De qué manera la arquitectura y el cine influyen en tu trabajo artístico?
Estudiar arquitectura fue la mejor decisión que tomé en mi vida. Yo me considero un arquitecto que hace arte. Todo lo que hago es seguir la metodología del arquitecto y para un arquitecto el contexto es todo. Lo que yo hago como artista es reaccionar al contexto específico donde voy a actuar. El cine también es una influencia mayor en mi trabajo, de hecho creo que soy un cineasta frustrado. Lo que pasa es que el cine es de gran complejidad y requiere un financiamiento enorme. Mi trabajo se puede asimilar al cine, pero en pequeñas producciones.
Teniendo en cuenta que las presentaciones de tus trabajos son muy diversas, ¿con qué técnicas o soportes te sentís más cómodo?
Yo no trabajo con técnicas, trabajo con ideas. Me interesa el proceso de pensar y diría que el 99% de mi trabajo es pensar. Acumulo una cantidad enorme de información antes de crear. Mi disciplina quiere ser responsable, es decir que tengo que acumular mucha información para sentirme responsable ante la situación que enfrento. Y sólo cuando creo haber entendido el contexto, ahí empiezo a crear. Pueden pasar meses o años para llegar a ese punto. Mi filosofía ha sido que, para poder actuar en el mundo, necesito entender el mundo. Entonces, volviendo a la pregunta, la forma está determinada por el contenido y por la función. El contenido me va a decir: tengo que hacer una película, o una escultura en madera, una fotografía, o un poema. Por lo tanto mi obra no tiene nada que ver con los materiales. Los materiales están al servicio de la idea.
¿Y el arte está al servicio de qué? ¿Tiene una función?
El arte es comunicación. La comunicación requiere un lenguaje. El lenguaje requiere un vocabulario. ¿Y cuál es el objetivo?, comunicarse con la audiencia. Si no hay comunicación con la audiencia no hay arte. La comunicación tiene que existir, pero no se trata de enviar un mensaje al vacío. Si no hay respuesta no hay comunicación y no hay arte. Eso explica el gran vacío que existe hoy entre la población en general y el arte contemporáneo. La mayoría de los artistas no hacen ese esfuerzo de comunicar, sólo tiran cosas al aire y piensan que van a comunicar, automáticamente. Por eso es importante para mí, cuando creo una obra, que hayan elementos que comuniquen con la audiencia.
¿De ahí tu interés en realizar trabajos en espacios urbanos?
Yo divido mi practica en tres áreas. Sólo un tercio ocurre en museos, galerías o fundaciones, lo que llamamos el mundo del arte. Siempre he pensado que este mundo es un tanto insular. Por eso decidí salir de este mundo y hacer intervenciones públicas, proyectos fuera del mundo del arte. Allí experimento el lenguaje del arte, con el objetivo de comunicarme. Un tercer aspecto de mi trabajo es la enseñanza: dirijo seminarios y talleres y allí comparto mi experiencia con nuevas generaciones. Solamente combinando estas tres actividades me siento completo como profesional o como ser humano.
En el proceso creativo, ¿qué espacio te permitís para lo imprevisto?
Mi formula es: a mayor información, mayor posibilidad de éxito tiene el proyecto. Dentro de esta estrategia queda muy poco espacio para la improvisación o el azar. Yo siempre funcione así, nunca he podido crear nada que sea fruto de mi imaginación. Yo reacciono ante eventos específicos ocurriendo en lugares específicos.
Suena insistente pero ¿cómo restringís el desarrollo de tu imaginario personal?
Ese mundo interior, que tengo igual que el resto de los artistas, a mi no me interesa desplegarlo en lo más mínimo. Ese tipo de arte no me representa. A mí me interesa el mundo real, y del mundo real me interesa el hecho de que es un mundo injusto. Y no me perece que esté bien. No me gusta el estado del mundo y quiero cambiarlo. Entonces cada obra es un intento quijotesco por cambiar el mundo. Eso es lo que hago como artista.
En el Parque de la Memoria estas mostrando obras realizadas hace 30 o 40 años. ¿Existen constantes en tu trabajo que todavía estén presentes?
“¿Cómo hacer arte en el mundo de hoy?”. No tengo una respuesta, pero creo que este interrogante está incorporado en cada uno de mis proyectos. Y otra pregunta que hago es, tal vez, la pregunta con la cual inicié mi trabajo de artista en los años 70, en Chile, en época de la dictadura y es “¿Es usted feliz?”. Muchos críticos me han dicho que, a pesar de estar tratando distintos temas, en distintos lugares del mundo, siempre el espíritu de mi obra le sugiere al espectador esa misma pregunta: ¿Es usted feliz?
La muestra “Estudio sobre la Felicidad” se exhibe en el Parque de la Memoria, Avenida Costanera Norte Rafael Obligado 6745, CABA, hasta el 1 de marzo. Más información en www.parquedelamemoria.org.ar.
La página web del artista es www.alfredojaar.net .