Isabel Muñoz / La Bestia

Imposible no conmoverse frente a estas imágenes y frente a estos textos que cuentan historias escalofriantes. Imposible no sentirse atrapado por la mirada de la artista. Imposible no preguntarse ¿Esto está pasando ahora? ¿Hace cuánto tiempo? ¿Es real? ¿Esta gente es real? Es un desastre.

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Las fotografías de Isabel Muñoz que conforman La Bestia son un registro artístico-documental sobre personas y sobre historias de vida. La muestra toma el nombre del tren denominado La Bestia, un carguero que realiza un largo y precario recorrido por México hasta la frontera con Estados Unidos. El tren es invadido diariamente por migrantes que realizan el trayecto como polizónes y ponen su vida en riesgo, no sólo por las pésimas condiciones en las que viajan sino también por el desamparo ante las múltiples bandas criminales y la corrupción policial con la que se topan en el camino. Todo en pos de alcanzar su sueño americano.

Imperdible la muestra por lo impactante de las imágenes, por lo escalofriante de las historias y por la importancia de la denuncia que realiza la artista.

La exposición itinerante, que nace del proyecto personal de Isabel Muñoz y se concreta en compañía del periodista salvadoreño Óscar Martínez, se puede visitar hasta el domingo 5 de abril en la sala C del Centro Cultural Recoleta. La muestra es presentada por el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y por la Embajada de España.

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Sobre la artista: Isabel Muñoz nació en Barcelona pero vive y trabaja en Madrid. Es colaboradora del diario El País, donde ha publicado trabajos como Violencia tatuada, sobre las maras o pandillas en Centroamérica. Muñoz obtuvo premios tales como el World Press Photo (en dos ocasiones) y la medalla de oro al mérito en las Bellas Artes en España. Su obra se centra en la investigación y exploración del cuerpo humano.

Alfredo Jaar / ¿Es usted feliz?

Alfredo Jaar es artista visual chileno. Tal vez sea quien porta la trayectoria de mayor reconocimiento internacional en la actualidad. Se formó en arquitectura y en cine. Desde mediados de la década del ochenta su obra abordó las discriminaciones políticas, económicas y sociales, en todo el mundo.

Hasta el primero de marzo presenta Estudios sobre la Felicidad en el Parque de la Memoria. Es una muestra retrospectiva de los primeros trabajos de su carrera, en los años 70 y 80, realizados en Chile en el marco de la dictadura militar, y que siguió haciendo en Nueva York. Además presenta una obra específica titulada Punto Ciego.

¿De qué manera la arquitectura y el cine influyen en tu trabajo artístico?

Estudiar arquitectura fue la mejor decisión que tomé en mi vida. Yo me considero un arquitecto que hace arte. Todo lo que hago es seguir la metodología del arquitecto y para un arquitecto el contexto es todo. Lo que yo hago como artista es reaccionar al contexto específico donde voy a actuar. El cine también es una influencia mayor en mi trabajo, de hecho creo que soy un cineasta frustrado. Lo que pasa es que el cine es de gran complejidad y requiere un financiamiento enorme. Mi trabajo se puede asimilar al cine, pero en pequeñas producciones.

Teniendo en cuenta que las presentaciones de tus trabajos son muy diversas, ¿con qué técnicas o soportes te sentís más cómodo?

Yo no trabajo con técnicas, trabajo con ideas. Me interesa el proceso de pensar y diría que el 99% de mi trabajo es pensar. Acumulo una cantidad enorme de información antes de crear. Mi disciplina quiere ser responsable, es decir que tengo que acumular mucha información para sentirme responsable ante la situación que enfrento. Y sólo cuando creo haber entendido el contexto, ahí empiezo a crear. Pueden pasar meses o años para llegar a ese punto. Mi filosofía ha sido que, para poder actuar en el mundo, necesito entender el mundo. Entonces, volviendo a la pregunta, la forma está determinada por el contenido y por la función. El contenido me va a decir: tengo que hacer una película, o una escultura en madera, una fotografía, o un poema. Por lo tanto mi obra no tiene nada que ver con los materiales. Los materiales están al servicio de la idea.

¿Y el arte está al servicio de qué? ¿Tiene una función?

El arte es comunicación. La comunicación requiere un lenguaje. El lenguaje requiere un vocabulario. ¿Y cuál es el objetivo?, comunicarse con la audiencia. Si no hay comunicación con la audiencia no hay arte. La comunicación tiene que existir, pero no se trata de enviar un mensaje al vacío. Si no hay respuesta no hay comunicación y no hay arte. Eso explica el gran vacío que existe hoy entre la población en general y el arte contemporáneo. La mayoría de los artistas no hacen ese esfuerzo de comunicar, sólo tiran cosas al aire y piensan que van a comunicar, automáticamente. Por eso es importante para mí, cuando creo una obra, que hayan elementos que comuniquen con la audiencia.

¿De ahí tu interés en realizar trabajos en espacios urbanos?

Yo divido mi practica en tres áreas. Sólo un tercio ocurre en museos, galerías o fundaciones, lo que llamamos el mundo del arte. Siempre he pensado que este mundo es un tanto insular. Por eso decidí salir de este mundo y hacer intervenciones públicas, proyectos fuera del mundo del arte. Allí experimento el lenguaje del arte, con el objetivo de comunicarme. Un tercer aspecto de mi trabajo es la enseñanza: dirijo seminarios y talleres y allí comparto mi experiencia con nuevas generaciones. Solamente combinando estas tres actividades me siento completo como profesional o como ser humano.

En el proceso creativo, ¿qué espacio te permitís para lo imprevisto?

Mi formula es: a mayor información, mayor posibilidad de éxito tiene el proyecto. Dentro de esta estrategia queda muy poco espacio para la improvisación o el azar. Yo siempre funcione así, nunca he podido crear nada que sea fruto de mi imaginación. Yo reacciono ante eventos específicos ocurriendo en lugares específicos.

Suena insistente pero ¿cómo restringís el desarrollo de tu imaginario personal?

Ese mundo interior, que tengo igual que el resto de los artistas, a mi no me interesa desplegarlo en lo más mínimo. Ese tipo de arte no me representa. A mí me interesa el mundo real, y del mundo real me interesa el hecho de que es un mundo injusto. Y no me perece que esté bien. No me gusta el estado del mundo y quiero cambiarlo. Entonces cada obra es un intento quijotesco por cambiar el mundo. Eso es lo que hago como artista.

En el Parque de la Memoria estas mostrando obras realizadas hace 30 o 40 años. ¿Existen constantes en tu trabajo que todavía estén presentes?

“¿Cómo hacer arte en el mundo de hoy?”. No tengo una respuesta, pero creo que este interrogante está incorporado en cada uno de mis proyectos. Y otra pregunta que hago es, tal vez, la pregunta con la cual inicié mi trabajo de artista en los años 70, en Chile, en época de la dictadura y es “¿Es usted feliz?”. Muchos críticos me han dicho que, a pesar de estar tratando distintos temas, en distintos lugares del mundo, siempre el espíritu de mi obra le sugiere al espectador esa misma pregunta: ¿Es usted feliz?

            

La muestra “Estudio sobre la Felicidad” se exhibe en el Parque de la Memoria, Avenida Costanera Norte Rafael Obligado 6745, CABA, hasta el 1 de marzo. Más información en www.parquedelamemoria.org.ar.

La página web del artista es www.alfredojaar.net .

Chiachio&Giannone / Bordar para rescatar el tiempo

Leo Chiachio nace en Buenos Aires. Daniel Giannone nace en Córdoba. Los dos crecen en su oficio de artistas. Se conocen y se enamoran. En 2003 comienzan a trabajar juntos y mezclan sus imaginarios. Se trasladan de lleno al bordado. Destacan lo artesanal, lo laborioso. También una concepción personal de la familia. Hoy se definen como un solo artista: Chiachio&Giannone.

  

¿Para ustedes de qué se trata ser artistas?

Leo: se trata de construir un pensamiento y una concepción del mundo en nuestra contemporaneidad.  El arte es súper diverso y cada uno construye esa cosmovisión de una manera diferente. Para nosotros ser artistas es hablar de lo que somos, como familia, como pareja gay en Argentina y el mundo, con nuestro trabajo manual.

Daniel: Desde el momento que decidimos estar juntos y trabajar juntos teníamos muy en claro que queríamos que el arte atravesara toda nuestra vida. No hay disociación entre la vida y el arte.

¿Cómo fue mutando su obra?

Leo: En un encuentro de dos personas surgen los cruces. Lo que veníamos haciendo lo dejamos de hacer y construimos un camino nuevo, que tiene resabios de lo anterior, pero el encuentro hizo que hoy estemos trabajando juntos, como un solo artista.

Daniel: El bordado, y lo textil, nos interesa a los dos y es funcional a lo que queremos decir en este momento, pero también pintamos, dibujamos, laburamos con porcelana.

¿De dónde salen sus trabajos?

Daniel: Cualquier cosa puede ser un disparador en nuestra obra: una película, una canción, una imagen. A partir de eso dialogamos y jugamos a disfrazarnos de esas ideas: materializar ese mundo e incluirnos a nosotros. Bocetamos, nos sacamos fotos y avanzamos.

¿Cómo funciona su proceso creativo?

Leo: Sucede que la técnica del bordado es mucho más lenta que el flujo de las ideas. Los procesos van por diferentes carriles: podemos encontrar una tela y salir de ahí. O tener una idea pero concretarla recién 3 años después. Por ejemplo ahora estamos con una obra que nos va a llevar dos años y medio, mínimo. Y mientras vamos haciendo otras cosas.

Daniel: Bordar es la recuperación del tiempo. Nuestra actitud no es la del bordador clásico, porque nosotros pensamos el bordado desde la pintura: no pensamos que estamos bordando con hilos sino que pintamos con hilos. En el momento vamos decidiendo el punto, el color y eso se ve reflejado en el tipo de trabajo que hacemos.

¿Cómo es que llegan a esta técnica?

Leo: Le elección del bordado se fue dando al tratar de elegir una labor que tenga que ver con los dos, y el bordado fue eso.  Nos interesaba trabajar en nuestra casa, trabajar con materiales secos y también trabajar el color como pintura, pero no con materiales de la pintura. El bordado suplió esa necesidad.

Daniel: La pintura para nosotros era más inmediato y con el bordado, o mismo con el trabajo en porcelana, elegimos técnicas que requieren mayor tiempo de trabajo. Ese tiempo nos permite pensar qué queremos hacer y cómo queremos hacerlo, y eso favorece al trabajo de a dos.  Después, en la acción, el bordado es como un mantra; es la repetición del punto y otro punto y otro, que te llevan a un nivel alto de concentración y silencio.

¿Es importante la escala de obra?

Leo: El mundo es muy grande y, si nosotros queremos destacarnos en esa inmensidad, tenemos que hacer algo que haga la diferencia. ¿Cómo hacemos para que nos vean y nos escuchen? ¿Para que escuchen nuestra imagen? Tenemos que hacer el bordado más grande que nunca se hizo: esa también es una idea romántica y ridícula. Si nos lleva tres años, entonces es el tiempo que se merece. ¿Cuánto tiempo demanda hacer una película? Dos o tres años, entonces porqué un bordado no puede llevar ese tiempo.

¿Qué constantes hay en su trabajo?

Leo: La concepción propia de familia aparece en todas nuestras obras. También nos interesa que los trabajos tengan un poco de alegría, sea por el color, por las imágenes o por esta idea de familia medio distorsionada. Jugamos un poco con eso.

Daniel: Nosotros somos protagonistas en nuestras obras y no tenemos miedo al ridículo. Por otra parte pareciera que en el arte contemporáneo estuviera en desuso el valor del trabajo que requiere mucho tiempo y conocimiento de técnicas. Nos interesa rescatar la idea de la tarea.

¿Por dónde pasa el éxito de un artista?

Leo: Creo que el éxito, en nuestro caso, es hacer lo que queremos, y eso se transmite en el trabajo. Quien ve las obras ve felicidad y amor, que también son conceptos que están un poco devastados. Por lo pronto, que una obra nuestra te saque del hastío diario, y puedas verla y decir “Hay, mira qué lindo, estos tipos, con los perritos…”, es bastante.

 

Actualmente Chiachio&Giannone exhiben obra en dos muestras colectivas: “El teatro de la pintura”, en el MAMBA, hasta el 22 de febrero. Y “Amor”, en la Casa Nacional del Bicentenario, hasta el 30 de abril. En el exterior presentan obra en “New Territories: Design, Art and Craft from Latin America 2000-2013″, en el Museum of Arts and Design, de Nueva York.

Más información en www.chiachiogiannone.com.

 

 

Pablo Siquier / La geometría es control

Pablo Siquier es artista visual y representante de la geometría contemporánea. Realiza obras en pintura y escultura. También grandes murales. El grueso de su trabajo es monocromático y está muy emparentado con la arquitectura, pero él está un poco cansado de todo eso. En la ciudad de Buenos Aires se pueden apreciar algunas de sus obras, como el mural sobre cerámico en la estación Carlos Pellegrini, en el subte porteño, o los dos grandes murales realizados para el edificio Los Molinos, en Puerto Madero.

1104-140x265cm¿Cuán importante es para vos lograr una obra con estilo propio?

Hoy la cuestión del estilo personal en el arte es irrelevante. En algún momento el trabajo del artista consistía en eso, arribar después de años de aprendizaje, de conocer las tradiciones y una serie de habilidades, a un estilo personal. Pero eso ahora ya no tiene importancia. A pesar de esto que digo, yo tengo un estilo marcado, es decir que soy un artista anacrónico.

¿De qué se trata entonces ese estilo?

Las repeticiones son el corazón y la estructura de mi trabajo. Se puede decir que mi serie es la variante a partir de la repetición: si una cosa no funciona como unidad, pruebo con diez unidades, y si no funciona pruebo con diez mil. Siempre agregando, nunca reduciendo, pruebo el mismo gesto una y otra vez. Dentro de esa instancia repetitiva, busco la variación. La repetición es todo en mi trabajo.

¿Porqué la resolución geométrica?

Al principio mi trabajo era más gestual, tenía que ver con la energía de la mano, del brazo y la energía psíquica. La geometría fue un recurso para ordenar ese gesto expresivo y anárquico en estructuras controlables. Se puede decir que la geometría es control, y en ese sentido operó sobre mi trabajo. Pero tan bien se puede decir que tengo las pelotas llenas de la geometría y quiero ir para otro lado. No tengo mucha idea de a dónde, pero quiero tener menos control del producto, del resultado final. Quiero que haya una instancia de riesgo mayor.

¿Cómo se hace para cambiar?

Los cambios, en mi trabajo, no se dan por mis limitaciones como artista. El mercado es un monstruo muy inteligente y puede absorber cualquier cambio que el artista proponga. Es más, lo desea. Las limitaciones son personales, creo que soy una artista restringido y seco. De hecho no hay ningún condicionamiento externo que limite las variantes en mi trabajo, no siento esa presión de las galerías con las que trabajo.

La necesidad de cambio, de abandonar la geometría y la monocromía, tiene que ver con el agotamiento. Con haber trabajado durante muchos años de manera muy exigente: las cosas no me podían salir mal. Siempre estuve detrás de fechas límites y eso me quemó un poco el cerebro. Los cambios me costaron siempre y me cuestan ahora.

¿Te gusta tu trabajo?

Lo que me gusta de mi trabajo es el resultado final, pero no tiene nada que ver con el placer. Puedo decir que todo el proceso no tiene que ver con el disfrute y la satisfacción. Se trata más de esfuerzo y trabajo para que el resultado sea el que la pieza exige.

¿Para qué sirve tu tarea como artista?

El arte le sirve sólo a los que necesitan el arte, a un público restringido. No creo en el funcionamiento del arte o en la utilidad del arte de manera social. El impacto social del arte es mínimo comparado con otras actividades como la economía, la política, la ciencia o la religión. La incidencia social del arte es sutil y frágil. Yo aspiro a que mi trabajo atraiga la atención de la gente, pero sin elementos seductores evidentes.

 

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Siquier Los Molinos

Marcos López / ¿Querías Pop Latino?

Consagrado fotógrafo y artista plástico, dueño de una estética tan particular como personal, Marcos López estrenó en 2013 su primera película: Ramón Ayala. Ganó el premio del público en el festival Bafici. Hasta el próximo viernes la exhiben en el cine del Malba.

¿Cómo llegas a ser artista?

Yo soy medio del campo, de Santa Fe, y en mi familia no hay antecedentes artísticos. Desde que entré a un laboratorio fotográfico blanco y negro, en un curso, me di cuenta que eso era vital en mi vida: la expresión con imágenes. Abandoné ingeniería y me vine a Buenos Aires. Soy como un bicho raro, recién hace dos años me acostumbré a decir que soy artista.

¿Y porqué seguís siendo artista?

Porque tengo una necesidad casi maníaca por expresar mis emociones. Me despierto a las 4 de la mañana y me pongo a escribir un poema, malo, pero lo escribo igual. Además me gano la vida de eso, es mi oficio. Trato de pensar una sociedad, una comunidad: ¿para qué vive uno? ¿cuál es el sentido de la existencia en estas salvajes pampas desangradas? La obra artística sirve como una especie de reparación curativa. A los alumnos les digo: “señores, no hay necesidad de ser artista ni de estar en arteBA, traten de relajarse que el arte es una cuestión primordialmente auto-curativa. Expresar para tratar de reconciliarse con uno mismo y no andar colgando la foto a ver si se vende”.

¿Que se repite en tu trabajo?

Hay constantes que veo después de hacer los trabajos. Yo nunca pienso nada, actúo intuitivamente. Por ejemplo el pato inflable se repite, pero el patito viene a mí, yo no voy al pato. Ahora estoy haciendo una fuente de un pato gigante para Tecnópolis, que le va a salir un chorro del medio. Está inspirado en un vendedor de patos del obelisco. Toda mi obra, fotos y objetos, se refiere a la artesanía popular y a la obviedad expresiva y emocional. Hay cierta ternura en esos objetos, que es lo que me interesa del arte. Me gustan los colores simples, la obviedad, hacer un arte para toda la familia.

¿Te preocupa vivir de tu creatividad?

Me están contratando en Europa como el “Artista Pop Latino”. Me gusta la cosa de que el arte es mi oficio, así como hay un electricista o un pintor. ¿Querías Pop Latino?, te hacemos Pop Latino. Por momentos me aburro, pero tengo una familia que mantener y me gusta que este sea mi oficio. No me la creo mucho la del arte contemporáneo, no lo digo muy en voz alta porque me gano la vida de esto. Soy como el gaucho que anda con el cuchillo bajo el poncho.

Se exhibe hasta este viernes “Ramón Ayala” en el Malba. ¿De qué se trata el documental?

Quería hacer un road movie que vaya desde Constitución hasta las entrañas de la selva misionera. La película del gran poeta del Alto Paraná no intentaba ser un homenaje, ni redescubrir a nadie. Quería buscar las entrañas de América latina y Ramón Ayala se transformó en el personaje de mi película.

¿Cómo te vinculaste con la obra de Ramón Ayala?

Su obra me produce un contacto emocional con la alta poesía: “Algo se mueve en el fondo del chaco boreal, sombras de bueyes buscando el confín”. Su poesía es absolutamente visual. Algo me conecto con él. Creo que me estoy volviendo cada vez más místico.

¿Y cómo te llevaste con la creación cinematográfica?

Soy totalmente intuitivo, estudié cine en Cuba pero nunca presté atención en clase. En mi película fui aprendiendo sobre la marcha cómo filmar. Pero al final no le hago caso a nadie, soy muy rebelde. Quedó como un collage que se fue armando. Hubiera querido hacer una película con principio, desarrollo y fin, pero no me salió. Toda mi obra tiene la impronta de estar atada con alambre. Creo que es una película local y me parece perfecto. Estoy muy contento. En los grandes festivales no la entienden pero en Gualeguaychú me dicen que lloran cuando la ven.

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Nicolás Romero / Te entra por los ojos

Nicolás Romero -conocido también como Ever- es pintor y muralista. Más que nada pinta chinos. Al menos eso dice la gente que ve sus obras. Empezó a dibujar cuando era pequeño, sobre unas hojas gigantes de impresión que llevaban sus padres a casa. Después se compró los libros de los grandes de la pintura. Ahora interviene grandes paredes en todo el mundo con un estilo muy particular.

¿Cuándo empezaste a dedicarte a la pintura?

Trabajaba en una empresa de marketing y me aburría, sufría estrés, sentía que me dolían los testículos. Un día se me cruzo esto de arriesgarme a vivir del arte, de no tener un sueldo establecido y vivir fluctuando, fue a eso de los 23 años. Me costó asumir que quería vivir de esto. Ahora van llegando los resultados.

¿Qué cambio en tu vida a partir de esta decisión?

La perspectiva con la cual veo el mundo y mi vida. Creo que estamos esclavizados; el sistema en general toma nueve horas de nuestras vidas para que hagamos una tarea que tal vez no queremos hacer. Cambiar ese esquema y saber que soy el dueño de mi propio tiempo es lo que más me satisface. Estar dos horas mirando un cuadro y una hora pintándolo no me genera ninguna culpa.

¿Porqué elegís pintar en la calle?

En la calle todo es un desorden, no sabes muy bien qué pasa. Yo me tengo que mover en esa marea y ver qué resultados logro. Es una forma de decir “acá estoy”. A veces salgo a pintar con una idea fija y todo cambia laburando, con la interacción de la gente. Por ejemplo, al principio me molestaba que me destruyan una obra, más por una cuestión de ego que otra cosa. Pero ahora pienso porqué pasa eso y es como una respuesta de la calle, tal vez a alguien le molestó esa pintura. Además, si dejo de pensar que esa obra me pertenece, es mejor. Ya ni las firmo.

¿Te interesa que sea identificable tu obra?

Trato de que pase, que la temática o la composición pueda hacer que la gente  identifique mi obra. Ahora dicen: “eso es del pibe que hace lo chinos”. Me gusta la simplificación, porque al final las cosas tienen que ser así. Yo trato de poner un contexto y una profundidad en mi trabajo, pero al final a la gente no le importa y lo resume así: “eso es del que hace los chinos”.

¿De qué se trata esa profundidad?

De comunicar ciertas incertidumbres internas que tengo. Tomo como ejemplo el comunismo, que siempre me fascinó y que lo veo totalmente aplicable a la realidad, pero después veo lo que pasa en China, por ejemplo, y me pregunto cómo es totalmente lo contrario: comunismo sirviendo al capitalismo. Es una contradicción, una teoría idealista que se corrompe. Trato de hablar de esas contradicciones humanas,  y de llevar mi trabajo a un plano metafórico.

¿Así es como llegas a pintar gente con rasgos orientales?

El tema con los chinos era de composición al principio, por la fisonomía. Me interesaba pintar esos ojos separados, narices y bocas pequeñas en contexturas grandes. Después descubrí los posters chinos comunistas, con un ideal político de fondo, y se afianzo esta idea.

¿Y el resto de la estética: los ojos, los colores?

Pasa que nunca me creí la frase que dice que los ojos son una ventana del alma. Yo necesito sacarle los ojos a los personajes para perder esa conexión primordial, y lograr la comunicación con la obra de otra manera. Se genera un análisis desde otra perspectiva. Además uso ciertos patrones artísticos para llamar la atención, recursos de la iglesia como las circunferencias, uso el rojo y el amarillo que captan la atención y dan referencias  de cosas pasadas, me interesa que la gente se quede mirando sin saber porqué.

¿Cómo ves la escena local de arte callejero?

Creo que en Buenos Aires tenemos una libertad importante. Nuestros padres vivieron épocas duras, de censura, por eso siento que la gente de 30 o 40 años, cuando ve a alguien pintando en las calles, siente que eso refleja algo de la libertad que no había.

 

Ever in Chicago

Si queres ver gran parte de la obra de Nicolás Romero podés entrar a www.eversiempre.com. Otra opción es caminar por Villa Crespo (CABA) y encontrarte con sus chinos en las paredes.

Agenda / Tres muestras para visitar

Le Parc – Lumiére / Julio Le Parc

En el Malba se presenta una nueva muestra del talentoso maestro Julio Le Parc. Es una selección de obras históricas que pertenecen a la colección Daros Latinoamérica.

Le Parc, es uno de los artistas argentinos más importantes de las últimas décadas de nuestra historia, llegando inclusive a ganar en 1966 el Gran Premio de Pintura, en la Bienal de Venecia.

La muestra se concentra en sus experiencias cinéticas en torno a la luz, realizadas principalmente en los años 60, haciendo foco en uno de los aspectos más importantes de su producción: la preocupación por las alteraciones de la luz en movimiento.

Del 12 de agosto al 6 de octubre en Avenida Figueroa Alcorta 3415, CABA.

 

 

Tu eres eso / Pedro Aznar

Pedro Aznar, poeta, compositor y cantante, amplía un poco más su portfolio creativo. Presenta en el Centro Cultural Recoleta su primera muestra fotográfica. Son 22 imágenes de gran tamaño que relatan, a través de imponentes paisajes, un viaje interior, espiritual.

“Tu eres eso”, nombre de la muestra, hace alusión a la frase vedanta “Tat tvam asi”, que nos recuerda que todo lo que tenemos a nuestro alrededor está hecho del mismo material que nosotros, fugaz en apariencia e inmortal en esencia.

Se puede visitar hasta el 3 de agosto en la sala 8 del Centro Cultural Recoleta, en Junin 1930, CABA.

 

Argentina Lisérgica / Visiones psicodélicas en la Colección del Museo de Arte Moderno

En la sala del primer piso se presenta la muestra que propone un viaje hacia la iconografía y los escenarios artísticos de otro tiempo: el pop extremado de los desbordados sesentas y los tempranos e intensificados setentas, haciendo especial énfasis en sus nutrientes (el surrealismo criollo, la geometría blanda, el arte cinético y lumínico local, las omnipresentes vanguardias internacionales) y en sus efectos posteriores.

Una particularidad de la muestra, que incluye diseño gráfico, pintura, collage, cine experimental, escultura, fotografía, grabado, objetos y diseño industrial, es que se cambiarán algunas de las obras exhibidas, permitiendo al público nuevas visitas para seguir ampliando su mirada.

Hay obras de Jorge de la Vega, Edgardo Giménez, Eduardo Mac Entyre, Marta Minujín, Rogelio Polesello, Antonio Seguí y tantos más grandes artistas. Pero tranquilos psicodélicos, no hay apuro. Pueden visitar la muestra hasta marzo del 2015, en San Juan 350, CABA.

 

Sergio Avello / Abanderado del arte

Hoy, 20 de junio, pensaba escribir una nota relacionada a la tarea de artistas argentinos en torno a la bandera nacional: ¿Cómo la utilizaron? ¿Por qué se la apropiaron para construir obra personal? ¿Qué quisieron decir? Pero no. La investigación me llevó a otro lugar. Mejor dicho, a una persona: Sergio Avello. Su nombre me sonaba, conocía algún trabajo suyo,  a algunos de sus amigos y nada más.

 

Encontré esto: Sergio Avello fue un gran pintor, artista lumínico y DJ. Su producción estuvo vinculada a la abstracción y a la utilización del color  y la luz. En la década del 80 expuso en discotecas y espacios no tradicionales de Buenos Aires. Además fue miembro fundador de Proa. Nació en Mar del Plata, en 1964, y murió en Buenos Aires, en mayo de 2010, a sus jóvenes 46 años.

Avello dedicó buena parte de su tiempo a pintar, realizar y construir banderas argentinas. Lo hizo con luces, telas y cueros. De hecho, para algunos entendidos, su obra consagratoria es Bandera, presentada en la Bienal del Mercosur en 2003. A propósito de esta obra, Ana Martinez Quijano escribía para Ramona: “Como un símbolo de los avatares que han signado la historia de nuestra patria, unas luminosas bandas blancas y celestes se van encendiendo hasta brillar, pero como si el mecanismo que las alimenta se hubiera agotado, comienzan a titilar hasta casi apagarse. Y luego, de vuelta a empezar; como en la vida real”.

También Avello realizó la escultura lumínica Volumen, situada en la explanada de acceso al Malba, sobre la avenida Figueroa Alcorta. Es un enorme medidor de decibeles, de más de siete metros de altura, que traduce la contaminación sonora en un juego de luces.

Este es el humilde homenaje, en el Día de la Bandera, a Sergio Avello, un artista que utilizó el símbolo patrio para hablar de nuestra identidad nacional.

       

Recomiendo ver también el video del Mapping en el MNBA, realizado por Avello.

 

 

Franco Fasoli (JAZ) / Figuración Tole-Tole

Un rato en la calle y un rato en el estudio, Franco Fasoli va y viene, como lo hace con su firma, porque también rubrica con el seudonimo JAZ. Criado en familia de artistas, Fasoli dice que no tuvo escapatoria, pero hizo su camino personal, primero experimentando con el street art y después de manera más tradicional. Luego de diez años de escenógrafo, tomó la decisión de avocarse tiempo completo a la pintura. Hoy viaja por todo el mundo creando unos murales impresionantes, a la vez que expone sus pinturas en galerías del circuito del arte.

¿Qué características destacas de pintar en la calle, a diferencia del trabajo puertas adentro?

Primero el contacto con el espacio. La globalidad que me da, porque no sólo trabajo en mi ciudad sino que tengo que viajar a concretar proyectos en otros lados, entender y compartir la idiosincrasia y el entorno en el que estoy. Eso me afecta y afecta a mi obra. Es muy diferente al trabajo en el estudio, donde está todo controlado. En un espacio público estoy entregado a lo que suceda: el clima, la gente, los puntos de vista. Eso me interesa por sobre cualquier cosa y es un motor para seguir trabajando en la calle, a pesar de trabajar en paralelo con galerías.

¿Cómo te afecta la imprevisibilidad?

Es fundamental para mi laburo. Desde el material que uso, hasta el lugar mismo. Cada ciudad te recibe de una manera distinta. Estoy abierto a que todo influya en la obra. Me han tapado murales enseguida, obras que han sido censuradas en el momento y cambiadas. Otras trabajadas con los materiales que encontré en el lugar (agua, tierra, basura) y obras pensadas para que desaparezcan en el corto plazo.

 ¿Podrías acercarte a una definición estética de tu trabajo?

Utilizo imágenes relacionadas con tradiciones latinoamericanas y las mezclo con la cultura popular de determinados lugares. Pinté muchas imágenes de barrabravas con tradiciones de conflictos precolombinos. Me gusta mezclar imágenes que uso de referencia en función del espacio en el cual convivo, que es la calle, que es la subcultura que existe en Latinoamérica. Por eso aparece gente disfrazada de tigre, que viene de México, o algunas referencias al Tinku, de Bolivia. O la subcultura barrabrava, de todo Latinoamérica. De ese tipo de imágenes me nutro para laburar.

¿Y por qué la inclusión constante de la lucha?

El conflicto es una línea fundamental de mi trabajo. Es autorreferencial a varios conflictos: trabajar en la vía publica vs. trabajar en un espacio institucional, trabajar con materiales perecederos vs. trabajar con obras duraderas, firmar con mi nombre vs. firmar JAZ. Después está la lucha más general, que es trabajar en un lugar como Latinoamérica y la costumbre de confrontación en nuestras sociedades.

¿Existen otros elementos que se repiten en tu obra?

Sigue apareciendo la figura; soy figurativo desde siempre. La figura humana y el personaje como eje central. También el círculo casi siempre está. Y la línea, que termina uniendo muchos de mis trabajos.

¿Cómo elegís las paredes a pintar?

En Buenos Aires trato de usar siempre las mismas. No pretendo que cada obra sea eterna, ni que se convierta en patrimonio de la ciudad. Me gusta el ejercicio y el proceso de trabajar sobre el lugar. En lo que tiene que ver con festivales, a uno le llega la lista de paredes, superficies, tamaños y eso un poco se contradice con mi forma de laburar acá, en Buenos Aires, donde trato que sea un poco más libre. En el circuito uno termina ya sabiendo prácticamente todo lo que va a pasar con esa pared.

En general, ¿Cuál es la devolución del público mientras trabajas?

Acá la gente es muy abierta y, sea de cualquier edad y onda, valora el trabajo que se hace en la calle, sobre todo el laburo de un artista, sin pretensión. Se aprecia que use mi tiempo y mis ganas para hacer algo por la ciudad, aunque no entiendan la obra o el porqué. En Europa o Estados Unidos, primero la reacción es saber si mi trabajo contribuye a la comunidad o no, y si estoy habilitado para a hacer esa obra. En otros lugares tengo que tener en cuenta temas raciales o de religión. Por ejemplo, en Sudáfrica la gente relacionaba mis obras con viejas costumbres tribales africanas, y fueron interpretaciones interesantes, y fuera de lo común, que tuve sobre mi trabajo. Creo que, si estoy abierto a lo que pase en la calle, no puedo imponer mi visión al que sea, sino trabajar precisamente con ese ida y vuelta.

 

Prueba irrefutable de la internacionalidad de Franco Fasoli es Vínculo, la muestra que exhibe en este momento -y hasta el 26 de julio- en BC Gallery, Berlin. A los que no tengan tiempo ni dinero para volar a Alemania right now, les quedan, a priori, dos opciones: salir a caminar por el barrio de Villa Crespo, donde se van a encontrar con obras de Franco. O entrar a www.francofasoli.com.ar y comprobar por sí mismos el talento de este muchacho.

Juan Andrés Videla / Olvidarse de uno mismo

Juan Andrés Videla es artista plástico. Recientemente fue honrado con el Gran Premio Adquisición del Salón Nacional, por el dibujo Refugio -grafito sobre fórmica-. En diálogo con #ArteYa repasa su carrera y las dificultades y alegrias de encontrar un camino personal en este mundo.

Juan, ¿Cómo es que decidís ser artista?

Fue trabajando en el taller, mientras estudiaba Bellas Artes. Tenía cierto miedo con el hecho de ganarme la vida de eso, y perturbarlo. Tomé la decisión y me fue muy mal. De alguna manera yo sabía que me iba a dedicar al arte y quería concretarlo, pero no cómo lo iba a sostener. No quería vivir de una ilusión.

¿Y tu primera muestra?

Expuse por primera vez en la galería Lirolay, donde muchos artistas empezamos. Me fue relativamente bien, pero quedé mal, con una sensación de inestabilidad e inseguridad. Sentí que tenía que esperar, madurar. Estuve como diez años sin exponer, hasta que empecé a mandar carpetas a galerías de Estados Unidos y volví a mostrar mi trabajo, con una sensación de mayor solidez.

¿Qué paso en esos diez años? ¿Cómo destrabaste esa situación?

Tenía facilidad para dibujar y las cosas me salían, pero eran carentes de algo genuino. Yo trataba de hacer un buen cuadro y me harté de esa batalla. Me puse a pintar unos pedacitos de quebracho que usaba para prender el fuego. Un día les puse cuerdas y cosas, y arme como unos mini teatros con movimiento, y de pronto tenía montones de esas obras  -que mi viejo les decía cachivaches-, y ahí encontré que eso era lo que tenía que hacer. Mi maestro de aquel entonces vino al taller, vio una pintura nueva y también los cachivaches y me dijo: “esa pintura está muy bien, pero tiene la pretensión de la pintura, en cambio esa máquina es lo que vos sos”. Me di cuenta de la pretensión que estaba teniendo de ser artista, de hacer una buena pintura, y todo lo que eso me jugaba en contra.

¿Qué necesitás para trabajar?

No puedo pintar si no me olvido de mí mismo, de mis problemas, de diversas cuestiones de mi vida, etc., con presión no puedo pintar. Si estoy pintando es porque superé la presión.

¿Para vos de qué se trata ser o trabajar de artista?

Ser artista no sé bien que es, tampoco me lo planteo. Me interesa la pintura como un modo de conocer la realidad y vivo el arte ligado a la acción de pintar. No es una situación dualista: no hay un pintor ni un cuadro por ser pintado. Esa realidad se desvanece y eso me atrae de pintar. Creo que el arte aparece cuando desaparece el sujeto que lo está haciendo, cuando trasciende esa zona dualista. Y si no se trasciende eso, para mí no hay arte.

¿Hay ciertos temas que se sostienen en tu obra? 

Los temas me interesan pero son una excusa. Me interesa lo que dice la pintura en sí misma. Se me vienen a la cabeza Los girasoles de Van Gogh: el tipo con unos girasoles te parte la cabeza y no sé qué es lo que hay ahí, esa potencia me atrae de la pintura. Tampoco sé si hay un más allá del formato, de la técnica y los materiales. Yo no tengo un mensaje, hay algo que pasa, una huella que deja una acción. Me atrae esa huella.

¿Cómo incide la improvisación en tu trabajo?

Cuando estás laburando, cada movimiento que hacés te lleva a una instancia diferente, y muchas veces pensas en parar el cuadro donde está, pero sentís que algo le falta. Otras veces lo seguís y te pasas de la raya hasta estropearlo. Los cuadros que quedan pendientes son infinitos. Yo trabajo a partir de una misma imagen, de fragmentos de fotos que copio, o de lo que me interese. El más mínimo cambio de color, de fondo, de pincelada, de humedad, de humor en ese día, genera cambios que terminan siendo sustanciales, no son detalles. Un poco por eso me cuesta saber cuándo terminar una obra.

¿Crees que sirve para algo el trabajo de un artista?

Creo que cuando toca un lugar que no es tan personal ni narcisista, puede aportar algo al resto de la sociedad. Siento el arte muy ligado a una actitud humilde, ni egoísta ni centrada en el artista. No todo es acerca de mí. Creo que los científicos, por ejemplo, hoy están más ligados a esta situación. Ahora, si un artista hace una obra en la cual toca esta zona, creo que sí hace un aporte.

                                                                                                                                                                                                                                       

La obra Refugio, ganadora del Primer Premio Adquisición, se podrá ver en el Palais de Glace, del 26 de septiembre al 26 de octubre. Hasta entonces se puede visitar el Complejo Cultural Leonardo Favio (inaugurado hace pocos días), donde Videla presenta algunas pinturas en el marco de la muestra colectiva Sureños Contemporáneos, hasta el 27 de julio. Y si eso no es suficiente, se puede entrar a www.juanandresvidela.com.ar, donde se expone una buena parte de su obra.