Miami es una ciudad pródiga en humoristas profesionales, pero quien más gracia me causa no es lo que se dice un cómico o un comediante común, sino un poeta y trovador: Alcides Herrera.
Hay algo en su manera de hablar, de mirar, de pensar e, imagino, en su “look” de hippie que me divierte. Su humor es inteligente y absurdo. “Nací vago”, jura, “uno está regido por la hora en que nació, y yo nací a las cinco y cuarto de la tarde, cuando todo el mundo regresa del trabajo”.
En efecto, Alcides –“El Pescao”, para los amigos de la infancia- nació a las 17:15 horas (o las 5:15 pm, como se dice aquí) de un 3 de abril de 1974, en una ciudad ubicada en el centro de Cuba, más antigua que La Habana, Sancti Spiritus, fundada en 1514 por el conquistador Diego Velázquez.
“En la infancia escribía cuentos cortos y dibujaba, pero con el tiempo noté que eso no me bastaba para poder conseguir mujeres, así que a los 23 años aprendí a tocar guitarra”, me cuenta, de lo más serio, en una calurosa tarde de tertulia, en el estudio del fotógrafo Delio Regueral, uno de sus íntimos.
Además del arte y las chicas, Alcides es un apasionado de las cervezas. Las plateadas Pabst Blue Ribbon son sus preferidas. Pero volviendo al artista hay que decir que es un prolífico poeta y compositor, aunque, por aquello de su predestinación a la vagancia, no ha publicado libros ni ha grabado canciones.
Regueral, que ha retratado a numerosas celebridades locales y le tomó la singular foto que ilustra esta nota, se rinde ante su amigo:”Como poeta, no se rige por normas preestablecidas, trabaja con una libertad cretiva increíble; y como músico, tiene un gran sentido estético y armónico”.
El respetado poeta Rolando Jorge también le tiene simpatía a Alcides; tanto es así que le dedicó un poema, titulado “Tapa a tapa” y que en su primer verso reza:
“camisa de cuadros enfermos refieren
quien tiene tisis al alhorre abraza
pabellón a pabellón”
Desde México, vía Facebook, otro de sus “cuates”, el cantante Jorge “Tereso” Correa, lo define así:”El es un enamorado agridulce con una lanza en la lengua y una mira certera”.
La lengua, el verbo, son el fuerte de Alcides, qué duda cabe. Ese ángulo suyo, más la agudeza, brilla especialmente a la hora de aplicarlo al humor. “Minero 34”, me bautizó, por ejemplo, en honor a mi nacionalidad chilena y a la famosa gesta que protagonizaron los 33 mineros.
Sin libros y sin discos en tiendas reales o virtuales es difícil disfrutar de lo suyo. La mejor manera de asomarse a su trabajo es a través de su cuenta de Facebook. Allí anuncia sus esporádicos conciertos – a los que llama “peñas”-, publica fotos y provoca oleadas de risas con sus comentarios.
“Si me levanto temprano, fresco y curado, claro y feliz, llama al Rescue, que ando malito de los nervios”, escribió hace poco, parafraseando a Silvio Rodríguez, a quien, como muchos cubanos exiliados de su generación, admira por sus canciones, pero desdeña por su postura política oficialista.
Van otras tres perlitas juguetonas del Face del “Pescao”:
- “Mi teléfono inteligente me escupió”
- “Unos hackers malísimos me robaron la identidad y al otro día me la devolvieron con este mensaje: ‘Tú no eres nadie, comemierda’”.
- “Aún soy católico: quiero tener siempre la culpa”
En la poética, los referentes de Alcides son San Juan de la Cruz, Manuel Sosa, y José Lezama Lima. Musicalmente, la Nueva Trova, Leonard Cohen. En cuanto al humor, asegura que lo heredó de sus ancestros espirituanos, pero reconoce como influencia en ese item a Pablo Garí, alias El Pible, también exiliado.
“El ‘Pescao’ empezó de muy jovencito en un grupo que yo fundé, en el que hacíamos algo que terminó caracterizando nuestras carreras: un humor muy cercano al que practicaban los Les Luthiers, lleno de juegos de palabras y de absurdo”, recuerda El Pible.
?Cuál es la principal virtud artística que el maestro le encuentra a su pupilo?
“Lo multifacético que es”, afirma, sin vacilar.
La lengua de Alcides derrama humor, aún en sus momentos de fragilidad; como los actuales, teñido por una reciente ruptura amorosa.
“Minero 34”, me cuenta, “soy ‘maiamero’, pero cada vez que estoy soltero necesito huir de la ciudad y ahora tengo la posibilidad de ir a Nueva York o a Nuevo México”.
“¿Y a dónde vas a ir finalmente?”, le pregunto.
“Nueva York”, responde, pícaro, pero sin entusiasmo, “porque si voy a Nuevo México voy a querer cruzar la frontera y en México me voy a ‘perder’ en ciertas tentaciones”.
“Bueno”, agrega, al instante, “en realidad ahora no puedo salir del territorio de Estados Unidos porque dentro de dos meses me voy a hacer ciudadano americano”.
“Minero”, pregunta, con un nuevo brío en la voz, como el niño grande que es, “¿si te invitara, vendrías a la ceremonia en que me voy a hacer ciudadano?”.
* Poema de Alcides Herrera (Sin título)
Cuando aparezco
se acaba más pronto la cerveza.
Sin pensar (es el estado
que me entretiene) atravieso
el salón donde repartes los bocadillos
y no acepto ninguno.
Yo soy el hombre del bigote rojo:
necesito entrenarme con las princesas
y descubrir (tal vez hablamos
del último día)
un juego detrás de cada corazón,
un party secreto.
Cuando aparezco
algunos ojos brillan
y saben que habrá predicaciones.
Sacrifico energía de mi pozo
para ver rodar un anillo,
para verte reír.
Cuando aparezco
soy música en el aire, espíritu
mirando desde el balcón.
Por llenar una forma
(no me refiero a lo que estás pensando)
me sale una cana diariamente,
un sufrimiento árabe.
Entretenerse va por las filas de la luz,
se sube a la hoja doble,
deja para mañana casi todo.
Aunque unos gatos se sacrifiquen
y regresen a Venus.
(O mejor dicho:
siempre que un gato se sacrifica,
regresa a Venus.)
Cuando aparezco repito la sed,
reparto margaritas,
juego a las damas.
Ya se rompió la boda judía,
los hijos se quedaron sin nombre,
sin hijos.
Ya sé que nadie va a venir por mí,
que pierdo las misiones y el pan
en un país extraño.