Ninjas, ninjas y más ninjas!

No conozco ni a una sola persona a la que no le gusten los ninjas. Debe ser la profesión con mayor nivel de aceptación en la historia de la humanidad. Los tipos te pueden matar veinte veces antes que te des cuenta y lo único en lo que tu obnubilada mente puede pensar es “Genial… Me gustaría ser como ellos”. La razón es sencilla: todos queremos ser el más malo de la cuadra y ser admirados tanto por amigos como por enemigos. El problema es que para cumplir con esa expresión momentánea de deseo, uno tendría que entrenar toda la vida y olvidarse de cuestiones como trabajar, formar una familia o estar tirado viendo la maratón de “The Walking Dead” con un cuarto de helado de crema del cielo bajo el brazo (que imágen… Al menos los zombies caminan).

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Cinco batallas injustamente difíciles

Hasta el más budista zen de los gamers se ha encontrado al menos una vez con un juego tan injustamente difícil que seguramente lo llevo a evaluar el tirar el control de la consola por la ventana o directamente matar a todos los que lo rodeaban, sin motivo aparente.

Los culpables de estos impulsos homicidas son generalmente los denominados “jefes” de un juego (o sea, aquellos personajes que custodian la entrada al próximo nivel y que, como es de esperarse, no nos dejarán pasar sin antes hacernos la vida imposible. Así mismo, entre los “jefes”, quien más se destaca es el último, que nos separa de la meta y, por ende, de completar el juego. Continuar leyendo