El sábado pasado tuve un casamiento. Con bastante anticipación contraté una niñera, de siete de la tarde a siete de la mañana, para que se hiciera cargo de mis bebes que, con un año y monedas, siguen despertándose para tomar una mamadera (no logro sacárselas, ¿cómo hicieron?).
Durante la previa hice malabares y tuve tiempo para hacerme manos, pies, pelo y ¡si hasta pude maquillarme como una puerta como antes de ser mamá! Como en nuestros años mozos partimos con mi marido, dispuestos a romper la noche. Y así fue: charlamos, comimos, tomamos.