Tuve la suerte de que mis hijos nacieran casi a término. Digamos que zafé de la incubadora por un pelito. Gracias a Dios y a los médicos (especialmente a mi obstetra, Federico Del Giudice), mis mellizos aguantaron en la panza hasta que tuvieron la maduración necesaria para ver la luz.
No fue fácil. Desde el cuarto mes ya querían salir y me tuvieron que hacer un cerclaje de urgencia (unos puntos en el cuello del útero). Además, estuve internada dos meses y medio porque desde la semana 26 las contracciones eran cada vez más frecuentes y sólo se calmaban con medicación intravenosa (léase, estuve infinitos días con suero). Finalmente mis bebés nacieron en la semana 36, pesando 2.500 y 2.800 y, cuatro días más tarde, me los llevé a casa. Un final muy pero muy feliz.