Estamos en Italia. Estoy ansioso. En cualquier otro momento, cualquier otro viaje, estaría en la calle, con la mochila chica en mis espaldas, cámara de foto en mano, y algún mapa en el bolsillo de mi pantalón favorito, perdiéndome por alguna callejuela medieval, tomando foto de cuánto monumento (o momento) me pareciera interesante para transmitírselo a ustedes. Pero hoy no, hoy no puedo. Estoy en casa y, si bien el pueblo de Solignano (a 35 Km de Parma) es hermoso, mis ganas de caminar se comprimieron por la presión de esas ansias, casi como las que sentía hace poco más de un mes atrás, cuando preparábamos el equipaje para este nuevo viaje, esta nueva etapa de nuestras vidas.