El alcohol y Rusia es algo tan inseparable como la Argentina y el asado. Uno se da cuenta incluso antes de llegar a este país, en el vuelo que lo llevará a Moscú se puede escuchar un extraño tintineo: son las botellas que van dentro de las bolsas del “Duty Free” que cargan los pasajeros rusos…hay muchas dentro, y no todas van para casa porque casi siempre hay una reservada para el vuelo. Lo que ofrecen las azafatas no alcanza y los problemas que generan los sedientos pasajeros se han multiplicado obligando a las aerolíneas a tomar resguardos.
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Maldito Licor, parte 1
Este cóctel tendrá tres partes, este es el aperitivo.
La oferta de alcohol en Rusia de verdad impresiona. Son cientos, probablemente cientos de miles los metros y metros cuadrados que los distintos comercios destinan a la venta de todo tipo de bebestibles. Si los rusos querían sacarse el estigma de campeones a la hora de empinar el codo, la tarea muchachos, es más que complicada.
Las leyes de la economía de mercado, y del capitalismo han dictado un axioma que en este caso es lapidario: si la oferta de alcohol en este país es enorme es sencillamente porque los rusos compran, y mucho. Para salir de dudas, miren este recorrido por la sección de bebidas alcohólicas del supermercado al que voy habitualmente, parece el paraíso de Barney Gómez.
Lenin, el intocable
Lenin es un Rockstar. Fuera de lo que se pueda esperar, en Rusia la figura del padre del bolchevismo está lejos de ser renegada. En este país cada ciudad que se precie de esa condición necesariamente debe tener una calle, avenida, parque o estatua que homenajee al vociferante calvo. Para quien no es ruso es algo difícil de entender.
Y los motivos no son pocos. Se trata del líder que originó un dictadura de casi 70 años, un régimen que prometió crear el paraíso en la tierra y que termino generando y administrando todo lo contrario. Sobre todo para quienes osaron desafiar el monopolio ideológico del comunismo.