39. Fase 2: El amor revanchista

#AmoresTóxicos

Querida Enana:

Te debo una disculpa. Hace tiempo que quiero escribirte pero no encuentro el momento. Mi amigo me dijo que el momento nunca acude cuando es demasiado tarde. Yo me porté muy mal con vos; pero de eso me doy cuenta recien ahora. Si bien te quise, nunca te tomé demasiado en serio. Vos sabés que venía de una relación complicada, estuve muy mal cuando corté con Rocío y me costó mucho reponerme. Tal vez no estaba preparado para iniciar una nueva relacion. Se que no hice las cosas bien y que eso te causó mucho daño. Necesitaba reivindicarme como hombre, ella me hizo mucho mal –lo sabés bien- y estar con vos fue una modo de recuperarme de ese abismo que sentía. Ahora veo que no sabía lo que hacía, estaba pero no estaba.

Siempre vi en vos a una buena persona que estaba dispuesta a todo y eso me gustaba. Me tenías en cuenta y me cuidabas. No supe valorar todo el amor que estabas dispuesta a dar aunque no me arrepiento. Podría haberlo hecho mejor pero no supe cómo. Se que sufriste cuando te dejé pero fue lo mejor. Aprendí que no hay que hablar del pasado con tanta pasión, eso a la larga es un bumerang.

Cuando te encontré por el Facebook dudé en pedirte amistad, una ironía hablar de amistad cuando esa posibilidad nunca la tuviste en cuenta. Debería haber planteado las cosas de otro modo pero no lo supe hasta hace poco. Tal vez no sirva de nada que te escriba todo esto, pero a mi me deja tranquilo que sepas que no fui un mal tipo, que simplemente fui un pendejo que estaba aprendiendo a estar en el mundo. Ojalá hayas podido encontrar al hombre que te merecés y sepas perdonar mis actitudes inmaduras.

Te mando un beso,

Mario

 

El amor revanchista

El amor revanchista es una fase del proceso amoroso que llega despues de un choque de frente con un corazón vacío. Un Mario herido divagaba por la noche queriendo superar lo que él llama abismo. Quiere reivindicarse como hombre con la pretensión que su nueva relación pague los platos rotos… y lo logra. No mide, está centrado en su propio mundo sin la capacidad de ponerse en las alpargatas del otro. Se hace el macanudo pero es impermeable tanto a los reclamos como a las oleadas de amor de la enana.

Ella tiene el virus de la ingenuidad y la esperanza, cree que siendo gauchita y complaciente a la larga Mario va a estar a su lado. Pero contrariamente a lo que espera, él se aleja cada vez más; y es cuando ella se desespera y no sabe qué hacer. Con el tiempo, la enana va a entender que cuando el otro es un ausente, ya no hay nada que hacer.

Él no sabe que intenta vengarse en un cuerpo equivocado, no mide las palabras que expulsa de su boca y cada frase es un bisturí que va abriendo el corazón de la enana hasta deshidratarlo de ilusiones. Él no quiere ser un monstruo pero sus gambetas son abominables.

Las heridas narcisistas pretenden curarse con la neusosis del otro. Ella sabe que no tiene que estar teniéndole la vela pero igual insiste en esperar por si la cosa cambia. Para él, estar con ella, es ganar tiempo. Espera recuperarse de la ausencia de Rocío comportándose con la enana como no pudo hacerlo con su ex.

Pero claro, pasa el tiempo, lo visita la culpa y considera un gesto de madurez escribirle a la enana para pedirle disculpas. Tal vez esa actitud para ella sea reparadora pero tambien puede sospecharse que él siga haciendo centro en sí mismo y que esta disculpa no sea otra cosa que una averiguación de sus propios antecedentes para saber si fue olvidado o si sigue siendo el salvavida de plomo al que alguna vez la enana se aferró en los mares de la soledad.