51. Cómo cortar una relación

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El nudo de la corbata

Todo empieza con una incomodidad producto de una leve sospecha silenciosa. Te sentás en el futón del living viendo pasar a esa persona que empieza a convertirse en un extraño. Primero lo negás pensando que tenés un mal día, después, cuando eso te pasa recurrentemente crees que podría ser una crisis, más tarde el cuestionamiento es si sos vos o es el otro. Primero es el otro, después sos vos.

Nadie se separa de un día para el otro, en el post 31 indicios sobre las separaciones hablábamos de los tips a tener en cuenta a la hora de separarse, pero claro, antes de esos tips está el proceso que te lleva a tomar esa decisión.

En el momento exacto donde los dados están por el aire, uno carga con la culpa y el otro con el abandono; dos sentimientos ancestrales que te atan la garganta como una corbata.

En busca de la calma

La separación es un malentendido, palabras que se dicen en dos idiomas diferentes, con muy pocas palabras en común y significados diametralmente opuestos. El que deja no quiere lastimar y en ese intento hace todo al revés. La estira, vuelve por compasión, inventa confusiones y promete una débil esperanza. El dejado se empobrece cada vez más a la espera del milagro. Recién cuando toda esta etapa pase, podrán sentarse a hablar con más calma, como dos personas que están a punto de separarse de verdad.

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Los dos procesos de una separación

El proceso interno

La separación tiene dos tipos de procesos, uno interno y otro externo. El primero es en silencio y para uno. Comienza con sospechas y vacilaciones, dudas que van y vienen como un viento rebelde. Pensamientos pendulares que van de la certeza al interrogante, ¿soy yo o será el otro? Una voz te dice que no sos capaz de mantener un vínculo en el tiempo, que la cobardía aleja al amor y que preferís dejar al otro antes que ese otro  te deje a vos y, en simultáneo, otra voz acomete como un casting salvaje diciéndote que ese otro ya no califica con la expectativa que tenías, que no es lo que esperabas y que a medida que lo fuiste conociendo te diste cuenta que no tenían nada que ver el uno con el otro.

El proceso interno es caótico porque prácticamente no tiene interlocutores, hablás con tus propias voces que terminan haciendo de tus ideas una madeja. Es el momento de mirar a la distancia y de tomar valor para plantear el tema donde aparece la culpa y el profundo miedo a equivocarte. Pensás en tus relaciones anteriores y querés que sea diferente, cualquier parecido con el pasado te angustia porque ya no querés ser ese que, como dijo el viejo Sigmund, “repite en lugar de recordar”.

Pero hay un momento que esa intensidad es un picor constante y que lo único que querés es sacártelo de encima, no importa cómo, pero sólo querés que deshabite tus horas. Y entonces te sale como te sale, en el momento que te sale y de la forma que te sale. No medís… lo único que querés es que deje de picar.

El proceso externo

Ahora son tiempos de cataratas ciegas y centrífugas, de catarsis dispersivas y de instrumentos desafinados. Todo suena mal; y a mayor reflexión menor claridad. Querer explicar lo que, en un principio es difícil de entender, es como si se te destapara el salero en el medio de la sopa. Son tiempos de demasías de palabras, silencios, violencias y angustia. La ensalada emocional se compone de culpa, sentimiento de abandono, traición, furia, creencia en algo absurdo, negación y mucho coco.

La culpa está al servicio de lo siguiente: estás diciéndole a alguien que quisiste, que ya no lo querés más. El problema es que, hasta que podés ponerlo en palabras, pasa mucho tiempo. No querés que el otro sufra y por querer hacérsela más fácil más le duele. Todo se resume en cuatro palabras y sus consecuencias: ya no te quiero.

Uno le tiene miedo a la muerte porque nos aterra el abandono. Debajo del abandono se encuentra el desamparo, ese sentimiento de desprotección total donde uno depende de sí mismo. Para sobrellevar este momento tenemos que encontrar una mínima fortaleza, una soguita que nos saque del pozo y que no se enrede en el cuello.

El dejado se siente traicionado. No puede entender que seis meses atrás le hayas dicho que lo amabas y que era el vínculo más sano que habías tenido; pero el amor es meteorológico, a veces la pega.

Y esa persona, que tan livianamente te dice que se quiere separar, paso a paso se va transformando en el blanco de toda tu furia, convertís al amor en odio y lo único que querés es que nunca haya existido.

Entonces empezás a buscar explicaciones absurdas y delirantes que justifiquen semejante alejamiento: si es del interior, extraña a la familia; si vive solo, todavía no cortó el cordón; si vive con los viejos, necesita su espacio; si estudia, está muy estresado con los parciales y así sucesivamente. Cuando estás enamorado no hay ninguna duda.

De todos modos cada uno encuentra su manera de procesarlo, el proceso es subjetivo, cada quien debe encontrar su toolbox  y saber darle el uso adecuado a esas herramientas.

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