71. Cómo pensar una crisis

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La crisis como nudo

Y de pronto el silencio. El goteo de la canilla de la cocina se vuelve a escuchar incesante. La tele del vecino repiquetea los oídos del consorcio elevando la voz de ese conductor maníaco que se hace el tarado pero no es ningún boludo. Atrás quedaron las horas inciertas, que me voy yo, que te vas vos, que pensémoslo mejor y que “no sea tan cruel, no busques más pretextos”. Acaba de desarmarse el ring, ese escenario gris que fue testigo del derrumbe, fotografías en primer plano de sobredosis de crueldades y demasías de energía, puestas al servicio de destruir al otro para salvarse uno. ¿Por qué se seguirá recurriendo a ese artilugio desesperado de hundir al otro para salvarse semánticamente de nada? Hacerse el Pablo Escobar con los corazones de la gente, lejos de hacerte un triunfador, te convierte en un papa frita.

Los momentos de crisis son un nudo que no se desata con un simple tirón. Las crisis son complejas y, en el momento de atravesarlas, parecen infinitas.

Crisis y ruptura

La diferencia entre crisis y ruptura reside en el cariño, hay ruptura cuando el amor de uno de los dos se tomó el palo por la ventana de alguna omisión. Hay ruptura cuando el silencio estalla en un embotellamiento de palabras crueles, al servicio de la distancia. Cuando ver llorar al otro, lejos de enternecerte, te da bronca. La ruptura tiene fecha de vencimiento mientras que la crisis es la oportunidad para recontratar la vida cotidiana y distribuir, de otra forma, la energía.

¿Cómo se llega?

A las crisis se llega por un exceso de confianza. Los años que acompañan la durabilidad de un vínculo puede transformar esa reciprocidad en una relación omnipotente. El problema de las crisis reside en el desgaste sistemático de los roles asignados y asumidos oportunamente. Se desencadenan porque los roles que las mantuvo hasta el momento ya no son funcionales; necesitan un service.

A nosotros nunca nos va a pasar porque nos queremos mucho y tenemos una familia maravillosa” es el axioma desgraciado de muchas parejas que niegan su vulgaridad. Todo vínculo necesita de una crisis para subir los escalones.

crisis 2La peor crisis es la que se niega. Crisis quiere decir revisemos lo que hasta ahora funcionó de esta manera y pensemos si queremos que siga funcionando así. Mi forma de ser depende mucho de quien yo tengo al lado y mi modo de relacionarme con el otro será directamente proporcional a las suertes o desgracias que a cada pareja le toca vivir. Es decir que la realidad es un factor determinante de la vida conyugal y nuestra forma de relacionarnos con ella generará la distancia que hay entre una simple crisis y una atormentada ruptura.

Las crisis y el amor

No necesariamente una crisis se desencadena por falta de amor. Quererse, no garantiza que una pareja no atraviese por una crisis, es más, te diría que solo una pareja que se quiere puede bancarse una crisis… las otras derivan rápidamente en una ruptura. Es justamente el amor el que determina el territorio donde la crisis se juega y casi te diría el tiempo de duración. Pero claro, el peligro es que se convierta en una crisis tóxica.

Las crisis tóxicas

Llamamos crisis tóxicas a aquellas que simulan un problema situacional y transitorio pero que en realidad ocultan la fuga del amor. La triste estrategia de pedirse un tiempo es un ejemplo, el tiempo se pide con la ilusión que disminuya la culpa que genera dejar de amar a alguien. Una crisis tóxica es una inminente ruptura disfrazada de crisis. Una ensalada de argumentaciones que confunden la triste realidad (para ambos) de dejar de verse. La palabra confusión le ha hecho mucho daño a los vínculos amorosos. Muchas personas estropean el necesario estado de vacilación en una confusión tramposa que desvía la atención. Las confusiones son en el durante y no hay nada peor que la distancia para aclarar una confusión. A la crisis se le pone el cuerpo, al desvío la palabra.

Transitar por las crisis

A las crisis hay que darles tiempo. Digo, dedicación. No hay que apurarlas, tienen su propio ritmo. Lo peor es darle un final anticipado. Hay que saber escuchar, repartir con la menor ansiedad posible los tiempos de argumentación y saber que, en el mayor de los casos, los dos tienen razón. El concepto de tener o no tener razón hay que redefinirlo, no hay una razón sino una multiplicidad de razones y cada uno es dueño de una parte. El instrumento reparador de las crisis es el recontrato. Si algo estalló es porque la articulación de esos roles que configuraron esa vincularidad se desgastó. La tolerancia es la prótesis que hace que la cosa funcione “como si”, pero como toda prótesis tiene sus límites y su durabilidad, en algún momento hay que agarrar el mazo y más que zambullirse en él, hay que repartir las barajas de tal forma que determinen el comienzo de un nuevo juego.

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