En La Rioja no existe la autocrítica

#ParemosLaPelota

La palabra frente al micrófono no alcanza para ganar partidos. Ni siquiera para quedarse con un combate mediático que se esfuma en el tiempo y solo deja felices a los que viven de las chicanas. Ramón dio la batalla dialéctica pero nunca ordenó su tropa para la verdadera guerra. Porque en el fútbol, ante todo, importan los resultados. Y hasta el hincha de River, conocedor del buen juego, ya prefiere ganar aunque su equipo no de dos pases seguidos. #ParemosLaPelota para ver donde está ubicado Ramón.

La derrota con Lanús en la Sudamericana expuso el discurso público del riojano. “Sabemos jugar la Copa”, se jactó el técnico “millonario” después de dejar en el camino a un San Lorenzo que lo pisoteó. Y la oralidad, tan hermosa para poner en los títulos de los diarios, no sirvió como argumento para sostener el juego de River ante el “Granate”. La paciencia se acabó. Al menos, se terminó por un rato.

“A la gente la vi demasiado disconforme”. La frase tomó una distancia abismal de la necesaria e inexistente autocrítica, y se acercó al distinguible orgullo de un riojano que no se da por vencido. El problema es el hincha. El tipo que se cree con derecho a discutir los pergaminos de Ramón Díaz, aunque tenga razón en molestarse porque el  juego del equipo le da ganas de meterse debajo de la frazada y dormir hasta el alba. Y a ese hincha común, el riojano lo ignora. No lo escucha o, al menos, no asume públicamente que lo escucha.

El técnico “millonario” pretendió ganar los partidos en la previa y jugar con la historia frente a las cámaras. Pero nada le alcanzó. Ese no fue peor error. El riojano que nació en tierra de caudillos se equivocó y no lo asumió. Sus conferencias deambulan entre el mensaje alentador de un candidato político que cree que todo está bien y el agradecimiento constante al hincha que banca lo que ya no banca.

River-Colon

River necesita ganar y encontrar un sistema de juego que le de solidez al equipo. Ese es el principal objetivo del riojano en los meses que se vienen. Tiene capacidad para hacerlo pero su alto perfil lo ha colocado en otro partido. En un lugar de donde el público le pide a gritos que salga. No quieren encontrar tantos motivos para justificar que la paciencia se acaba.

“Cuando a la gente no le gusta algo, aceptamos que proteste como lo hizo el otro día“, asumió Ramón en la conferencia de prensa del viernes. Intentó acercarse al hincha argumentando que tenían muchas ilusiones que se rompieron. Un ida y vuelta en el que pretende mantenerse indemne sin profundizar la autocrítica, herramienta fundamental para cambiar el rumbo de un equipo que juega mal.

Ramón no se fue a la B, supo jugar la Copa, desafió a Bianchi en un duelo sin contrincante, le enseñó a ‘Teo’ Gutierrez lo que es River, le pidió a la AFA que Delfino no dirigiera el mejor partido de su vida y se quejó del arbitraje que lo perjudicó en las únicas oportunidades que logró llegar al arco. Hizo todo menos ganar. Y en el fútbol argentino, para respirar, primero hay que ganar y después hablar.