Ciudades para personas

#PensarLaCiudad

 

 

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En “Ciudades para Personas” (2010) Jan Gehl explica que lo importante de las ciudades es cómo se perciben desde la altura del ojo humano moviéndose a 5 km/h, no desde un avión. El arquitecto y urbanista danés considera que la calidad del espacio urbano, la vida en la ciudad y el modo en que afecta a sus habitantes no depende del aspecto externo de los edificios.

 

Gehl nos relata cómo durante generaciones se pensó la ciudad a escala humana pero que, al “aparecer” el automóvil los planificadores empezaron a pensar en “grande” y se olvidaron de lo más importante: las personas. El resultado fueron ciudades inhabitables, con mala calidad espacial a nivel peatonal y “muertas”, carentes de vida callejera.

 

Durante siglos la calle y la plaza fueron las unidades organizativas de la ciudad, la primera siendo espacio móvil que se organiza a partir de nuestros pies y la segunda un lugar que la mirada puede abarcar. Gracias a esto, las ciudades crecieron de a poco, lento, edificio a edificio, eran compactas y por tanto caminables.

 

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Mercado de Asunción, Paraguay. (Fuente: Fundación Histarmar).

 

Diseñar la ciudad en base al auto, que viaja a 60 km/h o más confundió a los planificadores, la velocidad no permite ver los detalles ni a las otras personas, entonces ¿qué es mejor, un edificio que se ve bien desde la autopista o uno que es agradable a nivel peatonal? Ganaron los volúmenes y la forma, se aceleró el crecimiento urbano, que ahora es con grandes edificios sueltos y enormes espacios vacíos de los que nadie se apropia. Máxima representación de esto es la imagen emblemática de LeCorbusier para Buenos Aires, allá por 1929: simplemente 5 torres de 200 m de alto sobre el Río de la Plata. El suizo-francés, al igual que muchos otros, no se percató del nefasto resultado que esto tendría: la calle se torna cada vez más insegura y la gente se encierra en sus casas, vive en la ciudad pero ya no usa el espacio público. Sin embargo, hay que reconocerlo, existieron algunos visionarios, ya en los ’60 la neoyorkina Jane Jacobs nos avisó que la presencia de ojos en la calle hace ciudades más seguras, flor de coraje de su parte criticar de pe a pa al padre del urbanismo en aquella época, sin embargo … el tiempo le dio la razón.

 

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En los últimos años se empezó a dar importancia a la necesidad de hacer ciudades sostenibles, que sean más amigables con el medio ambiente y más saludables. Se comprendió, por un lado, que a más lugar para autos más tránsito y, por otro, que el principal problema para la salud no es la obesidad sino la inactividad. Esto llevó a propugnar la idea de generar ciudades que incentiven la actividad física como parte de la vida diaria, pero de forma distinta a como lo hacía LeCorbusier: no se trata de poner canchas “al pie de la casa” sino de que los principales modos de desplazamiento de las personas sean de tracción a sangre: caminar o pedalear.

 

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Copenhagen es en este aspecto la pionera, empezó en los ’70 y no para. El cambio de perspectiva les permitió a los holandeses observar que no sólo se trata de que la gente camine o pedalee, sino también de que tenga ganas de parar y disfrutar del lugar. Si la gente se queda en un lugar es porque le agrada, es un indicador de calidad espacial y urbana, por ello hace años que se estudia sistemáticamente cuantas personas hay sentadas en los bancos y cafés. Es necesario contar con toda la información, no sólo con la del tránsito, para poder planificar una ciudad vivible. Y es así como la movilidad empieza a abarcar no sólo unas pocas horas del día sino su totalidad.

 

 

Jan Gehl es un arquitecto danés nacido en 1936 especializado en mejorar la calidad de vida urbana reorientando el diseño de las ciudades hacia los peatones y ciclistas, y participado de los emprendiemientos de Copenhagen, Londres, Nueva York, Melbourne, San Pablo, entre otras. Su libro “Ciudades para personas” se encuentra disponible en librerías.