La Bestia Peluda

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18.

La Bestia Peluda

 

El primer registro de la existencia de la Bestia Peluda data de 1962: una empleada lavaba las tazas del personal y vio un extraño ser observándola desde el ventiluz que da al patio de la 11, entre las ramas de una higuera. Presa de una crisis nerviosa, la mujer corrió hacia las escaleras, con tanta mala suerte que cayó y se lastimó seriamente. En el libro de actas, bajo la fecha, figura el siguiente relato, de puño y letra de la directora de ese momento: “Rita describió detalladamente al animal que le provocó el susto relacionado con su accidente. Dijo que tenía el cuerpo de un gato mediano, la parte superior de la cabeza parecida a la de una nutria, ojos como avellanas, relucientes, dientes amarillos, corvos, grandes, orejas parecidas a las de un ser humano. Las patas eran perrunas, y sobresalían garras de todas ellas. Una cola finita y larga, como de rata, pero prensil, envolvía parte de su cuerpo. Por supuesto, estamos seguros de que ningún animal existente tiene semejante aspecto y esperamos que los médicos que atiendan a nuestra compañera encuentren la explicación para semejante confusión, ya que nada parecido a eso existe en la escuela”.

Goya "El sueño de la razón produce monstruos"

Goya “El sueño de la razón produce monstruos”

Según un profesor, alumno de la 11 en esa época, el episodio realmente sucedió y provocó comentarios risueños durante muchos meses. No hubo mayores novedades hasta el 16 de marzo de 1985, fecha en la que la criatura hizo su segunda aparición pública. Esta vez, salió de una rejilla mal cubierta, algo oculta entre las plantas que adornaban en ese entonces el patio. Un grupo de alumnas que jugaban al elástico en esa zona quedó estupefacto ante la oronda caminatita de la Bestia Peluda, como quedó bautizada desde ese momento por un niño que estaba jugando al chupi sentado en el piso: al ver al animalejo, se puso de pie y salió corriendo hacia el enorme portón que comunica el patio con el interior de la escuela gritando: “¡La Bestia Peluda, la Bestia Peluda!” con una vocecita aguda que le rompió los tímpanos a todos y concentró la atención en él y no en el bicho, que muy tranquilamente le guiñó un ojo almendrado a la chica más linda del grupito y volvió a meterse dentro del hueco. Las niñas realizaron dibujos retratando la Bestia; uno de ellos fue tan bueno que ganó un concurso organizado por el Banco Provincia y quedó colgado hecho cuadro, con un bello marco dorado, desde el momento de la premiación, en la dirección de la escuela.

La descripción de las niñas coincidió con la de Rita, pero ese crucial elemento probatorio de la realidad de la Bestia Peluda no se conoció hasta muchos años más tarde, cuando llegó como directora una controversial y estrafalaria señora que decidió poner patas para arriba todo para limpiar. Abrió puertas que estaban cerradas desde hacía décadas, arrancó telarañas ya sólidas y espesas de mugre acumulada, plumereó los maravillosos murales decorativos, lustró maderas, escritorios, los ornamentados armarios de la biblioteca. Descubrió recovecos, una salita en donde había un banco de carpintero y herramientas oxidadas, el agujero en el alambre tejido por donde entraban las palomas al abandonado salón de actos y… el libro de actas en donde estaba el relato de Rita, copiado al principio del presente informe. Recuerdo que entré en la dirección y ahí estaba, la señora directora, inmersa en la lectura del enorme libraco encuadernado en cuero.

_ Mirá, mirá lo que encontré, qué interesante… escrito con lapicera fuente, ¡qué belleza!

Leí de reojo, por compromiso, justo, de casualidad, la descripción del animal. Pensé que me estaba haciendo una broma.

_ Sí, claro_ le contesté, evitando mirar el cuadro que colgaba burlonamente sobre nuestras cabezas_ Si no fuese porque lo separan décadas, diría que coincide con el retrato de la Bestia Peluda de la 11.

No hizo falta más. Cerró la puerta con llave (hecho que me causó una conmoción mayor que la pretendida realidad de la leyenda urbana de la escuela) y me exigió el cuento, con lujo de detalles.  Hasta hizo una recreación de los grititos del niño de las figuritas, según dijo, para estar segura de que había entendido bien. Cuando finalmente me dejó salir, agobiada y preocupada por su salud mental, se precipitó blandiendo el librote hacia la cocina, se dio vuelta y me gritó:

_ ¡No te preocupes, Lara, si hay una Bestia Peluda en la 11, la voy a encontrar! ¡Como que me llamo Nora!

Y desapareció.

Literalmente, desapareció. Cuando volví a trabajar, la semana siguiente, la leyenda de la Bestia Peluda circulaba vigorosa, con un interesante agregado. Después de escuchar aproximadamente cien versiones contadas por cada alumno y personal de la escuela que quiso dar testimonio sobre el caso, yo misma anoté, utilizando una lapicera común y corriente, en el gigantesco libro de actas de 1962 (único vestigio hallado durante la búsqueda de Nora dentro del edificio), el siguiente  relato de lo sucedido durante la tarde del 18 de diciembre de 2011 y la mañana del 19 :

“La señora directora de la 11 ha abandonado su cargo en forma irregular, por no presentar la documentación adecuada para ello. Existe una versión fantástica acerca del por qué de su partida; a pedido de ciertos profesores la registraré aquí, a modo de curiosidad:

Nora decidió emprender la búsqueda del legendario monstruo de la escuela, la Bestia Peluda, convencida de su realidad. Dejó este libro sobre la mesada de la cocina y se dedicó imprudentemente a desatornillar las rejillas, destapar canaletas, abrir ventiluces, destrabar ventanas y a vaciar la cocina de todos los chirimbolos útiles e inútiles que hay en ella. Se hizo la hora de partir y el personal auxiliar se marchó; ella, a pesar de las advertencias que le hicieron sus compañeros de trabajo, no quiso abandonar la insólita búsqueda y se quedó sola dentro de la escuela, encerrada, ya que la señora Mary declaró ante la policía que cerró con llave al salir y que era la única que disponía de copia en ese momento.

(Cuando Mary me contó su versión, añadió algo que me pareció inventado en el momento, por puro afán poético. Me dijo que esa noche en un sueño caminó frente a la escuela y al llegar a la esquina se dio vuelta para mirar el enorme edificio, vio luz en la ventana de la cocina y la sombra vacilante de Nora, recortada sobre el vidrio, observando algo que se movía sobre donde deberían estar las hornallas. Dijo que, a pesar de que en el sueño era conciente de que estaba soñando, sintió un escalofrío premonitorio y desagradable.)

Un vecino que había salido con su perro para que hiciera sus necesidades declaró que escuchó una voz de mujer que gritaba: “¡Te agarré, guacha!” o algo por el estilo aproximadamente a las dos de la madrugada, hecho que causó gran regocijo entre el alumnado (por imaginar a la directora a los alaridos pronunciando la palabra “guacha”) y pavor en el vecino, que no se pudo explicar el por qué de semejantes voces a esa hora en una escuela y se fue a dormir alarmado. Antes de acostarse, llamó a un móvil policial y notificó lo que había escuchado. Por eso es que todos sabemos que a las 2:30 ya no había nadie en la escuela. El móvil llegó, revisaron el perímetro del lugar temiendo un robo (cosa habitual en esa zona y en esa época), llamaron a más efectivos y se quedaron haciendo guardia hasta el otro día, cuando Mary llegó nuevamente y abrió el enorme portal. Declararon que nadie salió mientras estuvieron esperando. Nadie entró. Por eso deduzco que Nora, a las dos treinta, ya no estaba dentro de la escuela.

Lo que para mí es una broma de mal gusto que ya lleva demasiado tiempo para causar gracia, para el resto de la gente es cosa de la Bestia Peluda. Contra todo mi sentido común termino el informe, y aclaro que no creo una sola palabra del mismo:

Dicen que, al quedarse sola, Nora prendió las hornallas de la cocina y el horno. Había destapado y abierto todos los huecos de la cocina.

Dicen que esperó allí hasta la medianoche, y como no pasaba nada, exclamó sin darse cuenta que le vendería el alma al diablo a cambio de ver al monstruo.

Dicen que la Bestia Peluda, instantáneamente, ingresó a la cocina por el ventiluz que la misma Nora había abierto, usando como plataforma las ramas de la vieja higuera.

Dicen que se miraron fijamente, las dos, durante unos minutos que parecieron durar horas. Algunos aseguran que fueron horas que parecieron minutos.

Dicen que Nora exclamó en ese momento el famoso: “¡Te agarré guacha!”, que inmortalizó la frasecita, en vigencia aún en la localidad.

Dicen que la Bestia la miró con tristeza y luego agachó la cabeza, haciendo ruiditos de lamento, cuando apareció Satanás en persona bajo la figura de un apuesto hombre maduro y gentil.

Dicen que Nora, extasiada, se aferró al brazo del galán y se fue con él hacia el patio de la escuela.

De Nora, desde ese momento, no hubo noticia alguna.”

De la Bestia Peluda hay, de vez en cuando, no sólo en la 11. Se reportan apariciones de Bestias Peludas en otras escuelas, en edificios públicos o privados de todo tipo, solas o en grupo, pero estoy convencida de que es la imaginación de la gente, desmesurada, que en lugar de ver ratas ve cualquier cosa. Por si acaso, descolgué el cuadrito que adornaba la dirección, no vaya a ser que por culpa de una Bestia Peluda nos quedemos nuevamente sin autoridades… Hay que estar atentos y despiertos; ya lo dijo un gran artista: “El sueño de la razón, produce monstruos”.

 

"La Bestia Peluda" Aylén Giraudo

“La Bestia Peluda” Aylén Giraudo

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