El amor ideal
Llegamos a la cuarta fase del proceso amoroso y, como decía el gran ilusionista, siempre puede fallar. Las fantasías de las novelas y los estereotipos del corazón suelen mostrarnos cinematográficamente el ideal del romanticismo. Vamos tras ese príncipe encantador o la doncella glamorosa con la intención que sólo la muerte separe tan magnifica unión y que las perdices abunden en la mesa de roble cercana a la chimenea y a los Toblerone. Sea por ideal a alcanzar o por escepticismo, ese amor ideal no deja ser un patrón identitario. Sin embargo, con los años, se comprueba que se puede amar sin la luna de fondo, sin el abrumador sonido del mar y sin crepúsculos sureños. Continuar leyendo