Por: Fabio Lacolla
El amor ideal
Llegamos a la cuarta fase del proceso amoroso y, como decía el gran ilusionista, siempre puede fallar. Las fantasías de las novelas y los estereotipos del corazón suelen mostrarnos cinematográficamente el ideal del romanticismo. Vamos tras ese príncipe encantador o la doncella glamorosa con la intención que sólo la muerte separe tan magnifica unión y que las perdices abunden en la mesa de roble cercana a la chimenea y a los Toblerone. Sea por ideal a alcanzar o por escepticismo, ese amor ideal no deja ser un patrón identitario. Sin embargo, con los años, se comprueba que se puede amar sin la luna de fondo, sin el abrumador sonido del mar y sin crepúsculos sureños.
El amor ideal es necesario, nos valemos de él para transitar por las distintas fases del proceso amoroso. Durante el amor narcisista tomamos una foto con escenario pero sin personajes y hacemos lo imposible para estar en esa foto; en el amor revanchista somos los fotógrafos de esa foto que mira con ojos de perverso inocente, mientras que en el amor coleccionista cambiamos de partenaire como parte del decorado.
El amor real
En definitiva, ¿qué es estar en pareja? La respuesta la encontramos ahí cerquita… en la vida cotidiana. Mientras algunos piensan en los Puentes de Madison o en el beso consagratorio en las terrazas del Empire State, el amor real camina por el barrio; dice Roland Barthes que la gente busca la imagen de la pasión pero no la pasión misma.
No hay amor real si no se renuncia a algo.
La vía de acceso al amor real está determinada por el grado de renuncia que el amante está dispuesto a realizar. Las renuncias en el amor son subjetivas, no hay un combo predeterminado que uno pueda elegir, mientras que el amor narcisista se consigue en cualquier Burger, el realista se encuentra detrás de un coreano en un negocio de comida por kilo donde el combo lo armás con las bandejas que la góndola te ofrece.
Cómo medirlo
Los parámetros para saber si la cosa funciona son simples, un amor realista es aquel que logra estar en paz, discutir por lo urgente pero no por lo importante, salir a pasear, compartir una peli, visitar amigos, coincidir en el sentido del humor y, fundamentalmente, que algo de la historia pasada de cada uno, los haga cómplices.
Al verdadero amor se llega con un proyecto
Antes de pedir, tengo que tener en claro que estoy dispuesto a dar. Un proyecto en común se construye con los retazos de un proyecto individual. No es lo mismo querer una familia que una pareja, en un caso la pareja es el medio, en el otro es el fin (en ambos sentidos). Quien intente formar una pareja realista sin haber trabajado previamente su proyecto personal tendrá una actitud especulativa en relación al otro y eso, a la larga, se descubre.
El amor no es un salvavidas
Quien crea que el amor puede salvarlo de una carencia, terminará ahogado en su propia intención. Es uno, con su neurosis bien tratada, quien salva al amor. En nombre del amor se han cometido los más salvajes actos. Si uno aprende a cuidar al amor, éste te devuelve en forma de proyecto común esa deferencia. El amor tiene su inteligencia, sólo se ofrece al ofrecido y se entrega al entregado. La entrega no está determinada por la capacidad de enamorarse sino por la decisión previa de un trazo hacia el futuro. Enamorarse, se enamora cualquiera, ahora… llenarse de amor para que aparezca un enamorado es otra cosa.