Ser padres no nos hace, de por sí, buenas personas. Tener hijos no nos hace padres. ¿Lo central? amor, cuidados primarios y limites pues, esas personitas, tienen que entender de chicos que “todo no se puede”. La sociedad funciona con normas. Cruzar esas normas, es exponerse a peligros, pues los niños no las comprenden. La rebeldía, es parte de la sana evolución de los seres humanos. Ustedes observen: los chicos tienden a la violencia, al egoísmo, poseen cantidades importantes esas cualidades. Les cuesta compartir sus juguetes o integrar a otros a sus juegos. Hay una tendencia al sadismo, a dominar, a someter, a romper, al capricho, a manipular, al bullyng…a la vagancia; a no estudiar. Es decir: todo esto, a cierto volumen, es parte de los seres humanos. El hombre primitivo, antes de ser Sapiens, resolvía todo a garrotazo limpio. Pero bueno, ahora tenemos pensamientos, podemos reflexionar e ir moderando y gobernando esos componentes.
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La violencia femicida
¿Saben qué? En cuestiones de violencia de género, no puedo decirles nada que ya no hayan leído o escuchado. Hoy prefiero hablarles como persona, desde la impotencia que siento como ciudadano cuando me levanto a la mañana y, al leer los diarios, me entero de casos como el de Lola, Chiara, Ángeles y tantas otras. Pibas con todo por delante, llenas de vida, pero que un día -un verdugo de turno- las toma como si fueran un objeto, y las retira del mundo como si nada. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo alguien puede hacer algo así? Repetimos hasta la locura. Y lo hacemos pensando en esas niñas adolescentes, en sus padres: tratamos de no imaginar lo que pudieron ser sus horas finales; nos identificamos con esos padres desgarrados de dolor e impotencia. Pensamos en nuestros hijos, nietos, en nuestros sobrinos, hermanos: nos vienen a la mente sus cartitas, sus cuerpos, el vínculo que tenemos con cada uno de ellos. Continuar leyendo
Niños atrapados en la irresponsabilidad adulta
En el amor hay conflictos, siempre. Y ni hablar cuando hablamos del amor de pareja. Es lo más lindo de la vida, sí, pero allí donde se desatan pasiones, donde hay sexualidad directa, en donde hay proyectos, siempre va a haber dificultades; es inherente al ser humano. La unión de dos personas es el ensamble de dos historias, de dos tribus, con códigos diferentes, con valores y formas disímiles. Las tensiones aparecen. Pero casualmente, en ir superando esas tensiones y conflictos del amor, es que vamos aprendiendo a amar, comprendiendo que no es algo ideal todo ese mundo. Pero más allá de esto que digo, hay amores que son destructivos, enfermos, que se sostienen sólo en la complementariedad de lo peor de cada uno de los sujetos que integran esa pareja: vínculos que están “vivos” sólo por estar vibrando en el conflicto, en la agresión y descalificación, en las idas y vueltas… “Y bueno, cada uno hace lo que puede”, dicen por ahí. Es cierto, pero cuando hay hijos…
Los hijos y su la infancia olvidada
¿Qué recuerdan ustedes de cuando tenían un año, seis meses, dos años? Seguramente poco y nada ¿Es curioso no? Porque, justamente, es en esa época de nuestra existencia en donde se construye gran parte de lo que somos; es allí en donde se producen las primeras impresiones y experiencias que va a dar como resultado todo lo que después va a ser la base de lo que llamamos “personalidad”. Lo cierto es que un día “aparecemos” (como por arte de magia) en este mundo; y comenzamos a transitar las primeras experiencias de satisfacción, de alegría, de dolor, de angustia, y se van consolidando las matrices fundamentales de todo el enorme abanico de sentimientos, emociones y estados de ánimo que experimentamos los seres humanos durante toda la vida. Y bueno, allí empezamos a construir el vínculo con nuestros padres; que se construye si, como cualquier otro. El niño va adoptando a esos padres y viceversa. Si bien es cierto que un niño está quizá desde mucho antes en el deseo y fantasías de sus padres (esa es nuestra pre-existencia), lo central es que nacemos y empezamos a dejar atrás nuestra prehistoria para meternos de lleno en una historia tangible, de cuerpos digamos, intenso como pocos, como lo es el del cachorro humano con sus progenitores.
El maltrato infantil
Ser padres no nos hace, de por sí, buenas personas. Tener hijos no nos hace padres. ¿Lo central? amor, cuidados primarios y limites pues, esas personitas, tienen que entender de chicos que “todo no se puede”. La sociedad funciona con normas. Cruzar esas normas, es exponerse a peligros, pues los niños no las comprenden. La rebeldía, es parte de la sana evolución de los seres humanos. Ustedes observen: los chicos tienden a la violencia, al egoísmo, poseen cantidades importantes esas “cualidades”. Les cuesta compartir sus juguetes o integrar a otros a sus juegos. Hay una tendencia al sadismo, a dominar, a someter, a romper, al capricho, a manipular, al bullyng…a la vagancia; a no estudiar. Es decir: todo esto es parte de los seres humanos, y es sano si no cruza cierto umbral. El hombre primitivo, antes de ser Sapiens, resolvía todo a garrotazo limpio. Pero bueno, ahora tenemos pensamientos, podemos reflexionar e ir moderando esos componentes.
El punto es que nosotros, los adultos, que sí sabemos el daño que produce la pérdida de control, la violencia, el maltrato y el egoísmo, tenemos que llevar a ese niño a un territorio en donde entienda que las cosas que hacemos y decimos tienen sus consecuencias sobre otros coterráneos. Pero insisto: pobre de aquel niño que no muestre alguna de las cosas que hemos mencionado, pues estaríamos ante una sobreadaptación peligrosa. Cuando vienen mis pacientes y me dicen “mi hijo es impecable: estudia solo y es sobresaliente, no hace lio, es super educado, no tiene maldad…” me preocupo más que si me dice que tiene ciertos problemas adaptativos. A ver, es sano que los chicos hagan lio y no se dejen mucho manejar.
Inseguridad: el exceso de garantismo y la crueldad
Nadie en su sano juicio puede cuestionar al garantismo como corriente del pensamiento jurídico. Es una línea teórica que aporta herramientas fundamentales para que puedan cumplirse derechos inalienables de los individuos. Gracias a estas ideas, estamos defendidos de posibles arbitrariedades y tenemos garantías de un buen proceso en el territorio de las instituciones judiciales. Ahora bien: hasta acá, todo correcto. El asunto es que existen los fundamentalistas y los que caen en el exceso…y suprimen la realidad.
Pero entremos en el tema de la enorme crispación social que hay por la inseguridad. Ante todo, queridos lectores, es fundamental que legitimemos la enorme angustia general que flota en el aire en estos tiempos. La gente está con miedo, por sí misma, por sus seres queridos; siente que todo es posible…y, sistemáticamente, vivencia estados de desamparo e impotencia. Hay un estado de anomia general en este país; no es ser pesimista decirlo. Reconocer el problema es empezar a resolverlo. Por otro lado, no es central si los medios de comunicación fogonean o no el asunto; lo importante es que el malestar de la población es real, es “un sentir físico”. Poco importa si los que “salen a gritar” sobre ese miedo son “los salvajes de la palabra”, o gente un poco exaltada o fuera de control. Lo ideal sería que los que gritan “nos están matando”, fuesen personas coherentes y precisas en su modalidad de expresarse. Pero bueno, los aullidos sociales se abren camino como pueden. Nada es ideal. Y, en el estado actual de cosas, me parece un tema menor también.