Ser padres no nos hace, de por sí, buenas personas. Tener hijos no nos hace padres. ¿Lo central? amor, cuidados primarios y limites pues, esas personitas, tienen que entender de chicos que “todo no se puede”. La sociedad funciona con normas. Cruzar esas normas, es exponerse a peligros, pues los niños no las comprenden. La rebeldía, es parte de la sana evolución de los seres humanos. Ustedes observen: los chicos tienden a la violencia, al egoísmo, poseen cantidades importantes esas “cualidades”. Les cuesta compartir sus juguetes o integrar a otros a sus juegos. Hay una tendencia al sadismo, a dominar, a someter, a romper, al capricho, a manipular, al bullyng…a la vagancia; a no estudiar. Es decir: todo esto es parte de los seres humanos, y es sano si no cruza cierto umbral. El hombre primitivo, antes de ser Sapiens, resolvía todo a garrotazo limpio. Pero bueno, ahora tenemos pensamientos, podemos reflexionar e ir moderando esos componentes.
El punto es que nosotros, los adultos, que sí sabemos el daño que produce la pérdida de control, la violencia, el maltrato y el egoísmo, tenemos que llevar a ese niño a un territorio en donde entienda que las cosas que hacemos y decimos tienen sus consecuencias sobre otros coterráneos. Pero insisto: pobre de aquel niño que no muestre alguna de las cosas que hemos mencionado, pues estaríamos ante una sobreadaptación peligrosa. Cuando vienen mis pacientes y me dicen “mi hijo es impecable: estudia solo y es sobresaliente, no hace lio, es super educado, no tiene maldad…” me preocupo más que si me dice que tiene ciertos problemas adaptativos. A ver, es sano que los chicos hagan lio y no se dejen mucho manejar.
Entonces, los niños nacen siendo un caos, un manojo de impulsos y emociones desordenadas. ¿Han jugado al Scrabble alguna vez? Bueno, tiramos todas las piezas sobre la mesa, algunas quedan al derecho, mostrando letra, otras al revés, todo desordenado. La cultura, los padres, las intuiciones… van ordenado el juego, armando las primeras palabras, los primeros sentimientos organizados, los primeros caminos a seguir. Y esto, queridos lectores, se produce fundamentalmente por imitación/identificación de ellos sobre nosotros: se reflejan, se identifican; aprenden e imitan conductas. La construcción de lo que se llama personalidad, es la sedimentación de los vínculos, las conductas, las pasiones que un niño ha vivido y observado.
Ahora bien: hay decenas de miles de adultos que son malos o crueles con los niños. ¿Podemos hablar de maldad? ¿Suena raro que un psicólogo hable de maldad verdad? Pero si: en rigor, tendría que hablar de la pulsión de muerte, que es esa -como describirla- ¿Sustancia o fuerza interna que empuja y nos lleva a la destrucción de uno y de los otros? Hablemos de maldad como sinónimo de crueldad. Hablo de padres con rasgos evidentemente psicopáticos: no sienten empatía con la angustia de ese niño (entienden lo que le pasa a ese niño, pero no sienten nada; a eso lo podemos llamar empatía fría). Podría mencionar decenas de rasgos más, pero ese es el central. Pero lo fundamental aquí es que los chicos, cuando vivencian ese caudal de agresividad por parte de sus cuidadores, piensan: “Papa malo” “Mama mala”. Un niño no pude entender el porqué ese adulto -que tendría que amarlo y protegerlo- lo maltrata. Pero es más: cómo mecanismo de supervivencia, y de defensa, tiende a amarlo y a buscar su tranquilidad para que no se desate la furia o enojo. La cuestión central es que esos “padres malos” golpean, atormentan, castigan o son desmedidamente rígidos, y hasta pueden dan muerte a esos niños que solo están viendo qué es esto de “ser humanos”. Si un niño hace lío, o anda mal en el colegio, o si le pega a la hermana, o destroza el juguete del hermano; o si vacía la billetera del padre…si nosotros, los adultos, los humillamos, los golpeamos, los maltratamos como castigo, lo que le queda al chico es el terror, el dolor y el sentimiento de impotencia de no poder reaccionar: ¡pues no pueden! Son chiquitos, ese padre o madre que “se les viene encima” y que lo golpea en soledad o públicamente, mide tres metros para él, tiene mucha fuerza, voz muy fuerte, cara de loco/loca fuera de control. Al chico no le va a quedar el mensaje de que ha hecho algo mal o que no debe hacer tal o cual cosa, no: le va a quedar el terror, la forma que ha implementado ese padre para poner “un límite”. No queda la palabra educadora, queda el maltrato.
Por supuesto no me meto aquí con el maltrato más asociado a la indiferencia, a los padres poco afectuosos o abandonadores; o a aquellos que no dan el suficiente amor y limites para que el niño se desarrolle lo más sanamente posible. Tampoco abro el tema del abuso sexual, ese tipo de maltrato lo dejo para otro escrito.
Ustedes no se dan una idea de la cantidad de adultos consultantes que han pasado maltratos en su niñez. Miles de niños son maltratados o destratados, golpeados, atormentados en los hogares. Y esto no discrimina clases sociales. Gente considerada “buena persona” para muchos – puertas adentro- con los frágiles, con los indefensos: con los hijos o ancianos o animalitos…tremendos jodidos. Miles son los filicidios a nivel mundial. La crueldad de los adultos, la psicopatía, la perversión… está por encima de los vínculos y las filiaciones. Todo esto que menciono ocurre, existe, no es una ficción. Si una persona sádico y cruel o fría, o si usted tiene esa predisposición natural a gozar del dolor y de la angustia del otro (de un niño inocente e indefenso en este caso) y bueno, lo va a hacer con sus hijos. Nada cambia. El sadismo no discrimina.
Por eso invito a una profunda reflexión sobre la naturaleza humana. Todo padre alguna vez puede perder un poco el control o pasarse de rosca con un reto un hijo. Puede ocurrir alguna vez: pero tenemos que pedir disculpas: “mi mama/papa hizo algo malo, pero reflexionó y me pidió disculpas, estaba desbordado, no fue con crueldad”, eso es lo que le tiene que quedar al niño. No podemos enojarnos con nuestros hijos: ¿se entiende que un adulto no puede enojarse en serio con un chico de 6 años? Simplemente eso, no puede: el niño está aprendiendo cosas, erra, se equivoca, no pasa nada. Podemos “hacer que nos enojamos”, teatralizar un poco para lograr un efecto de que el niño se calme, pero no podemos enojarnos de verdad, o maltratar. El vínculo es asimétrico en todo aspecto. Tenemos que combatir el maltrato, la crueldad y el desprecio por la vida en cualquiera de sus formas. Poner límites es difícil, a un jefe del laburo, a los padres si son jodidos y metidos, a los compañeros de vida; al tipo que nos atiende agresivamente en el supermercado. Cuesta, es verdad. Hay que trabajar en lo actitudinal y desde donde uno pone un límite a otro, si la actitud es firme, el niño entiende, aprende y acepta, y capta que era para su bien. El sadismo y la crueldad son, sin duda, el gran enemigo de la sociedad, allí donde se posan…hay destrucción de vidas y situaciones. Lo que quiero que quede claro en este escrito, es que cualquier forma de maltrato hacia un niño es de las cosas más graves que hay; denunciemos, juntemos coraje, tenemos que intervenir cuando presenciamos escenas donde se maltrata a un niño. Empecemos a atacarlo dando el ejemplo. Por supuesto que del maltrato se vuelve, quedan marcas, cicatrices: pero con trabajo y amor – que todo lo repara- se puede construir una vida linda (una vida posible, como la de todos) eso se los aseguro. Pero de eso, me ocuparé en un próximo escrito, de lo que produce, de cómo identificarlo, y de cómo reparar y suturar esas marcas del miedo y de la falta de amor.