Ser padres no nos hace, de por sí, buenas personas. Tener hijos no nos hace padres. ¿Lo central? amor, cuidados primarios y limites pues, esas personitas, tienen que entender de chicos que “todo no se puede”. La sociedad funciona con normas. Cruzar esas normas, es exponerse a peligros, pues los niños no las comprenden. La rebeldía, es parte de la sana evolución de los seres humanos. Ustedes observen: los chicos tienden a la violencia, al egoísmo, poseen cantidades importantes esas cualidades. Les cuesta compartir sus juguetes o integrar a otros a sus juegos. Hay una tendencia al sadismo, a dominar, a someter, a romper, al capricho, a manipular, al bullyng…a la vagancia; a no estudiar. Es decir: todo esto, a cierto volumen, es parte de los seres humanos. El hombre primitivo, antes de ser Sapiens, resolvía todo a garrotazo limpio. Pero bueno, ahora tenemos pensamientos, podemos reflexionar e ir moderando y gobernando esos componentes.
El autoboicot
Por estos días estuvo en la escena pública el episodio de los dos pilotos y una reconocida vedette del medio. La escena ocurrida en la cabina puso a la sociedad en alarma, pues son situaciones que visibilizan el estado de anomia general que impera en nuestra sociedad. Ahora bien: este legítimo malestar social frente a ese “todo es posible”…se mezcla, esta vez, con profundas cuestiones que hacen a mi práctica cotidiana.
Los seres humanos atentamos contra nosotros mismos. Hay una tendencia destructiva que apunta a la aniquilación de nuestra especie. Las guerras, el poco cuidado del planeta, la violencia en cualquiera de sus formas, es hacia nosotros, siempre: en el fondo no hay enemigos, sólo fuerzas que se va anclando en diferentes odios o argumentos para desplegarse, pero el resultado final es siempre el mismo… “el hombre es el lobo del hombre”.
El amor real
El amor existe, y se impone al odio y la crueldad de los seres humanos: el mundo sería un lugar siniestro sin esa fuerza que neutraliza lo peor de nosotros; pues así como tenemos la capacidad de amar, también podemos ser crueles, odiar, destruir. El mundo, y todo lo que ocurre en él, es una lucha permanente entre esas dos fuerzas; de cómo se equilibren entre sí, y de quien tome la delantera, está el destino de la humanidad y de cada uno de nosotros. Pues la fuerza del odio es muy grande: emerge fácil, de manera explosiva o planificada, y opaca todo el brillo de la vida. La historia de la humanidad y las noticias que escuchamos cada día lo demuestran.
Hago esta breve intro para hablar del amor de pareja, ustedes se preguntaran qué tiene que ver. Bueno, creo que es desde ahí, y desde lo que cada quien logre construir en ese plano, que arranca la resistencia a todo eso negativo que describíamos antes. Considero que el blindaje ante ciertas cosas espantosas que pasan, se construye apostando a estar “es estado de amor”, que es simplemente, estar y trabajar para él. No es una cosa hippie o espiritual lo que planteo, solo digo que es en esa dimensión donde tenemos que trabajar y pulir lo que somos, estar atentos a eso. Porque cuando amamos, cuando alguien nos ama, un destrato, una desatención, un maltrato, duele, angustia. A uno, al otro. Porque lo que uno observa es que es casualmente en el mundo del amor, en donde paradójicamente, muchas veces la gente se “autoriza” a sacar lo peor de sí. El vínculo ya está armado, va en piloto automático digamos, puede haber hijos, grandes proyectos o no, y es allí en donde (esas fuerzas destructivas de las que hablábamos antes) se empiezan a abrir camino y a degradar la vida amorosa.
“El caso Elvira”…
-Mi cuerpo está lleno de cicatrices y machuques de todo tipo. A esto tenemos que sumarle que he tenido tres hijos, todos varones. En tan solo cinco años consecutivos saqué tres personas de mis entrañas. Una locura. Los nombré Paul, John y George. A mi analista le pareció algo “un poquito desmedido” -así me dijo- pero yo no le di bola. ¿Su argumento? Me dijo que era enchufarles algo muy mío…pero bueno, él no me va a entender jamás, seguramente no se ha puesto a escuchar detenidamente a estos cuatro marcianos del siglo XX. También le conté a mi “Psico”. -así le digo yo- que como no podía tener más hijos, en compensación, me había comprado un perro y que lo había nombrado “Ringo”. Echó a reír a carcajadas y me dijo: – Bueno, Elvira, está bien, usted gana, usted gana. Años después terminé medio amigota de ese terapeuta, era un muy buen tipo, muy astuto, pero musicalmente equivocado. Un día fuimos a su casa y en la biblioteca tenía una foto de Queen!! Freddie Mercury! Ese gritón todo sudado. Ese espasmódico insoportable! Esa foto hizo que mi terapeuta termine por caer, eso cerró definitivamente nuestro pasado como paciente y analista.
¡Quiero ser amada!
- Sabes qué, Gervasio, me tenés harta. La verdad es esa: hace tres meses que me venís diciendo esto de que “el amor no es eso ideal que yo anhelo”, ¿no tenés otra cosita para decirme? Sos monotemático, viste; yo tengo derecho a seguir buscando a mi príncipe azul, siempre me pinchás el globo, sos un mala onda infernal, ¿qué teoría aplicas vos?, ¿dónde estudiaste? Si, lo sé: los modelos que yo tuve en el territorio del amor fueron catastróficos, bla, bla, bla… lo veo claramente a eso ¡Y ahí te doy mérito, eh! Yo no lo veía con claridad. Pero repetirme cada sesión eso del amor…es mucho, viste. También acepto, y te juro que te he odiado profundamente por eso, que soy una máquina de elegir mal. Y es cómo decís: mis malas elecciones están muy relacionadas por lo que trabajamos acá. Pero me sigue pasando lo mismo, pero porqué son todos nabos, nadie quiere compromiso. Continuar leyendo
Monólogos de la envidia
No soporto ver el éxito ajeno, licenciado. No tolero contemplar cómo otros tienen lo que yo anhelo y deseo. Me duele, me siento una infeliz; me percibo nada cuando veo que hay gente que ama, que disfruta y goza de lo que yo no puedo tener y gozar. Eso es lo que me pasa, esa es mi verdad. Estas son mis miserias, me odio por eso: es un sentimiento que me gobierna, y me hace vivir mal; pero se me impone, me toma. Tengo pensamientos destructivos hacia los que tienen lo que yo creo no poder tener.
La vez pasada observaba a una conocida que tiene un novio súper caballero, que la acompaña a todos lados: un tipo potente económicamente, y me llené de odio. Muy probablemente sufra de un profundo complejo de inferioridad, lo sé. Pero poco importa eso. El asunto sigue siendo que yo sigo sin tener lo que el otro tiene. ¿Seguramente usted está pensando que soy mala persona no? Si, no hace falta que me lo diga: es lo que ud cree; pero no me condene, no lo soy.
La violencia femicida
¿Saben qué? En cuestiones de violencia de género, no puedo decirles nada que ya no hayan leído o escuchado. Hoy prefiero hablarles como persona, desde la impotencia que siento como ciudadano cuando me levanto a la mañana y, al leer los diarios, me entero de casos como el de Lola, Chiara, Ángeles y tantas otras. Pibas con todo por delante, llenas de vida, pero que un día -un verdugo de turno- las toma como si fueran un objeto, y las retira del mundo como si nada. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo alguien puede hacer algo así? Repetimos hasta la locura. Y lo hacemos pensando en esas niñas adolescentes, en sus padres: tratamos de no imaginar lo que pudieron ser sus horas finales; nos identificamos con esos padres desgarrados de dolor e impotencia. Pensamos en nuestros hijos, nietos, en nuestros sobrinos, hermanos: nos vienen a la mente sus cartitas, sus cuerpos, el vínculo que tenemos con cada uno de ellos. Continuar leyendo
Identidad de género: reflexión
No hace mucho tiempo, miles mujeres en el mundo empezaban a luchar por la igualdad entre los géneros. Peleaban por sus derechos, por nuevas leyes, en las diferentes instituciones por donde transitaban. Se ha logrado bastante, falta: aún tenemos muchos flagelos sociales que están sostenidos desde cuestiones de género: pero estamos mejor, la meta anhelada está cada vez más cerca. Las cosas llevan su tiempo en este tipo de transformaciones, son miles de años de desigualdad, eso no se da vuelta fácilmente. El mundo tracciona así. Nosotros mismos -pensemos- lo que nos cuesta hacer cambios, el tiempo que lleva, todo es muy lento.
Cuando el pasado nos gobierna…
El odio, el enojo o resentimiento hacia personas que han formaron parte de nuestra vida, nos consume hermosa energía psíquica que no podemos usar para otras actividades o para rearmar nuestro presente y futuro.
Es común que tras separaciones o rupturas, las personas se queden enganchadas desde la bronca o resentimiento. Más allá de que existan razones válidas para ciertos enojos, e independientemente de que, en un primer momento, esos “enconos” puedan ser condición necesaria para comenzar un proceso de ruptura y encarar un duelo vincular; si nos quedamos en esa baldosa, la mente nos consume, termina siendo vampírica la cosa, nos consume, nos saca; nos chupa vitalidad y nos priva de poder volver la página y rearmar nuestra existencia.
Niños atrapados en la irresponsabilidad adulta
En el amor hay conflictos, siempre. Y ni hablar cuando hablamos del amor de pareja. Es lo más lindo de la vida, sí, pero allí donde se desatan pasiones, donde hay sexualidad directa, en donde hay proyectos, siempre va a haber dificultades; es inherente al ser humano. La unión de dos personas es el ensamble de dos historias, de dos tribus, con códigos diferentes, con valores y formas disímiles. Las tensiones aparecen. Pero casualmente, en ir superando esas tensiones y conflictos del amor, es que vamos aprendiendo a amar, comprendiendo que no es algo ideal todo ese mundo. Pero más allá de esto que digo, hay amores que son destructivos, enfermos, que se sostienen sólo en la complementariedad de lo peor de cada uno de los sujetos que integran esa pareja: vínculos que están “vivos” sólo por estar vibrando en el conflicto, en la agresión y descalificación, en las idas y vueltas… “Y bueno, cada uno hace lo que puede”, dicen por ahí. Es cierto, pero cuando hay hijos…