El flaco de sistemas

Esa tarde de viernes, cuando ya lo que quedaba por delante era la mejor noche del mundo (la del viernes, pre – sábado), sonó el celular de mi vecino de asiento, que hasta aquí era un ser humano más. El viaje recién arrancaba.

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La mentira del buen viaje

“El Colo” parecía ser un joven bien dispuesto, con vocación de aprendiz y tan tranquilo y sereno como Beto, nuestro chofer de siempre. Antes de su debut “oficial”, Beto era quien, con paciencia infinita y actitud paternal, le indicaba cada mañana los secretos del oficio.

“El Colo” era un encanto y parecía estar listo para asumir su rol de nuevo chofer.

Nunca imaginamos lo que vendría después.

Ese día, bien temprano, el charter me esperaba en la esquina de siempre. Llegó. Subí.

A bordo, “El Colo” descansaba con los brazos apoyados sobre el volante y, encorvado hacia delante, depositaba el mentón sobre sus manos

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