Otro milagro para María Antonia
Monseñor Santiago Olivera, obispo de Cruz del Eje y vicepostulador de la causa de la beatificación de Mama Antula (María Antonia de Paz y Figueroa) anunció que la Venerable obró una nueva gracia que sería adjuntada al caso.
María Antonia y el niño Jesús
Publicamos hoy la segunda parte de la biografía de María Antonia de Paz y Figueroa, la laica formada por los jesuitas en el Virreinato del Río de la Plata en el siglo XVIII, cuya causa de beatificación promueve el papa Francisco.
El autor del texto es el historiador y genealogista Aldo Marcos de Castro Paz
En la primera parte, se relata cómo María Antonia (Mama Antula como la llamaban en su provincia natal, Santiago del Estero) se convirtió en una santa errante que asumió la misión de mantener viva la obra jesuita en la región.
MARIA ANTONIA Y EL NIÑO JESUS
¿Cuál es la fuente de donde ella recibe tanto amor, tanto valor y tanta gracia?
El Emmanuel, “Dios-con-nosotros” (Mt. 1,23), es el centro motor que la mueve a emprender aquellas empresas que amedrentarían a los hombres más conspicuos de su tiempo, aquéllos que sólo obran movidos por la luz de su intelecto y de sus propias intenciones. Será el Manuelito Jesús quien la lleve por las dilatadas tierras del antiguo Virreinato del Perú para regalar la luz de la buena conciencia y la esperanza del amor entre hermanos.
Con su Niño caminará durante 2 años, buscando almas para Dios: “Es el hechizo de cuantos lo ven”, expresará ella con su particular forma de decir…
La Santa errante que sostuvo la obra de los jesuitas expulsados
La trayectoria de una mujer que, presa de un amor singular, se convierte en una de las principales protagonistas del siglo XVIII. Transforma la sociedad de su tiempo. Prosigue la obra de los Jesuitas que habían sido expulsados de Indias. Camina por el Virreinato sembrando la semilla de la reflexión y la buena conciencia. Maestra y fundadora, es la introductora de la devoción al Niño Jesús y a San Cayetano en la República Argentina.
Es la “Mujer Fuerte” de América, la honra y la esperanza de su pueblo.
Así resume el historiador y genealogista Aldo Marcos de Castro Paz la trayectoria de esta extraordinaria mujer.
A continuación, la primera parte de su artículo sobre Mama Antula.
MARIA ANTONIA DE PAZ Y FIGUEROA (1730-1799)
(1ª parte)
¿Quién es aquella mujer de unos cuarenta años, alta, erguida y decididamente bella, que viene caminando descalza las 300 leguas que la separan desde Santiago del Estero a Buenos Aires?
Vestida con el negro hábito de los Jesuitas, apoyada en una cruz a manera de báculo, con la lozanía virginal de su vida donada al servicio de las almas, llega al Buenos Aires colonial de 1779.
Es la Señora Beata de los Ejercicios, DOÑA MARIA ANTONIA DE PAZ y FIGUEROA, la fuerza gravitatoria de un ánimo invencible y transformador en una mujer argentina.
EL DON DE LA OPORTUNIDAD
Esta mujer fuerte y arriesgada, valiente y decidida, llena de esperanza y santo ardor, “que emprendió desde muy niña el difícil sendero de la luz”, como diría Enrique Williams Alzaga, viene caminando tras su ideal, por el barro y los cardos, entre el desierto y las alimañas, en su peligrosa y singular travesía.
Es fiel a su llamado, a esa vocación que la lleva hacia una empresa difícil, si no imposible: proseguir la obra de los miembros de la Compañía de Jesús que habían sido expulsados por 0rden del Rey Carlos III de España, en el año l767. “Su fuerza era la terrible que Dios pone en el débil cuando le señala a su destino”, enfatiza Rosario Beltrán Núñez.
Y prosigue: “En sus pupilas se confunden los dos azules en los cuales el hombre intuye la presencia de Dios aquí en la tierra: el del alma y el del cielo. Y en la mirada, el fuego de la gracia magnifica la expresión del sentimiento”. “La negra saya disimula el hechizo de un cuerpo de lilial delicadeza; y sin embargo misteriosamente modelado para la resistencia y el esfuerzo. Pero su humana arcilla se sutiliza aun más en las manos de magnéticos largos dedos, como si ese algo inefable, celeste, preso en la criatura, se volatizara por ellos como por la mirada.”
Siendo mujer y laica, viene a llenar el gran vacío que han dejado en el dilatado territorio del antiguo Virreinato estos reconocidos y virtuosos hombres de la familia ignaciana.
Una de las principales misiones de los Padres Jesuitas era la concientización del hombre en relación consigo mismo y sus semejantes, a la luz de aquella máxima de San Ignacio: “Refúgiate en ti y hallarás a Dios”. Al son de ese alto cometido –que en Indias había alcanzado ribetes inigualables en los planos espiritual y cultural, los Jesuitas se habían convertido en el “despertador de conciencias” del hombre del Plata, aquéllos que le traían el mensaje salvador de Cristo y la luz de la sabiduría que transforma las mentes y las eleva hacia la consecución de sus destinos más trascendentes.
Con la expulsión, los Ejercicios Espirituales de San Ignacio quedaron en el olvido, obviamente, y las almas a expensas del auxilio de la predicación ordinaria de las demás órdenes.
Y, ¿qué eran estas prácticas que habían centrado la atención de todo el mundo? Eran un adiestrarse interiormente, por medio de la reflexión y meditación dirigidas, en la contemplación de la propia vida individual y de relación –según los patrones del Evangelio-, único medio de introspección del que podía disponer el hombre del siglo XVIII para conocerse y auto-corregirse. Oración y penitencia, retiro y soledad, eran los únicos caminos para la santidad reconocida de entonces, y a esta misión espiritual se había dedicado María Antonia –junto con otras jóvenes de Santiago del Estero- desde la edad de l5 años: “…sin votos, sin clausuras, servían a Dios con la más edificante regularidad en la práctica de todas las virtudes cristianas, bajo la dirección espiritual de los Padres de la Compañía de Jesús. Para evitar todo pretexto de distinciones mundanas, ellas renunciaban a su nombre de familia y tomaban el de algún santo. ” (EEMF)
Surgen en su mente avizora y fiel a las urgencias de los tiempos, los proyectos de continuar ella, a pesar de ser mujer, con la labor de los Ejercicios Espirituales que habían llevado adelante los Jesuitas expulsados. Para ello, y mirando la salud espiritual de la población que ya comenzaba a alejarse de sus maestros de otrora, solicita autorización para realizar retiros cerrados de diez días, pese a las múltiples dificultades que se presentaban con sólo proponerse hacerlo. Su idea fue calificada de absurda, quimérica y ridícula, fue tomada por una devota extravagante que no se avenía a las ordenanzas reales; en fin, debió luchar y sufrir para que sus intentos pudieran tener comienzo: “…María Antonia con su confianza en Dios, su constancia y su fuerza sobrenatural, triunfa en fin del respeto humano y continúa promoviendo los Ejercicios.” (EEMF)
“La santa errante, salida de las selvas santiagueñas, recorre los valles de Catamarca, áridos y taciturnos; divaga por las calles asoleadas de Tucumán y de Córdoba; se postra en los arenales ardientes de La Rioja, entre indios que mueren de miseria y de sed. Sus pasos serenos resuenan en los caseríos miserables de Salta y de Jujuy. Su fiebre misteriosa la arrastra de nuevo a las selvas nativas de Santiago…”, comenta Héctor Pedro Blomberg.
Antes de partir para sus correrías apostólicas, y munida de las licencias competentes, se postra en la celda de san Francisco Solano que había dejado la estela de su paso por Santiago del Estero, y pide el auxilio divino para esta larga y fatigosa empresa.
DISCIPULA DE DIOS Y MAESTRA DE SUS HERMANOS
Llega a Buenos Aires la preclara hija del Alcalde de Santiago del Estero, don Francisco Solano de Paz y Figueroa e Ibáñez del Castrillo, que porta en sus venas sangre real y santa por ser 15ª nieta directa de San Luis, Rey de Francia, y l6a nieta del glorioso San Fernando III, Rey de Castilla y León. En el ámbito argentino, por estar vinculada con los fundadores de Santiago del Estero, Córdoba, Tucumán, La Rioja, San Juan y Mendoza, estos antecedentes le ofrecían una destacada posición en el protagonismo social de entonces.
Es bella y noble, y para no llamar la atención sobre su persona, será conocida por su nombre con el apellido “del Señor San José”, movida por su conocida devoción al Santo Patriarca.
Los niños, que jugaban por las calles del barrio de La Piedad, la reciben a ella y a sus tres compañeras de camino arrojándoles barro y piedras, en aquella mañana de setiembre de l779. Estos, que las miran como a brujas o jesuitas disfrazados, son un tanto los representantes del miedo popular ante la orden del Rey Borbón y las medidas tomadas por Bucarelli que, para hacer efectiva la expulsión de la Compañía, usó de violencia, confiscación y expatriaciones arbitrarias, aun ante el dolor público que cerró sus puertas y negocios pero que, al fin, debió acatar la medida.
María Antonia de Paz y Figueroa se presenta ante el Virrey Vértiz y el Obispo Malvar y Pinto para solicitar autorización. “No” es la respuesta de ambos durante nueve meses, aunque quien más dudaba de sus propósitos era el señor Virrey. Nada la abate. Insiste con humildad y renovada constancia, hasta que triunfa y sus triunfos son para Dios. Así lo relata ella en sus cartas al P. Gaspar Juárez S.I., su maestro y confidente.
Es la Amita Santa para el esclavo; la Señora Beata para las lavanderas; Mamá Antula, para los indios; la Santita para los niños, María Antonia del Señor San José, para la noble dama: toda la sociedad se ve sacudida por la presencia de esta mujer inigualable que la edifica con su ejemplo y la santifica con sus obras…
Buenos Aires está ávida de espiritualidad: cercana como está al puerto, ha caído en una secular propensión a la superficialidad y en el consiguiente abandono de la virtud. Es menester, pues, cambiar las mentes, suavizar las costumbres, levantar los ánimos abatidos en una larga siesta de molicie, que es la vida de entonces…
Y María Antonia está atenta a esta necesidad y afirma esperanzada: “…empero, la perseverancia del Señor hará llanos caminos, que a primera vista parecen insuperables”.
“En todo este trabajo María Antonia no ejecuta, sino lo que le es permitido hacer a una mujer: ella no enseña ni predica y no tiene ninguna dirección inmediata sobre las almas, pero en toda ocasión, ella exhorta sin cesar a los ejercitantes a la penitencia, a llenar sus obligaciones, a confesarse y corregirse de sus faltas; se impone la tarea de hacerlos instruir en los puntos esenciales de su religión si los ignoran; vela sobre los maestros y maestras a quienes encarga esta instrucción: ella emplea sobre todo sus cuidados y todos los medios posibles para conservar la inocencia de la juventud; es el objeto favorito de su celo, de su espíritu y de su discernimiento”. (EEMF)
Y, lentamente, ella se ha constituido en un puente vivo entre Dios y los hombres. “Ella ha sido excitada y conducida por el espíritu de Dios que elige a los débiles y enfermos para confundir a los fuertes”, informa al Papa el Obispo de Buenos Aires.
Aldo Marcos de Castro Paz
(la 2ª parte, el próximo sábado)
Sitio oficial http://www.mamaantula.org
Francisco la quiere beata, nosotros también
Cuando viajé a Roma para asistir a la misa inaugural de su pontificado, en marzo pasado, Jorge Bergoglio me pidió que difundiese en Argentina la vida y obra de María Antonia Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula, la laica consagrada cuya causa de beatificación él desea promover, de cara al Bicentenario de la Declaración de nuestra Independencia.